Realidad aumentada (25 page)

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Authors: Bruno Nievas

Tags: #Ciencia ficción, Fantástico

BOOK: Realidad aumentada
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Así no habrá ningún sufrimiento innecesario
—dijo el repugnante ser.

¿Por qué tengo que morir precisamente yo?
—pensó él—.
¿¡Por qué necesitáis que muera!?
Como si fuera una especie de respuesta, el rostro de Lia se dibujó en su mente cristalino, diáfano, con todo lujo de detalles. Sus preciosos y enormes ojos azules ocuparon toda su visión interior.
¿Lia, qué tiene que ver ella?
Entonces notó un intenso dolor en el pecho, que pareció ahogarle. Todo se hizo negro. Y por fin dejó de sufrir.

Jueves, 19 de marzo de 2009

Alex abrió los ojos. De forma inconsciente silenció el grito que subía por su garganta. Una tenue luz que entraba por el balcón de la habitación y el bullicio de la calle le recordaron dónde estaba. En Madrid, con Lia,
y vivo
, pensó recordando la pesadilla. Aún sentía una intensa taquicardia, y le preocupó que los sueños se estuvieran volviendo tan vívidos. Pensó que, como siguieran así, pronto iba a ser complicado distinguirlos de la realidad. Para colmo, se dio cuenta con preocupación, ese era nuevo, y evidentemente relacionado con los acontecimientos de la noche anterior. Eso no le gustó nada.

De repente se acordó de Lia. Giró la cabeza y la vio a su lado, durmiendo. Durante unos minutos se dedicó a contemplarla embobado. Por esa mujer estaba dispuesto a enfrentarse a una invasión extraterrestre si eso era necesario. Pero por el momento tenían otro destino.

Busca a… Joan Pacal. En Palenque… México
. Las palabras susurradas por un Skinner moribundo revolotearon por su cabeza. Le resultaba imposible dejar de rememorarlas. Se las había relatado a Lia exactamente como las había oído. Ella no podía creer que el periodista hubiera decidido ayudarles. «¿No será una trampa?», le había preguntado cuando se las dijo. Pero Alex estaba seguro de que no: Skinner estaba muriéndose, y no hubiera tenido ningún sentido llevarse ese secreto a la tumba.

Para él, el mensaje era claro y había recuperado la esperanza de obtener la información que por fin aclarara lo que estaba ocurriendo con ese condenado chip, la causa de todos sus malditos problemas,
y de que nos hayan disparado en la calle.
El problema era que, cuanto más avanzaban, más lejos parecían estar de las respuestas.
Palenque, México
, se repitió. En ese momento Lia abrió los ojos. Se dio cuenta de que la estaba mirando fijamente.

—¿Pasa algo? —preguntó ella asustada y abriendo los ojos de par en par.

—No, solo… he tenido una pesadilla.

—Me has asustado, Alex —dijo ella mirando el reloj—. ¡Me he quedado dormida! ¿Cómo me lo has permitido? Tenemos cosas muy importantes en las que pensar, ¿no crees?

Alex suspiró. Los terribles acontecimientos de la noche anterior habían calado muy hondo en Lia. Ver cómo asesinaban a un hombre en plena calle era duro, pero intuir que ellos también eran objetivos potenciales era demasiado. Así que nada más llegar a su hotel habían llamado a Jones: les intentó tranquilizar, asegurándoles que les tenía vigilados, algo que evidentemente no consiguió. Pero a pesar de ello el agotamiento hizo efecto y ambos cayeron rendidos. Para decepción de Alex —no pareció el momento adecuado— no había cruzado con Lia ni una caricia, aunque ahora, al pensar en ello, se aproximó a ella con intención de besarle los labios.

—Lo siento, no puedo —dijo ella apartando el rostro—. Y sabes que me gustaría. Pero, aparte del hecho de que nos están vigilando, no logro quitarme de la cabeza los dos cadáveres de anoche. Y… —suspiró— así no puedo. Debes comprenderlo.

