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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por un puñado de hechizos (72 page)

BOOK: Por un puñado de hechizos
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—¡Maldita sea, me costaron cincuenta pavos! —exclamé, la mujer me lanzó una mirada fría.

—Ya me pareció que con eso te levantarías —dijo, me volvió a poner la mano ensangrentada en la pierna y me tomó la tensión y el pulso por segunda vez.

Me di cuenta que era una vampira viva de alto rango a pesar de que intentara ocultarlo como en los viejos tiempos y me sentí segura con ella. Mantendría cuidadosamente a raya su sed de sangre mientras estuviera trabajando conmigo. Así eran los vampiros vivos. Los niños y los heridos eran sagrados.

Todavía cabreada por lo de los vaqueros, tomé una bocanada de aire superficial y me quedé mirando el caos iluminado por el fulgor de color amarillo anaranjado de la puesta de sol.

—Vamos a echarle un vistazo —dijo, y yo me solté la pierna.

Me miré, preocupada. No parecía muy grave desde el punto de vista de la posibilidad de desangrarme hasta morir (solo un ligero hilillo y lo que parecía un enorme cardenal en potencia) pero dolía un montón. La doctora Lynch no dijo nada, abrió su botiquín y rompió el sello de un frasquito.

—Relájate, es agua —dijo cuando me puse rígida al ver que me lo iba a echar. Tuvo que sujetarme la pierna con una mano de hierro para que no la moviera mientras ella hurgaba y pinchaba, la iba limpiando mientras murmuraba algo sobre arteriolas rotas y que no había manera de detener la hemorragia con ellas pero que sobreviviría. La vacuna contra el tétanos que me había puesto tres años antes pareció satisfacerla pero yo tenía el estómago hecho un montón de nudos cuando al fin decidió que ya me había torturado lo suficiente y colocó una venda blanca encima, una de esas elásticas de compresión.

Alguien estaba dirigiendo el tráfico para mantener a los mirones en movimiento y el puente abierto. Dos coches de hombres lobo se habían detenido a «ayudar», lo que me había preocupado. Quería que vieran la estatua rodando por el suelo del asiento delantero, pero tenerlos tan cerca era una espada de doble filo.

Metí poco a poco el control remoto para volar los tanques de nitrógeno debajo de la pierna buena para que nadie lo viera. El viento que atravesaba los estrechos me apartó el pelo de los ojos y mientras miraba las caras que se apretaban contra las ventanillas al pasar, me eché a reír y me hice daño en las costillas.

—Estoy bien —dije cuando la mujer me lanzó una mirada inquisitiva—. No estoy entrando en estado de
shock
. Estoy viva.

—Y parece que así vas a seguir —dijo, me cogió las dos manos y me las colocó de modo que me colgaran por debajo del regazo—. Qué suerte tienes.

Me vertió más agua en las manos para quitar la suciedad y después me las puso con las palmas hacia arriba en el regazo para dejar una mancha húmeda. Indignada, la vi sacar un segundo paquete de la caja de aparejos y abrirlo de un tirón. Se alzó el olor a antiséptico, que también impregnó el viento. Di otro saltito y me quejé cuando la mujer me limpió las manos de suciedad y cristales, con lo que me gané otra de sus miradas de «serás nenaza».

Había parado más gente, y en la pintura de la camioneta de Nick se notaba por dónde se había abollado el metal. Jenks estaba dentro con Peter. Estaban intentando sacarlo. Había hombres lobo reunidos por los alrededores, algunos en Jeeps, otros en coches de alta gama y algunos en pequeños coches trucados. Noté el control remoto que tenía debajo de la pierna, tenía ganas de usarlo y terminar el trabajo. Quería irme a mi casa.

Nick.

—¿Dónde está el tío que se estrelló contra nosotros? —dije, estaba mirando las caras pero no lo veía.

