Por un puñado de hechizos (69 page)

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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Por un puñado de hechizos
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—Ohh, dame, nena —dijo Jenks mientras se movía de forma sugerente sin levantarse de la silla.

—Ese es mi trabajo, cielo —ronroneó Ivy, después lo acercó y metió la cabeza en el hueco que quedaba entre el hombro de Jenks y su oreja. La mano de mi amiga era una garra rígida sobre el cuello prístino del pixie y vi un destello de preocupación en Jenks antes de que se diera cuenta que Ivy estaba de broma y no iba a perder el control—. Esta vez yo soy la vampira mala —ronroneó—. Y ella es la bruja buena.

Ivy retiró la mano para darle un seco tortazo en la cara a Jenks pero este fue más rápido y le cogió la muñeca; después, con una expresión sensual en los ojos, el pixie besó las yemas de los dedos de Ivy.

—Mmm —dijo Ivy, sus pestañas oscuras se agitaron contra las mejillas pálidas y separó los labios—. Sabes lo que me gusta, polvo de pixie.

Becky se puso como un tomate.

—¿Solo el pastel? —tartamudeó—. ¿Y las copas?

Ivy asintió, envolvió con la mano libre la de Jenks y sacó la lengua para lamerle las puntas de los dedos. Jenks se quedó inmóvil, sorprendido de verdad. La mujer respiró hondo y se alejó, sus pasos no se oyeron por culpa del ruido. Genial. Seguro que ya me había quedado sin patatas.

Jenks recuperó su mano con un leve rubor en la cara.

—¡Cuatro cucharas! —gritó en dirección a la camarera. Se me escapó el aliento con un siseo.

—¡Sois insoportables, los dos! —dije, y fruncí el ceño al mirara Ivy, que se apartó de Jenks con una sonrisa de gata satisfecha en la cara.

—Quizá —asintió Ivy— pero los lobos nos estaban mirando a nosotros, no a Audrey y Peter.

Me puse rígida y vi que Ivy tachaba mentalmente el punto número dos de su lista. Nos habíamos acercado tanto al final de aquella historia que empecé a sentir las primeras mariposas en el estómago.

—Jenks sabe al olor de las hojas de roble —dijo Ivy sin hacer caso del rubor del pixie, que tamborileaba en la mesa al ritmo de la máquina de karaoke.

Jenks se retorció todavía más, no parecía tener más de dieciocho años.

—No le contéis nada a Matalina, ¿vale?

Ivy no dijo nada y yo me obligué a apoyarme en el respaldo de la silla. ¿Por qué tardaba tanto Nick? Quizá había visto el bonito despliegue de comportamiento inframundano de baja estofa de nuestra mesa y había decidido quedarse en la barra, o quizá no quería cruzar la sala y atraer la atención de los hombres lobo. Fuera lo que fuera, el agua no me vendría nada mal.

Poco a poco la tensión de Ivy empezó a filtrarse hacia nosotros, cosa poco habitual en ella a pesar de todos mis nervios, Jenks y yo estábamos llevando la situación mucho mejor que ella, pero yo sabía por qué. Para mí, cada trabajo era algo personal. Ivy, sin embargo, no estaba acostumbrada a que el resultado de una misión significara tanto para ella. No tenía los patrones de comportamiento necesarios para enfrentarse al estrés y se le notaba alrededor de los ojos.

—Todo irá bien —dije, contuve el impulso de estirar el brazo por encima de la mesa y darle unos golpecitos en la mano. El recuerdo de sus dedos aferrados a mi cintura y sus dientes entreteniéndose en mi piel se alzó entre mis pensamientos y tuve que sofocar un escalofrío de adrenalina.

—¿Qué? —dijo Ivy con tono beligerante; en sus ojos había un destello negro.

—Funcionará —contesté y metí la mano bajo la mesa para no tocarme los puntos.

Ivy frunció el ceño y el borde marrón de sus ojos creció un poco.

