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Authors: Connie Willis

Tags: #Ciencia ficción

Oveja mansa (6 page)

BOOK: Oveja mansa
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Las sufragistas, obviamente, fueron unas adelantadas para su tiempo (y bastante temibles y formidables). Isadora, que saltaba a los escenarios con túnicas transparentes y descalza, era demasiado extraña. Un caso obvio era el de la bailarina Irene Castle. Junto con su marido Vernon (más niños miserables), habían iniciado varias modas de baile: el
one-step
, el
maxixe
, el tango, el fox-trot (literalmente: trote del pavo) y, por supuesto, el paso Castle.

Irene era bonita, y casi todo lo que se ponía se convertía en moda, desde los zapatos de satén blanco hasta las gorras holandesas. En 1913, estando en la cima de su popularidad, se cortó el pelo mientras convalecía en el hospital de una operación de apendicitis; se lo dejó corto una vez recuperada y lo llevaba con un turbante ancho, claro precursor del de las
flappers
.

Era una conocida creadora de modas, y desde luego tenía seguidoras. Pero si Irene era la fuente de ésta, ¿por qué tardó tanto tiempo en calar? Cuando las trencitas de Bo Derek aparecieron en las pantallas en 1979, antes de una semana aparecieron por todas partes mujeres con el pelo trenzado. ¿Por qué entonces el pelo corto no se había puesto de moda en 1913? ¿Por qué habían tenido que pasar nueve años y una guerra mundial?

Tal vez las películas eran la clave. No, Mary Pickford no se cortó los rizos hasta 1928. ¿Habían hecho Irene y Vernon Castle una película muda allá por, digamos, 1921?

Dirección seguía señalando las manos levantadas.

—Creo que deberíamos tener una carta de café exprés en el edificio —dijo la doctora Applegate.

—Yo creo que deberíamos tener un gimnasio —dijo Elaine.

—Y más escaleras.

Aquello podía continuar todo el día, y yo quería comprobar qué películas se habían estrenado en 1922. Me levanté procurando llamar la atención lo menos posible, le quité un impreso a Flip, que se había saltado nuestra mesa, y me escapé por la puerta de atrás, hojeando el impreso para ver qué longitud tenía.

Maravilla de maravillas, era de verdad más breve que el original: sólo veintidós páginas; y la letra era sólo ligeramente más pequeña que... choqué con alguien y alcé la cabeza.

Era el doctor O'Reilly, que debía estar haciendo lo mismo.

—Lo siento —dijo—. Estaba pensando en este asunto de volver a solicitar fondos —levantó las dos manos, todavía sosteniendo el impreso con la derecha, y extendió las palmas—. Dígale a su pareja tres cosas que no le gusten de Dirección.

—¿Pueden ser más de tres? Supongo que esto significa que no conseguirá sus macacos inmediatamente, doctor O'Reilly.

—Llámeme Bennett —dijo él—. Flip es la única que tiene título. Se suponía que iba a recibirlos esta semana. Ahora tendré que esperar hasta el día veinte. ¿Y usted? ¿Afecta esto a su proyecto del hula-hoop?

—Del pelo corto. El único efecto es que no tendré tiempo para trabajar en él porque estaré rellenando este estúpido impreso. Ojalá Dirección encontrara otra cosa en que pensar además de elaborar nuevos impresos.

—Shh —dijo ferozmente alguien desde la puerta.

Nos encaminamos pasillo abajo, hacia donde no pudieran oírnos.

—El papeleo es la piedra angular de Dirección —susurró Bennett—. Piensan que reducirlo todo a impresos es la clave de los descubrimientos científicos. Por desgracia, la ciencia no funciona de esa forma. Mire a Newton. Mire a Arquímedes.

—Dirección nunca habría aprobado la subvención para un huerto —coincidí—, ni para una bañera.

