James Potter y La Maldición del Guardián (12 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
7.93Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

James revisó la frase en su mente, asintiendo ligeramente. Miró fijamente al director y luego negó con la cabeza.

—Quiero decir —replicó Merlín lentamente—, que espero que haga todo lo que esté en su poder para llevar a cabo mis demandas. Si sentarse sobre su hermano podría haber ayudado, la próxima vez, espero que haga exactamente eso. El Borley ha escapado, y lo que es más importante, su negligencia le ha permitido ganar poder. No será tan fácil de detener la próxima vez. Y debería ser usted consciente de que, hasta hace unos minutos, era relativamente inofensivo.

El ceño de Merlín bajó y sus brillantes ojos dejaron la cuestión muy clara. James todavía se sentía injustamente acusado, pero asintió en acuerdo.

—¿Qué es? —preguntó Albus—. Eso del Borley.

Merlín se dio la vuelta, medio despachando a los chicos.

—Son una especie de fantasmas: criaturas de las sombras. Son seres puramente mágicos, y como tales, se alimentan de magia. Engañan a magos jóvenes y tontos para que utilicen la magia sobre ellos para así poder alimentarse y crecer. Cuando son pequeños, resultan inofensivos. Cuando crecen...

James miró alrededor del compartimento, siguiendo a Merlín.

—¿Qué pasa cuando crecen?

—Creo —dijo Merlín gravemente—, que los llamáis "dementores".

James y Albus sabían lo que eran los dementores. James se estremeció.

—Creo que vi a este mismo Borley hace una semana, en la casa de mis abuelos —comentó James—. Y después de eso, en el oculista. Armó un jaleo horrible, pero pocos minutos después, cuando el médico entró en la habitación, todo el lío se había desvanecido. Todo había vuelto a la normalidad. Creí que me lo había imaginado.

—No se lo imaginó —dijo Merlín, deteniéndose al final del corredor y girándose—. Los Borleys provienen de un reino ajeno a la historia. Pueden manipular diminutos tramos de tiempo, agrupándolos como una arruga en una alfombra. Usted vio sus acciones, así que le recordó incluso después de que él saltara hacia atrás en el tiempo y las deshiciera.

Albus arrugó la cara en concentración. Sacudió la cabeza.

—¿Pero por qué haría eso?

—Es un reflejo defensivo —dijo Merlín bruscamente—. Acostumbran a cubrir su rastro. Es algo semejante a la tinta que utiliza el calamar para confundir a su enemigo.

—Desde luego me confundió —asintió James.

—Entonces, si no podemos capturarlos utilizando magia —preguntó Albus— ¿cómo haces para atraparlos? ¿Qué haces con ellos después de, hmm, detenerlos? Dijo que tenía que ir a buscar algo. ¿Está en esa bolsa?

—Por favor, volved a vuestro compartimiento, chicos —ordenó Merlín, girándose y abriendo su propio compartimento. Se colgó al hombro la gran bolsa negra—. Llegaremos pronto a la estación. Deberíais poneros vuestras túnicas.

—Sí, pero... —empezó Albus, pero fue silenciado por la puerta del compartimento al cerrarse. Las ventanas estaban empañadas, bloqueando toda vista del interior.

—Bueno, eso sí que ha sido educado —comentó Albus mientras volvían sobre sus pasos a lo largo de los corredores del tren.

James no dijo nada. Se sentía irritado por la forma en que había sido responsabilizado de la escapada del Borley. ¿Cómo podía Merlín culparle y permitir que Scorpius se largara sin siquiera una mirada severa? James había estado ansiando empezar el año escolar parcialmente porque sentía que tenía una especie de entendimiento mutuo con Merlín, el nuevo director. Después de todo, James había sido inadvertidamente el responsable del retorno del famoso mago del distante pasado. Además, habían trabajado juntos al final del curso anterior para frustrar un astuto complot para provocar una guerra entre los mundos muggle y mágico. Y aún así, incluso antes de su llegada a Hogwarts, James parecía haber sacado a la luz el lado malo de Merlín.

Mientras él y Albus volvían a su compartimento, James recordó las palabras que había dicho Rose al principio de su viaje: un mago tan poderoso como Merlín podría ser todavía más temible porque no es malvado, sino simplemente egoísta

Por supuesto eso era ridículo, ¿verdad? Merlín no era egoísta, solo diferente. James conocía a Merlín tan bien como cualquiera. Hasta le habían consultado sobre si el famoso mago sería o no un buen director. No era peligroso. Solo provenía de un tiempo muy diferente. El propio Merlín lo había dicho. Venía de una época mucho más seria y severa. No sólo era importante que James recordara ese hecho, era importante que ayudara al resto de los estudiantes a entenderlo también.

Para cuando Albus abrió de un tirón la puerta de su compartimento, había empezado a llover en serio. Las ventanas del tren estaban veteadas y salpicadas por enormes gotas. Ralph estaba dormido en su asiento con su periódico sensacionalista abierto sobre el pecho. Rose estaba enterrada en un libro, apenas notó su regreso. Y James estaba empezando a pensar que este año no sería tan divertido como había creído al principio.