—Un camión Mack conducido por tu ex novio va a atropellarte, ¿y tú dices que todo va a ir bien?

Bueno, si se ponía así…

Jenks lanzó un bufido y cambió de postura en la silla para apartarse un poco más de Ivy.

—Cerebro de mierda ha vuelto.

Me volví en mi asiento, casi me alegraba de vera Nick. Traía un vaso de agua con una rodaja de limón y dos vasos con diferentes tonos de naranja; uno tenía un palito de zanahoria metido dentro. Puso el otro delante de Ivy y se sentó a mi lado. Yo volví a colocarme el bolso en el regazo e intenté aparentar que no me preocupaba en absoluto.

Ivy rodeó su vaso con los dedos.

—Será mejor que eso no tenga alcohol —dijo mirando la copa de Nick. Jenks estiró el brazo para cogerlo y Nick lo apartó tan de golpe que casi lo derramó.

—No vas a beber nada si vas a lanzar un camión contra Rachel —dijo el gran pixie.

Molesta, cogí el vaso y me lo llevé a la nariz. Antes de que Nick pudiera protestar, tomé un sorbo y estuve a punto de escupirlo al instante.

—¿Qué coño es esto? —exclamé mientras me pasaba la lengua por el interior de la boca. Era consistente pero dulce.

—Es un
bloody rabbit virgen
. —Hosco, Nick lo atrajo hacia sí—. No lleva alcohol.

¿Un
bloody rabbit
? Era un
bloody mary virgen
pero hecho con zumo de zanahoria.

—Saben mucho mejor con zumo de tomate —dije y Nick se puso blanco.

Jenks tamborileó con los dedos en la mesa y sonrió cuando Becky se detuvo junto a nosotros y dejó un plato de helado y pastel junto con la bebida con cuatro guindas de Jenks y las cuatro cucharas que había pedido. Sin rastro de las patatas. Qué sorpresa.

—Gracias Becky —exclamó Jenks por encima de la música cuando se fue nuestra camarera, a la que se le puso el cuello rojo.

Ivy cogió una de las cucharas y se sirvió con delicadeza una cucharada de helado que después se llevó a la boca con un ademán rápido. Apartó la cuchara como si hubiera terminado y dijo:

—Peter está en el baño.

Me dio un vuelco el corazón.
Una cosa menos
.

Nick aspiró una temblorosa bocanada de aire. No quise mirarlo y fingí estar muy interesada por sacar de la bebida de Jenks la guinda con el palo más largo. Nick se puso en pie e Ivy estiró el brazo por encima de la mesa para cogerlo por la muñeca. Nick se quedó inmóvil y mis ojos pasaron de sus masculinos dedos todavía hinchados a la cara de Ivy. Los ojos de mi amiga estaban negros y tras ellos brillaba una cólera fiera.

—Si no apareces en ese puente —dijo, apenas movía los brazos—, te juro que te encontraré. Y si le haces daño, te convertiré en una sombra que me va a rogar que la desangre cada noche durante el resto de su patética vida. —Con todo el aspecto de un espectro, Ivy cogió una gran bocanada de aire que se llevó todo el calor de la sala—. Puedes creerlo.

Subí la mirada por la lana desgastada de la camisa de Nick y encontré su rostro ceniciento y lleno de miedo. Por primera vez aquel hombre tenía miedo. Y yo también. Joder, hasta Jenks se había apartado de ella.

Nick se alejó con una sacudida y después, obviamente impresionado, dio un paso atrás para ponerse fuera de su alcance.

—Rachel…

—Adiós, Nick —dije sin inmutarme, tenía la sensación de que me estaba subiendo la tensión. Seguía sin entender cómo era posible que aquel hombre creyese que vender a Al información sobre mí, aunque fuera información inofensiva, no era una traición de todo lo que habíamos compartido.

No lo miré marcharse. Con los ojos bajos, cogí una guinda ensartada en una espada. Aquella masa dulce carecía de sabor cuando me la metí en la boca. Tragué y puse la espada roja de plástico junto a Jenks para que se la llevara a sus críos.