—Ni para un río —dijo Bennett—. Por eso perdimos nuestra subvención para la teoría del caos y tuve que venir a trabajar para GRIS.

—¿En qué estaba trabajando? —pregunté.

—En el Loue. Es un río de Francia. Nace en una gruta, lo que significa que es un sistema pequeño y acotado con un número relativamente limitado de variables. Los sistemas que los científicos han tratado de estudiar hasta ahora eran grandes: el clima, el cuerpo humano, los ríos. Tenían miles, incluso millones de variables, lo que hacía que fueran imposibles de predecir, así que encontramos …

De cerca su corbata era aún más indescriptible que de lejos. Parecía tener algún tipo de dibujo, aunque no se distinguía claramente. No era de rayitas (tan populares en 1988), ni de puntitos (1970), pero alguna pauta seguía.

—... y medimos la temperatura del aire, la temperatura del agua, las dimensiones de la gruta, la composición del agua, la vida vegetal en las riberas... —dijo, y se detuvo—. Probablemente está usted ocupada y no tiene tiempo para escuchar todo esto.

—No importa. Tengo que volver a mi oficina, pero le acompañaré hasta las escaleras.

—Muy bien. Así que mi idea fue que, midiendo con exactitud cada factor de un sistema caótico, podría aislar las causas del caos.

—Flip —dije yo— es la causa del caos.

Él se echó a reír.

—Las otras causas del caos. Sé que hablar de las causas del caos parece un contrasentido, ya que en principio un sistema es caótico si no respeta la relación ordinaria de causa y efecto. Los sistemas caóticos son no-lineales, lo que significa que hay tantos factores interconectados que resulta imposible predecir su funcionamiento. «Como pasa con las modas», pensé. —Pero hay leyes que los gobiernan. Hemos definido matemáticamente algunas: la entropía, las inestabilidades interiores, y la iteración que es...

—El efecto mariposa —dije yo.

—Exacto. Una variable diminuta se introduce en el sistema y luego la realimentación se realimenta a su vez, hasta que influye en todo el sistema de forma inversamente proporcional a su tamaño. Asentí.

—Una mariposa que mueve las alas en Los Ángeles puede causar un tifón en Hong Kong. O una reunión de todo el personal en HiTek. El pareció encantado.

—¿Sabe usted algo del caos? —Sólo por experiencia personal.

—Sí, parece estar a la orden del día por aquí. Bien, pues mi proyecto consistía en calcular los efectos de iteración y entropía y ver si explicaban el caos o si había algún otro factor implicado.

—¿Lo había? Él pareció reflexionar.

—Los teóricos del caos piensan que el principio de incertidumbre de Heisenberg significa que los sistemas caóticos son inherentemente impredecibles. Verhoest cree que la predicción es posible, pero ha propuesto que hay otra fuerza impulsando el caos, un factor X que determina su conducta.

—Las polillas —dije yo.

—¿Qué?

—O las langostas. Algo distinto a las mariposas.

—Oh. Cierto. Pero está equivocado. Mi teoría es que la iteración explica todo lo que sucede en un sistema caótico si se conocen todos los factores y han sido adecuadamente medidos. No tuve la oportunidad de averiguarlo. Sólo tuvimos tiempo de hacer dos pruebas antes de que me retiraran la subvención. No demostraron un aumento de la capacidad de predicción, lo que significa que yo estaba en un error o que no tenía todas las variables.

Se detuvo, la mano en el picaporte, y me di cuenta de que nos encontrábamos ante su puerta. Al parecer le había acompañado todo el camino hasta Biología.

—Bueno —dije, deseando tener más tiempo para analizar su corbata—. Será mejor que vuelva al trabajo. Tengo que prepararme para la nueva ayudante de Flip y rellenar el impreso de solicitud de fondos. —Él lo miró tristemente—. Al menos es corto.

Me miró inexpresivamente a través de sus gruesas gafas.

—Sólo tiene veintidós páginas —dije, mostrándoselo.

