Alex leyó el apellido en su tarjeta de identificación.
—Está perfecto, Langman, gracias.
Langman sonrió mientras ajustaba el cableado. Alex se entretuvo en contemplar el enjambre de personas que se movían a su alrededor, algo completamente normal, pues estaba sentado en el sillón de pruebas del dispositivo. En solo unos instantes iba a comenzar la prueba de la única versión del software que quedaba por analizar, la 1.36. Si había algún fallo, tenía que salir a relucir en esa prueba, y como era de suponer nadie quería perdérselo, menos aún tras enterarse de quién era el «sujeto de pruebas».
Alex suspiró, fijándose en la aparentemente anárquica coreografía del personal: los informáticos tecleaban y movían sus ratones, siguiendo indicaciones de Lee. Mezclados entre ellos, los ingenieros de Mark comprobaban los cables, las comunicaciones y la temperatura de los servidores. Todos se movían a la vez, y la sensación era de «caos organizado», concepto que a él, personalmente, le encantaba.
Cerró los ojos durante unos segundos, en los que recordó la conversación de un par de horas antes con Stephen. Tras hablar con Lia, Alex sabía que no iba a estar a su lado durante la prueba, como había hecho en las anteriores. Si
Predator
fracasaba, lo que también fracasaría sería su idea, y no estaba dispuesto a soportar sus cínicos comentarios. Por ello decidió ofrecerse a realizar la prueba, lo que le permitiría forzar el software, a lo que Boggs en principio se negó. Ningún jefe de equipo había realizado los tests, y no quería incumplir esa norma que él mismo había impuesto, por seguridad. Ellos estaban allí para analizar, por eso se les pagaban esos astronómicos sueldos. Alex le había replicado en su despacho:
—Stephen, en esta versión
tenemos
que encontrar algo —dijo, apoyando los brazos sobre su mesa—. Ya han muerto dos personas y una tercera está en coma en el hospital. Quiero probarlo yo, estoy sano y la neurología y el comportamiento son mis especialidades. ¿Acaso necesitas leer mi curriculum de nuevo? Si hay un error en el software… —hizo una pausa para añadir fuerza a su argumento— te aseguro que lo encontraré.
Boggs intentó discutir con él, sin mucho énfasis. El americano tenía muchas ganas de encontrar algo que poder reportar a los patrocinadores del proyecto. Alex sacó partido de eso y de que, al igual que el resto del equipo, estaba cansado e irritado. En pocos minutos de intenso debate el americano cedió, una hora después todo el personal sabía quién iba a probar el dispositivo.
Langman, el técnico que acababa de ajustarle las gafas, apareció de nuevo en su campo de visión, apoyando una mano en su hombro, cariñosamente.
—Estamos seguros de que va a encontrar ese error —y susurrando, añadió—. Además, he apostado por usted desde el principio. Hasta ahora he perdido mucho, pero hoy seguro que me recupero con creces, ¡ánimo!
Sonrió ampliamente y se despidió con un saludo. Alex asintió con la cabeza; desconocía que se hubieran realizado apuestas alrededor de su software, pero se alegró de estar ahí, en medio del meollo. Seguro que los técnicos ahora le mirarían de otra forma.
—Iniciando la última prueba, la versión 1.36 del software del dispositivo —anunció Lia.
A Alex se le aceleró el corazón cuando oyó, por su auricular, cómo ella daba las órdenes preparatorias que ya se sabía de memoria, mientras Chen iniciaba la simulación.
De repente volvió a estar, virtualmente hablando, en Madrid. Concretamente en la plaza de Bilbao, con esa bella mezcla de edificios antiguos y nuevos que solo puede verse en esa ciudad. Los cientos de letreros luminosos flotantes de sus gafas le indicaban dónde estaba y hacia dónde podía ir. Empuñó el joystick con fuerza y empezó a desplazarse.
Durante veinte minutos cumplió al pie de la letra el protocolo, solicitando mediante órdenes verbales y mentales una serie de indicaciones preestablecidas de antemano. Tras completarlas, se encontró en la plaza de Alonso Martínez, maravillado como siempre del excelente comportamiento del dispositivo. No era lo mismo verlo funcionar desde fuera que con las gafas puestas. Sin embargo, también se entristeció, al no haber notado nada extraño. Se consoló pensando en que, hasta ese momento, era más o menos normal no haber notado nada. Los siguientes minutos eran cruciales. Lia le pidió lo que él estaba esperando:
—A partir de este momento, por favor, camina sin rumbo.
Alex intentó dejar la mente en blanco y caminar sin pensar en ningún destino. Gracias a las etiquetas que aparecieron en sus gafas, supo que andaba por la plaza de Santa Bárbara, en dirección a Fernando VI. Siguió andando, tratando de no prestar atención a los nombres de las calles, y giró a la izquierda, sin saber por qué.
Buena señal
, pensó. Al pasar vio un bar que le era familiar.
¿Por qué?