—Como quieras —dijo con evidente fastidio.

Su móvil comenzó a vibrar y vio un número largo en la pantalla.

—¿Es
él
? —preguntó Lia.

Era una llamada procedente de Estados Unidos y Alex sabía perfectamente de quién era. La noche antes había podido convencer a Lia de que tenían que llegar al final de ese asunto, algo que pasaba por viajar a México, pero cuando se lo había relatado a Boggs este había estallado en cólera: su historia del amigo había quedado en evidencia y su nueva petición le pareció inaceptable. Insistió en que su sitio estaba en el laboratorio y Alex argumentó que corrían peligro, así que si tenía que hablar con el mismísimo Baldur, lo haría sin reparos. Para su sorpresa, Boggs le invitó a que lo hiciera. Con esto, llamó a su oficina central y, tras varios intentos, consiguió hablar con uno de sus asistentes personales. Este le indicó que el millonario contactaría con él en las próximas horas, y el momento parecía haber llegado.

—Si no consigo convencerle será el fin de esta historia —dijo, deslizando el dedo índice por la pantalla del teléfono.

—¡Me he enterado de lo que os ha pasado! —oyó que exclamaba Baldur—. Gracias a Dios, me alegro de que estéis bien. Y aunque me duele que le mintieras a Stephen, entiendo que lo estás haciendo por el bien del proyecto. Así que espero que tengas algo verdaderamente interesante que contarme.

Alex le explicó que estaba seguro de que podía encontrar la verdadera fuente de los problemas gracias al chivatazo de una persona a la que había puesto a trabajar en ese tema. Obviando la mayoría de los detalles, le relató cómo esa persona había establecido una posible relación entre el chip de Baldur y Milas Skinner, que casualmente había fallecido la noche anterior en el tiroteo del que ellos habían salido indemnes. Afortunadamente aún seguían teniendo una pista que investigar: el nombre que les había facilitado Skinner.

—¿Me estás diciendo que hay una trama de espionaje industrial alrededor de mi chip? ¿Y con un asesinato de por medio? —dijo Baldur, en tono preocupado—. Esto es mucho más serio de lo que pensaba, Alex. A partir de ahora me encargaré personalmente de este asunto. Dime, por favor, los datos que te ha proporcionado ese tal Skinner, ordenaré que los investiguen.

—Lo siento, William —respondió Alex, sorprendiendo al americano—, pero hemos de hacerlo nosotros.

—¿Qué? No puedo autorizarte a seguir con eso —zanjó Baldur—. Y Stephen os necesita en el laboratorio.

—¿Es que no entiendes que son nuestras vidas las que están en juego? —insistió el neurólogo, furioso—. Además, con suerte serán solo unos días, es un viaje relámpago a Ciudad de Palenque, en…

—¿Ciudad de Palenque? —le interrumpió Baldur—. ¿En México?

—Sí, así es —dijo Alex, sorprendido por la rápida reacción del millonario—. Necesitamos llegar hasta allí y algo de equipamiento.

—¿Y qué más?

Alex se quedó sin habla.

—¿Eso significa que podemos ir? —preguntó dubitativo.

—Bajo ciertas condiciones.

El pulso se le aceleró. Se preguntó qué había dicho esta vez para lograr convencer a Baldur. ¡Lo había conseguido!

—También me será útil —dijo, tembloroso— cierta ayuda externa. Necesitaré fondos para costearla.

La línea quedó en silencio unos segundos, tras los que Baldur finalmente habló:

—Alex, confío en que sepas lo que estás haciendo. Tengo mucho dinero, pero no un presupuesto ilimitado para tus corazonadas. Si voy a subvencionar tu viaje a México es porque tengo, digamos, algunos datos que podrían encajar con los tuyos. Dime la cantidad que necesitas y en unas horas tendrás una cuenta con fondos, pero ten claras dos cosas: primero, desde este momento se han terminado todas las mentiras, subterfugios y engaños de los que te vales para manipular a la gente; y segundo, debes tenerme informado de todo lo que hagas. Me resulta molesto tener que recordarte que puedo arruinarte la vida con solo dar una orden, y te aseguro que tengo medios para cerciorarme de que cumples tu palabra. Recuerda que te admiro y que confío plenamente en ti, no me hagas cambiar de opinión.