—Los impresos no están listos todavía —dijo él—. Se supone que los tendremos mañana —señaló el que yo sostenía—. Eso es el nuevo impreso simplificado para solicitar suministros. Para pedir clips.

2
BURBUJEOS

La humanidad, por supuesto, siempre ha estado
y siempre estará bajo el yugo de las mariposas
en cuestión de costumbres sociales, ropa,
entretenimiento, y del gasto que tales
cosas implican.

HUGH SHETFIELD

The sovereignty of society, 1909

Minigolf
(1927-1931)

Entretenimiento de moda consistente en pequeños campos de golf con dieciocho hoyos muy cortos complicados con molinos, cascadas y diminutas trampas de arena. Su popularidad resulta fácilmente explicable. Era un sitio barato para una cita durante la Depresión, su umbral de destreza era bajo y ofrecía múltiples niveles de logro; además te permitía fingir durante un par de horas que formabas parte de la refinada élite del club de campo. Más de cuarenta mil instalaciones surgieron por todo el país y, en el momento culminante, su popularidad era tal que supuso incluso una amenaza para el cine y los estudios prohibieron a sus actores que los vieran jugando al minigolf. Finalizó por saturación.

El nacimiento del río Colorado tampoco lo parece. Está en un glaciar en lo alto de las montañas Green River, y parece más bien una tundra, nieve y roca.

Pero incluso en lo más profundo del invierno algo se funde, una gota aquí, un hilillo allá, una pequeña película de agua se forma en los bordes del glaciar y cae al suelo congelado. Cae y se congela, converge, tan lentamente que resulta imperceptible.

La investigación científica es similar. Los eurekas como el de Arquímedes cuando se metió en la bañera y halló de pronto la respuesta al problema de la densidad de los metales son pocos e infrecuentes; todo suele conseguirse a base de probar y fallar y volver a probar otra cosa, añadir datos y eliminar variables, observar los resultados y tratar de comprender dónde metiste la pata.

Fíjense en Arno Penzias y Robert Wilson. Su objetivo era medir la intensidad absoluta de las señales de radio procedentes del espacio, pero primero tenían que deshacerse del ruido de fondo de su detector.

Lo llevaron al campo para librarse del ruido de la ciudad, las estaciones de radar, y el ruido atmosférico; les fue de ayuda, pero siguieron teniendo ruido de fondo.

Trataron de determinar la causa. ¿Los pájaros? Se subieron al tejado y miraron la antena en forma de cuerno. En efecto, las palomas habían anidado allí y sus deposiciones podían ser la causa del problema.

Expulsaron a las palomas, limpiaron la antena, y sellaron todas las posibles rendijas y uniones (probablemente con cinta adhesiva). Seguía habiendo ruido de fondo.

Muy bien. ¿Entonces de qué podía tratarse? ¿Corrientes de electrones de las pruebas nucleares? Si era así, el ruido tenía que ir disminuyendo, ya que las pruebas atómicas estaban prohibidas desde 1963.

Realizaron docenas de tests sobre la intensidad para ver si era eso. No lo era. Y el resultado era el mismo estuvieran donde estuviesen, lo cual no tenía ningún sentido.

Durante cinco años realizaron pruebas y más pruebas, grabaron y volvieron a grabar, limpiaron mierda de paloma, y se desesperaron creyendo que jamás llegarían a realizar su experimento sobre la intensidad de las señales de radio antes de darse cuenta de que el ruido de fondo no era tal: eran microondas; el eco del Big Bang.

El viernes, Flip trajo el nuevo impreso para solicitar fondos. Tenía sesenta y ocho páginas y estaba mal grapado. Tres páginas se salieron mientras Flip atravesaba la puerta y otras dos más cuando me lo tendió.

—Gracias, Flip —dije, y le sonreí.