, se preguntó, y entonces recordó que había estado allí con Lia con una extraña mezcla de excitación y fastidio. Siguió deambulando, intentando zafarse de la imagen de su compañera. Pasó frente a una cervecería, donde una vez cogió una buena borrachera con otros dos médicos del hospital con los que compartía las guardias, y por la puerta de un pub, donde también recordaba haber estado.
Sonrió brevemente, pensando en que iban a creer que era un alcohólico. Sin embargo, él supo que su subconsciente estaba rememorando sitios en los que había estado con personas a las que apreciaba. Súbitamente, la sonrisa se esfumó de su rostro, al recordar que no le quedaba mucho tiempo. Y algo le decía que había
algo
más en su ruta. Trató de concentrarse y, tras despejar de nuevo la mente, giró a la izquierda, de nuevo sin saber por qué.
¿Buena señal también?
, se preguntó de nuevo, solo que con más dudas que antes. Tras andar unos metros se encontró en una calle más ancha; sabía que era Génova, pues desembocaba en la plaza donde había empezado a andar poco antes. Descubrió que había caminado en círculo.
No puede deberse al azar
—pensó—
, pero, ¿cuál es la relación?
Tampoco entendió por qué
Predator
no detectaba nada. Si había algún fallo, ya debería haber salido a la luz. Comenzó a sentirse angustiado, y una gota de sudor comenzó a deslizarse por su frente. Siguió andando y cruzó un paso de cebra, mientras el dispositivo le bombardeaba con todo tipo de información, a la que ya apenas prestaba atención.
¿Dónde está el maldito fallo? ¿Por qué no aparece de una vez?
, se preguntaba sin parar. Fue entonces consciente de que el laboratorio estaba completamente en silencio. La tensión era palpable, aunque él estuviera concentrado en su camino. Si no encontraba el fallo inmediatamente, todo habría terminado, pues quedaban escasos instantes para que Lia diera por terminada la prueba.
Se dio cuenta de que otra vez había pensado en ella. Contrayendo la mandíbula, intentó dejar, por enésima vez desde que inició el simulacro, la mente en blanco. Para ello centró su mirada en el lugar que tenía delante, y en ese preciso instante la sangre se le heló en las venas. Frente a él, casi invitándole a entrar, se encontraba un conocido local de copas, el Samnuloc. Era un pub como cualquier otro de los miles que había en Madrid, salvo por un pequeño detalle: allí, un frío día de invierno, él se había sentido el hombre más feliz del planeta. Había salido con unos cuantos compañeros, Lia entre ellos. Casi a punto de irse a casa, Alex había notado cómo ella se acercaba y, tras un rato de coqueteo, se abrazó a él. En aquel momento pudo sentir cómo su corazón se detenía, mientras que un hormigueo le devoraba por dentro. Y es que en ese sitio, instantes después de abrazarle, fue donde Lia le besó por primera vez.
Salió de su recuerdo al oír varias alarmas a su alrededor que saltaron al unísono, con distintos sonidos y colores. Las oyó a través del auricular, pero también fuera de este. Procedían de varios monitores del laboratorio, en los que las pantallas se habían teñido de mensajes y recuadros en rojo. Escuchó varias voces hablando al unísono. A duras penas distinguió la de Lee, por encima del resto, repitiendo un mensaje:
—¡Ha encontrado algo! Repito… ¡
Predator
ha encontrado algo!
—¿Cómo lo has hecho? —dijo Stephen—. ¡Pensaba que no lo ibas a conseguir!
Se oyeron risas nerviosas. Todos los coordinadores, menos Chen, estaban en el despacho de Boggs. El asiático estaba aún concluyendo sus análisis, y en cualquier momento aparecería por la puerta con los resultados definitivos. Mientras, Alex estaba siendo sometido a un incómodo interrogatorio.
—No lo sé —contestó, azorado—, no he hecho nada en especial.
Era una verdad a medias. La parte cierta era que no había hecho nada conscientemente, pero de alguna forma el dispositivo le había guiado hacia un sitio con un gran significado en su relación con Lia. Y eso era lo que
Predator
debía de haber detectado. Así que esa versión del software era la errónea, pensó, pues permitía encontrar aquello que el subconsciente deseaba. Aun así, el hallazgo no cuadraba con el hecho de que se hubieran producido muertes anteriores a ella. Él estaba seguro de que todos los sucesos tenían que estar relacionados, pero la evidencia de que esa versión era la anómala parecía casi definitiva.
Si no, ¿por qué iba a haber detectado un fallo
Predator
?
, pensó.
Miró alrededor y vio que todos, a excepción de Lia, miraban a Boggs, que seguía su exposición de lo poco que conocían hasta el momento. Ella se mostraba indiferente, de hecho no había dado ninguna muestra de haber recordado el Samnuloc.
Es imposible, hasta para ella tuvo que significar algo
, se dijo, dubitativo. Mordiéndose el labio, se dio cuenta de algo: los resultados de Chen le podían meter en un aprieto. Y es que si le preguntaban por el pub y mentía, Lia sabría que lo había hecho, y podría obstaculizar el avance del proyecto. Pero si decía la verdad, no quería ni imaginarse la reacción de su compañera. Desalentado, volvió a centrarse en la pantalla. Se le heló la sangre en las venas cuando vio que el americano mostraba una imagen de la entrada al condenado local.