—Está bien, aparte de una lesión en la rodilla —comentó la mujer mientras terminaba y se acercaba mis manos a la cara para examinar las pequeñas medialunas de las uñas que me había clavado en las palmas—. Puede que necesite cirugía en algún momento, pero sobrevivirá. —Los ojos de la mujer, de un profundo color marrón, se posaron en mis puntos hechos con hilo dental—. Tu gnomon está con él —dijo al fin y yo parpadeé. ¿
Gnomon
? ¿
Qué coño es eso
?

»Lo está manteniendo ocupado hasta que llegue la SI para tomarle declaración —añadió y yo abrí mucho los ojos. La mujer se refería a Ivy. Creía que yo era la sucesora de Ivy y el gnomon era la otra cara de la relación. Tenía sentido, un gnomon es el cacharro de un reloj de sol que arroja sombra. Estuve a punto de decirle que Ivy no era mi gnomon, pero me callé. Me daba igual lo que pensara.

—¿La SI? —dije con un suspiro, empezaba a preocuparme al darme cuenta que al parecer iba a sobrevivir. Con movimientos rápidos, la mujer me puso una gran gasa sobre cada palma de la mano. Yo no me había olvidado de la SI, pero si la camioneta de Nick no estaba ardiendo antes de que llegaran, iba a ser mucho más difícil deshacerse de la estatua original.

Su mirada siguió a la mía hasta la camioneta y se le tensaron los hombros cuando Jenks y dos hombres más sacaron el cuerpo roto de Peter. Yo esperaba que la mujer se enfadara al ver que lo estaban moviendo, me sorprendía que se estuviera ocupando de los vivos y no de él, que estaba claro que era el que peor se encontraba, hasta que se inclinó sobre mí con su pequeña linterna de bolsillo, me la enfocó a los ojos y me dijo algo.

—Lloraste por Peter. Nadie llora jamás por nosotros.

Me solté de sus manos, conmocionada.

—Sabes…

Se movió ya mí me invadió el pánico a una velocidad típica de los vampiros la tuve encima de mí, con las rodillas a ambos lados de mis muslos me retuvo contra el quitamiedos. Con una mano me sujetó el cuello por detrás y me inmovilizó mientras con la otra sujetaba la luz como si fuera una daga que me apuntaba al ojo. La tenía a solo unos centímetros de mí y su cercanía pasaba desapercibida o bien se consideraba normal dada la bata de aspecto oficial que llevaba.

—Estoy aquí porque DeLavine me dijo que viniera. Quería asegurarse de que sobrevivías.

Respiré hondo una vez y después otra. Estaba tan cerca que hasta pude ver las ligeras imperfecciones que tenía en la mejilla y en el cuello, donde un profesional le había dado unos puntos. No me moví, ojalá no les resultara tan interesante a los no muertos. ¿Qué problema tenían, coño?

—Le diría que te dejara en paz —dijo, su aliento se perdía en el viento— porque creo que lo matarías si intentara darte caza, pero eso solo despertaría su interés, no solo su… preocupación.

—Gracias —dije con el corazón a mil. Que Dios me ayudase, jamás entendería a los vampiros.

La mujer bajó poco a poco la pequeña linterna y me soltó.

—Buenos reflejos. No hay trauma cerebral. Y los pulmones suenan despejados. No dejes que te lleven a urgencias. No te hace falta y solo servirá para que te suba el seguro —dijo, la vampira temible se había convertido en profesional de la salud en meros segundos—. Yo ya he terminado aquí. ¿Quieres un amuleto del dolor?

Negué con la cabeza, la sensación de culpa por estar viva me inundó como una cascada cuando Jenks y los dos hombres dejaron a Peter con suavidad en el suelo, lejos de todo el mundo. Jenks se agachó para cerrarle los ojos y los otros dos hombres se apartaron, asustados y respetuosos.

La cara de la mujer se despojó de cualquier tipo de expresión.

—Yo no he estado aquí, ¿de acuerdo? —dijo—. La puñetera pierna te la vendaste tú. No quiero que me manden una citación. Yo no he estado aquí.

—Trato hecho.

Y se fue, la bata violeta le aleteaba alrededor de las rodillas cuando se perdió entre la multitud del creciente tumulto que rodeaba el único punto de quietud que era Peter, solo en el asfalto, roto y ensangrentado.