Alex frunció el entrecejo. No había que ser un lumbreras para darse cuenta de que que Baldur conocía parte de lo que acababa de contarle. En primer lugar no le había notado especialmente sorprendido, tampoco le encajaba el súbito cambio de opinión al conocer su destino y, por otro lado, tuvo que admitir que el millonario llevaba razón: financiaba la mayor parte del proyecto e iba a costear su cara expedición. Por otra parte, si le contaba que la pista original provenía de Jules Beddings, sin duda le prohibiría seguir adelante; además, el riesgo de que vendiera o filtrara la información a la competencia sería considerado alto. Por supuesto, tampoco le había hablado de Owl ni de su verdadera motivación para llevar a cabo todo ese esfuerzo: estar con Lia. Suspirando, se dio cuenta de que había demasiadas cosas que era mejor no contarle a Baldur.

—Llevas razón —le contestó por fin—, tienes derecho a conocer todo aquello que esté relacionado con tu financiación. Así que no más mentiras —dijo, consciente de que acababa de soltar la primera—. Lo único que te pido es que mantengas oculto el nombre de la persona que me va a ayudar. Cuando esto acabe, serás el primero en tener toda la información.

—Tendrás noticias mías —le dijo Baldur antes de colgar.

Alex cerró los ojos, aliviado.

—¿Ocurre algo malo? —oyó que preguntaba Lia.

Él negó con la cabeza.

—En absoluto: nos vamos a México —dijo, esperanzado—. A resolver esta maldita historia de una vez.

—¡Estoy de mi trabajo, de mis compañeros y de mi jefe hasta el gorro! —dijo Owl nada más descolgar el teléfono—. ¡Me han preguntado que por qué tengo tres ordenadores en mi mesa!, ¿te lo puedes creer? Claro que entiendo que a ellos uno solo ya les abrume. Para lo que hacen, podrían compartirlo entre cuatro y no se notaría…

—Veo que tienes grandes problemas —dijo Alex en tono irónico—. Escúchame, tengo algo para ti.

—¿Un lanzallamas?

—Owl, esto va en serio: alguien pretende matarme. No sé quién es ni por qué quiere hacerlo, pero anoche mismo salí vivo de un tiroteo. Es casi un milagro que Lia y yo estemos vivos.

—¿Estabais en el tiroteo de Madrid? ¿Y os dispararon? ¡
Eso
es un curro y no la mierda que hago yo aquí!

—Sí, es exactamente igual que en las películas… —dijo el neurólogo enfadándose—. De hecho, murió una persona. ¡Lia y yo no hemos parado de reír, recordándolo!

—¿Y tú, tienes armas? ¿Le disparaste a alguien? —fue evidente que Owl no había captado el tono de Alex—. ¡No pensaba que fueras un Indiana Jones en potencia! Oye, ¿no sería culpa de Lia, verdad? Seguro que te metió en un follón de los gordos, siempre he dicho que esa chica…

—¡Owl, ya basta! —dijo, apretando los dientes y acercándose el teléfono a los labios.

—Lo siento, colega —dijo Owl, en tono fastidiado—. Pero es que
ella
no me gusta y acabas de decirme que ayer os pudieron matar. Me preocupo por ti, ¿sabes?

—Está bien, ahora déjame hablar, por favor —le pidió Alex—: La persona a la que mataron nos proporcionó una pista. Lo malo es que conduce a México.

—¿México? ¿Qué narices se te ha perdido en México? ¡Lo que mola es Hong-Kong, tío, allí la piratería es legal! ¿Lo sabías? En México solo hay… —El pirata hizo una pausa, en la que Alex perdió la poca paciencia que le quedaba—. Vaya, no lo sé, ¿qué hay en México?