—Sé que es una pregunta complicada, Alex —dijo, volviéndose para mirarle—, pero he de hacértela por el bien del proyecto. —El médico notó cómo se le erizaba el vello—: ¿Alguna vez has tenido problemas con el alcohol?
Se hizo un silencio sepulcral, todos volvieron sus cabezas hacia él. Tras coger aire, soltó una sonora carcajada.
—Stephen, te aseguro que me alegra responder que… ¡en absoluto!
Oyó murmullos de aprobación y vio los gestos de asentimiento de los presentes.
Por milímetros…
, pensó. Había estado seguro de que le iba a preguntar por el Samnuloc, pero no fue así, y Stephen había orientado el fallo al habitual tópico del vicio oculto. Era cierto que tenía algunos: uno de ellos, sin ir demasiado lejos, tenía los ojos azules y estaba presente en esa misma habitación.
¿Pero el alcohol? ¡Menuda tontería!
, pensó satisfecho.
En ese momento se abrió la puerta y apareció Chen, con su portátil en las manos, abierto y con la pantalla iluminada. Alex dio un respingo cuando vio que se dirigía directo hacia él. Intuía que sus conclusiones no iban a ser tan inocentes como las de Boggs, pues el asiático era muy meticuloso y se sentía responsable de todo error, seguro que se había empleado a fondo.
—Doctor Portago —le preguntó, acercándose—, es muy importante que me responda ahora mismo a una cuestión: ¿ha percibido alguna pauta de anormalidad en su ruta? ¿Algo familiar en ella, quizá?
Alex sintió cómo de repente la sangre se le agolpaba en las mejillas, y la vista se le nubló. Debía pensar una excusa, y rápido.
—Lee —se adelantó Boggs—, ¿sabes ya dónde está el error?
Alex respiró agradecido, acababa de ganar unos segundos.
—Ese es el problema —contestó Chen—,
Predator
ha indicado que había un fallo, en concreto en una pauta de respuesta que ha considerado anómala, relacionada con los bares por los que ha pasado, sobre todo el último. Por eso es importante saber si el doctor tiene algún tipo de enlace emocional con ellos.
El pulso de Alex se aceleró. Quiso mirar a Lia de reojo, pero fue incapaz. Notó una bola de saliva atascarse en su garganta.
—Pero el doctor Portago dice que no tiene problemas con la bebida… —matizó Boggs—. ¿A qué se debe, entonces?
—Sí, lo he oído por el intercomunicador —dijo Chen, señalándose el auricular bluetooth—. No es eso lo que busco. Verá, hemos realizado análisis de todas las variables, y por supuesto hemos tratado de localizar el código que generaba dicha respuesta. Si
Predator
ha encontrado algo, es que existe una pauta relacionada con esos sitios por los que ha caminado el doctor Portago.
—¿Entonces, has encontrado algo? —preguntó Boggs, ligeramente irritado.
Alex sintió cómo el corazón le golpeaba con fuerza la pared torácica. A pesar del aire acondicionado, notó el sudor recorriendo su espalda.
—Hemos verificado los resultados, por eso he tardado tanto —dijo el asiático, alzando sus manos en señal de paciencia—. La ruta escogida por Alex, según los análisis… —la pausa se le hizo eterna a Alex— se debe por entero al azar.
El médico por fin soltó el aire que estaba reteniendo, y un hormigueo de relajación le recorrió la piel. Había faltado poco para que centraran la discusión en el maldito Samnuloc, así que le importó bastante poco ver los rostros de decepción del grupo. Para él, era una gran noticia que no sospecharan nada de ese local. Lo importante era que si había una respuesta anómala que había hecho saltar las alarmas,
Predator
habría marcado el código que la generaba. Bastaba con modificar ese código y, con suerte y esfuerzo, podrían cumplir los plazos. Todo, por supuesto, gracias a él, pensó, y una oleada de satisfacción recorrió su cuerpo. Quizás hasta Lia se dejara invitar a cenar, para celebrarlo.
—Entonces, ¿qué es lo que ha detectado
Predator
? —inquirió Boggs.
—Eso es lo más curioso —respondió Chen—.
Predator
ha detectado una pauta de respuesta anómala… Por eso le he preguntado al doctor Portago si esos sitios significaban algo para él —dijo, mirando de nuevo al neurólogo.
Otra vez no
, pensó Alex. Solo que en esta ocasión estaba más preparado que antes.
—No, en absoluto —mintió.
—Me lo imaginaba —añadió Chen, dirigiéndose de nuevo a Boggs—. Tenemos un problema, cuando hemos ido a localizar el código que ha generado la pauta que ha hecho saltar las alarmas de
Predator
… —tragó saliva antes de continuar—, este no ha señalado ninguno.