—Estoy cansada de esto —susurré, pero no creo que nadie me oyera. Jenks tomó una cucharada del pastel crujiente y me observó con sus penetrantes ojos verdes.

—¿Estarás bien? —preguntó con la boca llena.

Cogí una cuchara y sostuve el plato para poder arrebatarles un trozo más grande todavía de helado.

—Como una reina. —¿Por qué estaba comiendo? Pero si ni siquiera tenía hambre.

La música se acabó al fin y al amparo del sonido renovado de la cháchara, Ivy se llevó una servilleta a la boca y murmuró:

—No me gusta esto. No me gusta en absoluto. Y no me gusta Nick. No confío en Nick. Y si no aparece con ese camión para hacer su parte, lo voy a matar.

—Y yo te ayudo —se ofreció Jenks mientras partía con cuidado por la mitad el helado que quedaba y se quedaba con el trozo más grande.

—Está bien. Cometí un error al confiar en él. ¿Podemos hablar de otra cosa? —dije, después rebañé la mayor parte del caramelo hacia mi lado del plato.
Que
Dios me ayude, pero he sido muy estúpida. Quédate con los tuyos, Rachel. Aunque tampoco se puede decir que tu historial en ese campo sea mucho mejor—. Pero en lo que sí confío es en su codicia —añadí, y Jenks levantó las cejas.

Moví un hombro y toqué el bolso que tenía en el regazo.

—Quiere la estatua, así que va a aparecer, aunque solo sea para intentar robarla al final.

Ivy se cruzó de brazos y se puso más furiosa todavía.

Jenks ladeó la cabeza, pensativo, y se comió otro trozo de pastel crujiente.

—¿Quieres que le diga a Jax que lo siga? —preguntó, pero negué con la cabeza.

—Quizá haga demasiado frío —dije—. Esto puede saltárselo.

—Está llevando bien lo de las excursiones con temperaturas bajas —dijo Jenks con la boca llena, después tragó—. Estoy orgulloso de él. —Una sonrisa satisfecha planeó en sus ojos—. Ya sabe leer —añadió en voz baja—. Ha estado esforzándose mucho. Habla en serio cuando dice que quiere parecerse a su viejo.

A mí me vaciló la sonrisa al pensar en los motivos para todas aquellas lecciones a Jenks no le quedaban muchas más batallas que librar. Ivy se tranquilizó ligeramente y quedó patente que se estaba obligando a animarse un poco.

—Eso es genial —dijo pero yo percibí el estrés de su voz—. ¿En qué curso está?

Jenks apartó el plato.

—Por las tetas de Campanilla, yo qué sé. En uno lo bastante alto para apañárselas.

Me concentré en la puerta del baño cuando salió Nick con la cabeza gacha, era obvio que estaba preocupado. Exhalé el aire con un lento resoplido y me recosté sobre el respaldo de la silla.

—Ah, estupendo, lo que faltaba —dije con amargura—. Los amuletos tienen algún problema.

Con una expresión preocupada en su rostro triangular, Jenks siguió mi mirada y no dijo nada. Ivy no miró, solo esperó hasta que Nick se sentó delante de su
bloody rabbit virgen
y echó un trago.

—Me aprietan los zapatos —susurró, le temblaban los dedos. Me lo quedé mirando con la boca abierta. No era la voz de Nick.

—¿Peter? —dije sin aliento, conmocionada. Lo miré a él y después a Ivy y a Jenks—. Dios mío. ¡Bueno, qué, sé cocinar o sé cocinar!

A Ivy se le escapó el aire en un lento suspiro.
Otra cosa menos
, pensé mientras la veía tachar mentalmente el siguiente punto de la lista.

Jenks esbozó una gran sonrisa y empezó a comer otra vez, esa vez dedicándose a mi mitad del helado.