—Owl, ¿¡eres idiota o qué!? ¡Te estoy diciendo que temo por mi vida, que estoy vivo de milagro y tú sigues con tus fugas mentales! ¿Es que nunca vas a madurar?

—Tío, creo que no soy la persona adecuada para ayudarte. Percibo un cierto tono de desconfianza en tu voz.

Alex respiró hondo.
¿Un cierto tono de desconfianza?
—pensó—.
¡Solo un loco o un desesperado se pondría en tus manos!
Enseguida se dio cuenta de que él estaba no en una sino en ambas de esas dos posibilidades. Resignado, decidió cambiar el tono de la conversación:

—Siento haberte hablado mal —dijo, pensando que resultaba irónico tener que disculparse ante un tío que probablemente se estaría hurgando la nariz en ese momento—. Necesito tu ayuda.

—¡Mucho mejor!

—Debo encontrar a una persona que suponemos que está en México y necesito tenerte disponible para consultarte antes de realizar cualquier movimiento. El problema es que no me fío de… —hizo una pausa para pensar cómo definir a Baldur sin revelar nada— quien corre con los gastos.

—¡Vale! —exclamó Owl satisfecho—. Pero ya sabes que me ponen muy nervioso las pistolas y los muertos, y hablar con alguien al que le van disparando, yo qué sé, ¡me da mal rollo!

Alex suspiró. En su extraño lenguaje secreto (que básicamente solo entendía él mismo) Owl acababa de decirle que aquello le daba miedo. Teniendo en cuenta que era un paranoico y bastante cobarde, resultaba admirable que estuviera dispuesto a ayudarle. Se dio cuenta de que la amistad de su amigo había jugado un papel fundamental en esa decisión.

—Llevas razón, amigo —le dijo, apesadumbrado—. A pesar de que había pedido un presupuesto que consideraba elevado, empiezo a pensar que realmente es una cifra ridícula. Existe un gran riesgo, y no sé si ya te has involucrado demasiado. No podría soportar que te ocurriera algo, y por doscientos mil miserables euros…

—¿Doscientos mil euros? —le interrumpió el
hacker
—. ¿Por qué nunca empiezas las conversaciones por la parte interesante? ¡Por supuesto que acepto!

Alex miró el teléfono como si en la pantalla acabara de aparecer el asesino de Kennedy. Estaba claro que con Owl era muy complicado atinar. Eso explicaba su reducido número de amigos y la total ausencia de chicas que suspiraban por él.

—Owl, esto no es ninguna broma —dijo seriamente—. No quiero que nadie corra ningún riesgo. De hecho, una de tus labores sería cerciorarte de nuestra seguridad, y me refiero a la de todos, evitando pinchazos, programas espía y otros ardides tecnológicos. Además, necesito a alguien que me ayude a guiarme sobre el terreno, aunque sea a distancia, y tú eres perfecto para obtener información rápida y fiable.

—¡Dalo por hecho, tío! ¿No voy a hacer eso por un amigo y por una cantidad de dinero, digamos aceptable?

—¿Cómo piensas hacerlo? —dijo el neurólogo, sonriendo.

—No debería ser complicado —respondió Owl pensativo—. Supongo que te proporcionarán un teléfono por satélite o un módem para poder conectarte a Internet allí en México. Por lo poco que me has contado creo que esa gente no escatima en gastos, ¿verdad?

—Exacto.

—Entonces solo necesitarás tu Macbook Pro y tu iPhone. Compra baterías de repuesto y cargadores solares. A mí me han sacado de más de un apuro en mis viajes a Hong-Kong. Si dispones de un teléfono con capacidad módem será pan comido: compartirás la conexión a Internet del portátil con tu iPhone
,
así hablarás conmigo usando un pequeño programa que te voy a enviar a tu correo. Los datos irán codificados, claro.

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