Cuando empezó a desvanecerse el día y la lluvia finalmente amainó, James, Albus y Ralph extrajeron sus túnicas de sus carteras. Las de James y Albus estaban lamentablemente arrugadas. Rose alzó los ojos de su libro y chasqueó la lengua hacia ellos.

—¿Vosotros dos no habéis aprendido a doblar vuestra ropa?

—Los chicos no aprenden esas cosas —dijo Albus, intentando alisar la pechera de su túnica con las manos—. Aprendemos cosas guays. Cosas secretas de chicos de las que ni siquiera se me permite hablarte. Las chicas se conforman con aprender a guardar la ropa para que sus maridos tengan buen aspecto cuando van al trabajo.

—Ni siquiera voy a responder a eso —dijo Rose, sacudiendo la cabeza tristemente—. Solo espero que tu hermana esté aprendiendo mejores lecciones que tú. El hijo de una famosa jugadora de Quidditch debería ser más listo.

Ralph arqueó las cejas.

—Creo que conozco un hechizo Antiarrugas. ¿Queréis que lo intente?

—No, gracias, Ralph —dijo James rápidamente—, sin ofender, pero todavía te recuerdo quemando una calva en la cabeza de Victoire el año pasado.

—Eso fue un hechizo de Desarme —dijo Ralph a la defensiva—. Mi varita es un poco sensible a esos. El problema no es conseguir que funcionen, sino evitar que funcionen demasiado bien.

—¡Hmm! —dijo Rose con mordacidad—. ¿Me pregunto por qué será?

—Así que realmente le derribaste, ¿eh? —dijo Ralph a Albus, volviendo a un tema anterior.

—Le tumbó sobre el trasero —dijo James, codeando a su hermano—. Estuvo bastante bien aunque me acabara metiendo en problemas.

—Tienes que aprender algo de autocontrol, Albus —dijo Rose, dejando finalmente su libro a un lado—. Puede que él no te guste, pero estás en Hogwarts ahora. No puedes ir por ahí pegando a la gente que dice cosas que no te gustan.

—¿Cosas que no me gustan? —dijo Albus, fulminando a Rose con la mirada—. ¿Te perdiste la parte en la que insultó a nuestro difunto abuelo? ¡Hay algo llamado honor, sabes! Lo haré de nuevo si hace algo más que mirarme mal.

—No dije que no debieras vengarte, Albus —dijo Rose significativamente—. Solo digo que estamos en Hogwarts ahora. Véngate con magia.

—Caracoles —dijo James, riendo un poco nerviosamente—. La manzana realmente cayó lejos del árbol contigo, Rosie.

Rose pareció herida.

—Puede que sea hija de mi madre, pero tendré que recordaros que soy una Weasley también.

Albus hizo una mueca.

—Bueno, no puedo hacer nada realmente mágico aún. Además, me proporcionó mucha satisfacción derribarle.

Rose lanzó a James una mirada seria.

—Entonces espero que tengas el trasero en forma. Parece que vas a pasar gran parte de este año sentado sobre tu hermano pequeño.

—Eso es problema suyo de ahora en adelante —dijo James—. Además, Scorpius se lo merecía. Ese estúpido cretino estaba intentando Aturdir a Albus. Sus padres han estado enseñándole maldiciones ya. Menos mal que Albus tiene buen alcance.

—Bueno, todo lo que puedo decir es que yo voy a investigar un poco sobre esta criatura, el borley —dijo Rose mientras el tren frenaba, entrando en la estación de Hogsmeade.

Albus alzó las cejas con burlona sorpresa.

—¿Quieres decir que hay una criatura mágica de la que no sabes ya?

—A mí me suena a problemas —admitió Ralph—. Si Merlín dice que la cosa se ha vuelto peligrosa, supongo que definitivamente es algo que debemos vigilar.

James cerró la cremallera de su cartera y se la deslizó sobre los hombros.

—Yo solo quiero saber por qué ha estado siguiéndome por ahí. ¿Por qué me escogió?

—Obviamente, creyó que podría engañarte para que utilizaras magia sobre ella —razonó Rose—. Casi funcionó.

—Por eso huyó cuando la amenazaste en la consulta del médico —añadió Ralph, arqueando las cejas—. Dijiste que le habías dicho que eras un mago, pero que no tenías la varita contigo. Comprendió que no había razón para armar jaleo si no ibas a acribillarla, así que cubrió sus huellas saltando hacia atrás unos minutos y lo deshizo todo.

—Sí, bueno, ¿no sois todos brillantes? —gruñó James—. Me gustaría ver como os las habríais arreglado vosotros si hubierais estado allí. Además, fueron Scorpius y Albus los que finalmente dejaron que la cosa se diera un pequeño atracón mágico y se volviera espeluznante.