Sentí el bajón de adrenalina y me encontré con la mirada de Jenks, que se desplomó en el asfalto a mi lado de modo que pudiera ver a Peter por el rabillo del ojo. Ha y que respetara los muertos. Me pasó mi bolso y yo me lo puse en el regazo para ocultar el control remoto que iba a volar los tanques de nitrógeno.

—Aprieta el botón —dijo Jenks.

Se oían unas sirenas a lo lejos. No se acercaban muy rápido pero eso cambiaría cuando llegaran al puente y los carriles cerrados del norte. Detrás de Jenks estaba la camioneta de Nick, un trozo retorcido de metal con ruedas y sin capó. Era difícil creer que yo había sobrevivido al choque.

Los hombres lobo estaban empezando a acercarse poco a poco, estaba claro que querían llevarse la estatua. No había nadie dentro de ese círculo dorado de seis metros, ni entre la camioneta y la cuestionable seguridad del quitamiedos temporal y una posible caída. Jenks se inclinó más hacia mí y con él protegiéndome la cara con el cuerpo, cerré los ojos con fuerza y apreté el botón.

No pasó nada.

Abrí un ojo y miré a Jenks. Su expresión era horrorizada y yo volví a apretar el botón.

—Déjame probara mí —dijo él, me lo quitó de golpe y apretó él el botón. El trocito de plástico emitió unos alegres chasquidos pero no hubo ningún gran
badabúm
detrás.

—¡Jenks! —exclamé con apenas un susurro—. ¿Es que arreglaste esto también?

—¡No es culpa mía! —dijo con los ojos verdes muy abiertos—. Pero si lo manipulé yo mismo. Los tanques de nitrógeno deberían haber volado. Maldito control remoto, puñetero cacharro lleno de moho. Debería haberle dijo a Jax que lo hiciera. No sé soldar con esa mierda de soplete que tenía Nick. Debo de haber fundido el puñetero trasto, por las putas hadas.

—¡Jenks! —lo reñí, me pareció que era lo peor que le había oído decir jamás. Empezaba a tener una de esas sensaciones de «oh, mierda» y miré a los hombres lobo. En cuanto los agentes oficiales empezasen a hurgar por allí, esa estatua desaparecería y mi vida con ella cuando se dieran cuenta de que era falsa.

—¿Puedes arreglarlo? —pregunté, tenía el estómago lleno de nudos.

—Cinco minutos con un soplete que no tengo en un espacio privado que no existe en un puentea ciento ochenta metros sobre el agua y rodeado por doscientos buenos samaritanos que no saben una mierda. Claro. Ya puedes apostar que lo arreglo. Joder, puede que solo sean las pilas.

Aquello no iba bien. Me senté y esperé en tensión mientras Jenks sacaba la pila y se electrocutaba en la lengua. Mientras él maldecía y bailaba por culpa de la leve descarga, yo subí las rodillas hasta el pecho para incorporarme e hice una mueca al sentir una palpitación sorda en la pierna. Ivy y Nick seguían junto al panel aplastado del camión Mack, Nick no se parecía nada a sí mismo bajo su amuleto de disfraz legal. El viento que soplaba por la rejilla en la que se encontraban hacía volar el cabello de Ivy, que me hizo un pequeño gesto y yo le lancé una mirada perdida. Ivy apretó los labios y se giró de golpe hacia Nick.

Nick tenía la cabeza gacha y siguió así mientras ella se ponía las manos en las caderas y le disparaba preguntas que no oíamos. La sangre empapaba una de las perneras de Nick y estaba muy pálido. El hecho de estar herido le facilitaría que lo llevaran al hospital donde esperaban médicos vampiros, listos para dictaminar que había muerto de una complicación, traspapelar los documentos y sacarlo por la puerta de atrás y de mi vida para siempre a Peter lo trasladarían al ala vampírica subterránea hasta que su cuerpo se reparara solo. Todo iba a la perfección. Salvo que la maldita camioneta no explotaba.