La noche anterior había leído los dos últimos tercios de
pippa Pasa
, donde Pippa había convencido a dos asesinos adúlteros para que se mataran el uno al otro, a un joven estudiante decepcionado para que eligiera el amor y no la venganza, y reformado a varios calzonazos. Y todo ello canturreando solamente: «El año está en primavera, / y el día en la mañana.» Piensen lo que podría haber conseguido de tener un carnet de biblioteca.

Browning estaba diciendo claramente que se puede cambiar el mundo siendo despabilado y avisando antes de girar a la izquierda. Una persona puede tener un efecto positivo en la sociedad. Y estaba claro por
El flautista de Hamelín
que comprendía el mecanismo de las modas.

Yo no había advertido ninguno de estos efectos, pero tampoco Pippa, que al parecer había vuelto a trabajar en la fábrica de seda al día siguiente sin tener ni idea del bien que había hecho. Me la imaginaba en la reunión de personal que Dirección había convocado para introducir su nuevo sistema, PESTO. Justo después del ejercicio de sensibilidad, su compañera se inclinaría hacia delante y susurraría:

—Dime, Pippa, ¿qué hiciste en tu día libre?

Y Pippa se encogería de hombros y diría:

—Poca cosa. Ya sabes, estuve por ahí.

Así que yo quizás influyera más sobre la cultura y el indicar los giros a la izquierda de lo que creía. Si era amable y educada, quizá detuviera la tendencia a la rudeza.

Naturalmente, Browning no había conocido a Flip. Pero merecía la pena intentarlo, y tenía el consuelo de saber que no podía empeorar las cosas.

Así que, aunque Flip no hizo ningún esfuerzo por recoger las páginas desparramadas y, de hecho, estaba pisando una de ellas, le sonreí y dije:

—¿Cómo te encuentras esta mañana?

—Oh, magnífica —dijo ella, sarcástica—. Perfectamente bien.

Se sentó sobre los recortes de mi mesa.

—¡No se creerá lo que esperan que haga ahora!

«¿Trabajar un poco?», pensé despiadada, y entonces recordé que se suponía que iba a seguir los pasos de Pippa.

—¿Quiénes? —dije, agachándome para recoger las páginas.

—Dirección —contestó, poniendo los ojos en blanco. Llevaba unas medias amarillo fosforescente, una camiseta con una corbata teñida, y un chaleco muy peculiar. Era corto y extrañamente abultado en el cuello y los sobacos—. ¿Sabe que se supone que tengo un nuevo título y una ayudante?

—Sí —dije yo, sonriendo todavía—. ¿Lo conseguiste? ¿Un nuevo título?

—Sí-í. Soy el contacto de comunicaciones interdepartamentales. Pero respecto a mi ayudante, esperan que forme parte de un comité de búsqueda. Después del trabajo.

En la parte inferior del chaleco había una hilera de corchetes, un estilo que nunca había visto. «Lo lleva puesto del revés», pensé.

—El tema era que estaba saturada de trabajo. Por eso necesitaba una ayudante, ¿no? ¿Verdad?

Llevar la ropa de forma poco corriente es una variedad de moda siempre vigente (los cordones de los zapatos desatados, gorras de béisbol al revés, corbatas por cinturón, combinaciones por vestido), y no puede comercializarse porque no cuesta nada. Tampoco es nueva. Ya en 1955 las muchachas de secundaria se ponían el jersey del revés, y sus madres habían llevado los zapatos sin abrochar y falda corta y abrigos de piel de mofeta en los años veinte. Las hebillas de metal de los zapatos se agitaban y aleteaban, y por eso en inglés se las llamó
flappers
. O, ya que no parece haber un consenso sobre el origen de nada que tenga que ver con las modas, se les puso el nombre por la forma de mover los brazos, como las gallinas, cuando bailaban el charlestón. Pero el charlestón no llegó hasta 1923, y la palabra
flapper
ya se usaba en 1920.

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