—A mí no me culpes —dijo Albus, todavía intentando presionar las arrugas de su túnica con las manos—. Si hubieras atacado a Scorpius conmigo, podríamos haberle desarmado antes de que pasara nada. Apuesto a que el viejo Merlín habría aprobado eso.

Unos minutos después, el tren se sacudió al detenerse. A su alrededor se oyó el sonido de puertas abriéndose, pisadas, charlas, y voces excitadas mientras los ocupantes del tren llenaban los corredores, fluyendo hacia las salidas. James, Albus, Rose y Ralph recogieron sus cosas y se unieron a la multitud.

Cuando salieron al húmedo andén de la estación de Hogsmeade, James captó un vistazo de Hagrid de pie bajo una farola cercana, apenas encajando bajo ella.

—Los de primer año —gritaba con su voz grave y brusca—. ¡Los de primero por aquí! El resto id en busca de los carruajes delante. Si aún no sabéis adonde ir, seguid a los que si saben. Andando, ya.

James aferró la túnica de Albus, deteniéndole.

—Eh —dijo quedamente—. Lo digo en serio. No te preocupes por la Selección, hermanito.

—En realidad no lo hago —replicó Albus, encogiéndose de hombros—. Recordé algo que me dijo papá en el andén nueve y tres cuartos.

James parpadeó.

—Bien, bueno. ¿Qué dijo?

—Dijo que el Sombrero Seleccionador tendría en cuenta mis deseos. Dijo que si realmente no quería, el Sombrero no me obligaría a ser un Slytherin.

—¿Tú, un Slytherin? —la voz de Scorpius se burló tras ellos. James puso los ojos en blanco. Debería haber sabido que esa pequeña sabandija estaría espiando.

—Déjanos en paz, Scorpius —dijo Albus, apretando los dientes.

—¿O qué? —El chico sonrió—. ¿Vas a arriesgarte a meter a tu hermano en problemas otra vez lanzándote sobre mí? Eso solo funcionará una vez, Potter.

Albus asintió con la cabeza.

—Haré eso y más si no tienes cuidado.

—Por eso nunca serás un Slytherin —dijo Scorpius airadamente, dándose la vuelta y alejándose—. Como viste en el tren, los Slytherins luchan con el cerebro y la varita. Los de tu clase tienen que confiar en la fuerza bruta. ¿Pero qué puedes esperar de un hijo de Harry Potter?

Albus se tensó para abalanzarse sobre Scorpius otra vez, pero James le agarró del hombro.

—No te atrevas a ir a por él otra vez, idiota. Eso es justo lo que quiere que hagas.

—¡Se está metiendo con papá! —siseó Albus.

—Está intentando provocarte. Déjalo para luego. Tendrás todo el curso para odiarle.

—Eso es cierto, Potter —dijo Scorpius mientras se alejaba, todavía sonriendo—. Escucha a tu hermano. Sabe lo que pasa cuando te enfrentas a un Slytherin. ¿Te ha contado lo que ocurrió cuando intentó robar la escoba de la capitana del equipo Slytherin de Quidditch el año pasado? Un feo asunto, sí. Oí que terminaste bocabajo en el barro.

James soltó el hombro de Albus, con la cara roja de rabia.

—¿Quieres verlo, Malfoy? No tenemos miedo a los Slytherins.

—Entonces eres de verdad tan tonto como pareces —dijo Scorpius, su sonrisa se desvaneció—. Vuelve a haber un Malfoy en la Casa Slytherin. Nosotros no jugamos a la política. Será mejor que tengáis cuidado. —Fulminó con la mirada a los dos hermanos, después se giró, con la capa aleteando, y desapareció entre la multitud.

—Pequeño bastardo arrogante, ¿no? —dijo Albus. James le miró y sonrió.

—Te veo en el Gran Comedor, Al.

—Sí —replicó Albus, asintiendo hacia los carruajes—. Que te diviertas con los thestrals. No dejes que te asusten demasiado.

—Eras tú el que tenía pesadillas con ellos, no yo —dijo James, poniendo los ojos en blanco—. Como te dije, son invisibles.

Albus simplemente miró a James, con una expresión curiosa en la cara.

—¿Qué? —preguntó James.

—Nada —dijo Albus rápidamente—. Solo estaba pensando en otra cosa que dijo papá en la plataforma, justo antes de que subiera al tren.

James se detuvo y arrugó el ceño.

—¿Qué dijo?

Albus se encogió de hombros.

—Dijo "puede que James se lleve una pequeña sorpresa con los thestrals".

Con eso, Albus se giró, se colgó su mochila, y caminó hacia Hagrid al final de la plataforma.

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
7.93Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

El viajero by Mandelrot
Grief Girl by Erin Vincent
The Original Folk and Fairy Tales of the Brothers Grimm by Zipes, Jack, Grimm, Jacob, Grimm, Wilhelm, Dezs, Andrea
Vermilion Kiss by Elisabeth Morgan Popolow
Children of Steel by John Van Stry
Game On by Calvin Slater