—¿Qué opciones tenemos? —le pregunté a Jenks, cogí el control remoto y lo metí en mi bolso.

—Puede que sea el botón de los tanques —dijo—. Si Jax estuviera aquí…

—Pero no está.

Jenks me cogió por un codo cuando me tambaleé.

—¿Puedes volarla con tu magia de líneas luminosas?

—¿Te refieres a como cuando enciendo velas? —Me subí un poco más el bolso por el hombro y negué con la cabeza—. No puedo recurrir a una línea encima del agua. Y no tengo un siervo por medio del que conectarme a una línea terrestre. —Me acordé de repente de Rex. Quizá debería remediar eso. Esto empieza a repetirse demasiado.

—Quizá Nick tenga.

Me atravesó un escalofrío al recordar la vez que había canalizado la capacidad de Trent para recurrir a una línea el año anterior para poder hacer un círculo de protección. Le había hecho daño. Me daba igual si hacía daño a Nick (solo quería terminar el trabajo de una vez) pero la pregunta quizá no tuviera más interés que el teórico; yo no sabía si Nick tenía un siervo.

—Vamos a preguntar —dije y me puse en movimiento.

Me dolía el pecho y mientras lo rodeaba con mis brazos, me obligué a respirar despacio e intenté levantarme. No merecía la pena hacer el esfuerzo de parecer ilesa, así que renuncié, me encorvé y respiré a bocanadas cortas y superficiales. El viento que se colaba entre los estrechos era frío y la puesta de sol se había perdido entre las nubes. La temperatura iba a caer muy rápido. Relegara Jax a cuidar de la gata en el motel había sido una buena idea.

Ivy oyó mis pasos sobre la rejilla y se volvió con un ceño que reservaba solo para mí, una mezcla de enfado y preocupación. Estaba cabreada. Qué sorpresa, oye.

—Rachel —dijo Nick sin aliento, y me tendió las manos como si yo fuera a cogerlas. Me detuve y dejó caer las manos.

—No tocaría así a un desconocido —dije para recordarle que todavía estaba disfrazado—. Sobre todo a alguien que acaba de chocar contra mí.

Sus ojos se posaron un instante en mis puntos diminutos y me puse roja. Vio que me ponía rígida y se obligó a suavizar la expresión. Aunque no se parecía nada a él mismo, yo sabía que era él. No solo era su voz, también podía ver a Nick en pequeños gestos que solo una ex amante podría notar: el espasmo de un músculo, la curva de un dedo, el destello de enfado en los ojos.

—Dios mío —dijo otra vez, en voz muy baja—. Ha sido lo más duro que he hecho jamás. ¿Te encuentras bien? ¿Estás segura que no estás herida?

¿
Lo más duro que he hecho jamás
? pensé con amargura, tenía todo el lado derecho del cuerpo pegajoso por la sangre de Peter. Lo único que había hecho él había sido golpearme con un camión. Yo había sostenido a Peter mientras moría, sabía que todo aquello estaba mal pero era lo único que se debía hacer.

—El control remoto no funciona, Nick —dije sin más mientras intentaba ver algún indicio en sus facciones—. ¿Sabes algo de eso?

Con los ojos muy abiertos por una emoción que no supe leer, me miró el bolso como diciéndome que me había visto poner el control remoto en él.

—¿Qué quieres decir con que no funciona? ¡Tiene que funcionar!

Echó mano para cogerlo y yo gruñí cuando Jenks me apartó de un tirón. Mis deportivas buscaron un sitio donde agarrarse en el enrejado de metal. En un abrir y cerrar de ojos Ivy estaba entre los dos. La gente que teníamos cerca se estaba poniendo nerviosa, pensaban que íbamos a tomarnos la justicia por nuestra mano, y los hombres lobo observaban, evaluaban si era un engaño o un accidente de verdad. El cuerpo de Peter estaba echado en el asfalto y se parecía a Nick. Alguien lo había cubierto con un abrigo y una parte de mí se hizo un ovillo y lloró.

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