Intenté no mirara Peter, pero no era tan fácil. El vampiro se sentó a mi lado y apoyó los brazos en la mesa como si estuviera cansado, con un leve temblor en los dedos, que eran una pizca más cortos que los de Nick y delgados, no hinchados. Los dos hombres se habían intercambiado la ropa junto con la identidad, y era espeluznante lo completo que era el cambio. Solo en los ojos vi una diferencia clara. En los de Peter había una bruma, producto del analgésico que había tomado para poder ponerse de pie y caminar. Menos mal que la que iba a conducir era yo.

—No me extraña que esas cosas sean ilegales —dijo Ivy, pero ocultó sus palabras detrás del vaso de zumo.

Mi preocupación se profundizó cuando oía Jenks.

—Su aura es la misma.

—Mierda —susurré y se me hizo un nudo en el estómago—. Se me olvidó eso.

Jenks se terminó el helado y apartó el plato con un pequeño suspiro.

—Yo no me preocuparía demasiado —dijo—. Los hombres lobo no pueden usar siempre jamás. No pueden ver las auras.

Avergonzada, me incliné sobre mi vaso.

—Tú sí. Y tú tampoco puedes usar siempre jamás.

Jenks sonrió.

—Eso es porque los pixies somos siempre jamás. Somos mágicos, nena. Pregúntale a Matalina.

Ivy se rió por lo bajo. Cogió una guinda y Jenks puso su espada con la mía cuando la vampira se la dio con gesto despreocupado.

—¿Sabes? —dije—, puedes comprar una caja por un dólar cincuenta en cualquier ultramarinos.

Jenks se encogió de hombros.

—¿Y qué gracia tiene eso?

Al oír las pullas, Peter sonrió y a mí me dolió el corazón cuando recordé a Nick mirándome así.

—Ojalá hubiera tenido la oportunidad de conoceros antes de todo esto —dijo en voz baja—. Encajáis muy bien juntos. Como una camarilla de vampiros, pero sin los celos y la política. Una familia de verdad.

Mi buen humor murió allí mismo. Jenks se puso a juguetear con su tenedor, quería que se sostuviera sobre las cuatro puntas mientras Ivy encontraba un nuevo punto de interés en los hombres lobo de la barra.

Peter parpadeó a toda prisa, una reacción nerviosa que yo nunca había visto en Nick.

—Lo siento —dijo—. He dicho algo…

Ivy lo interrumpió.

—Peter, con todo ese tráfico en el puente tenemos como una hora hasta que Nick se ponga en posición. ¿Quieres algo de comer?

Me levanté un poco para buscar a Becky y lancé un gañido cuando Jenks me dio una patada por debajo de la mesa. Lo miré furiosa hasta que se explicó.

—No te gusta Nick. Nick puede pedir su propia comida.

Me derrumbé en la silla, me sentía como una estúpida.

—Ya.

Así que intenté no removerme como una niña nerviosa mientras Peter tardaba los siguientes cinco minutos en conseguir que Becky le prestara atención. Por el rabillo del ojo vi que Nick salía del baño con el mismo aspecto que el vampiro enfermo que estaba sentado a mi lado intentando que lo mirara cualquiera que llevara delantal. Joder, Nick incluso caminaba como Peter, con pasos lentos y doloridos. Era espeluznante. Aquello se le daba muy bien.

Un ladrón profesional
, me recordé mientras me aferraba a mi bolso para asegurarme que todavía lo tenía yo. ¿Cómo había podido estar tan ciega? Pero sabía que mi ignorancia había nacido de una necesidad, la necesidad de esa maldita aceptación que yo ansiaba tanto como Ivy codiciaba la sangre. No éramos tan distintas como parecía cuando te ponías a mirar bien.

Los nervios empezaron cuando perdí de vista a Nick. Me volví para mirar a Ivy y leí el progreso de mi ex por el bar por la dirección que tomaban los ojos de mi compañera de iglesia.

—Es bueno —dijo Ivy mientras tomaba un sorbo de su zumo—. Audrey no lo reconoció hasta que abrió la boca para decir hola.

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