Read Temerario I - El Dragón de Su Majestad Online
Authors: Naomi Novik
Tags: #Histórica, fantasía, épica
El constante ajetreo y el rápido crecimiento habían suavizado, al menos temporalmente, la tristeza de Temerario. Ningún dragón era más largo que él, salvo Maximus; superaba incluso a Lily, a pesar de que ésta seguía teniendo una envergadura mayor. Aunque no se hizo valer ni los alimentadores le concedieron preferencia alguna, Laurence tuvo ocasión de ver que la mayoría de los restantes dragones le cedía el paso a la hora de comer, y aunque no se hallara en términos demasiado amistosos con alguno de ellos, estaba demasiado ocupado como para prestarles atención; en buena medida, algo muy similar a lo que le ocurría a Laurence con el resto de los aviadores.
La mayor parte del tiempo se hacían compañía el uno al otro y rara vez se separaban, excepto para comer y dormir. En verdad, Laurence sentía poca necesidad de otra compañía. Sin duda, le alegraba bastante ese pretexto, que le permitía evitar casi por completo compartir las veladas con Rankin. Aunque, con reserva, cruzaba palabras con él en todas las ocasiones en que le era imposible evitarlo, y sentía que al menos había frenado su amistad si no la había deshecho del todo. Al menos, la relación de Temerario y Laurence con Maximus y Berkley se estrechó, lo cual impedía que estuvieran totalmente aislados entre sus compañeros, aunque Temerario continuó prefiriendo dormir fuera, en el campo, en lugar de en el patio con los demás dragones.
Les habían asignado la tripulación de tierra para Temerario. Además de Hollín como jefe, Pratt y Bell, armero y curtidor respectivamente, formaban el núcleo junto a Calloway, el soldado de artillería. Muchos dragones no tenían más dotación, pero los maestros le fueron concediendo a regañadientes más asistentes cuando continuó creciendo; primero uno y luego otro, hasta que la dotación de Temerario tuvo sólo unos pocos hombres menos que la de Maximus. El encargado del arnés respondía al nombre de Fellowes. Era un hombre silencioso, pero digno de confianza, con unos diez años de experiencia en el puesto y mucha mano izquierda a la hora de conseguir hombres adicionales que no eran de la Fuerza Aérea. Se las ingenió para conseguir ocho hombres para atender el arnés, ya que los del Cuerpo no querían servir con Temerario bajo ningún concepto porque Laurence insistía en que siempre que fuera posible el dragón no llevara puesto el equipo, por lo que le debían quitar y poner el arnés con más frecuencia que a los demás dragones.
A excepción de estos hombres, el resto de la dotación de Temerario estaba compuesta en su totalidad por oficiales, hijos de caballeros, e incluso los operarios venían avalados por los oficiales o por sus compañeros. A Laurence le costó acostumbrarse a dar órdenes a aquellos diez novatos en lugar de a marinos avezados. En la Fuerza Aérea no había vestigio alguno de la brutal disciplina del contramaestre, no se podía azotar ni amedrentar a esos hombres; el máximo castigo era la expulsión. Laurence no podía negar que aquello le gustaba más, aunque se sentía desleal al admitir cualquier fallo de la Armada, incluso aunque lo hiciera en su fuero interno.
Como había supuesto, los oficiales no tenían defectos de gravedad o, al menos, no más que en su experiencia anterior. La mitad de los fusileros eran guardiadragones totalmente inexpertos que apenas diferenciaban la boca del rifle de la culata. Sin embargo, parecían bastante voluntariosos y se superaban con rapidez. Collins era demasiado entusiasta, pero tenía buen ojo; si Fonnel y Dunne seguían teniendo problemas a la hora de acertar al blanco, al menos recargaban con notoria rapidez. Su teniente, Riggs, resultaba un tanto lamentable; era un tipo nervioso, precipitado, y además gritaba al cometer pequeños errores, pero disparaba bien y conocía el oficio, aunque Laurence hubiera preferido a un hombre con más aplomo para guiar a los demás. No obstante, no podía elegir libremente a su equipo; Riggs tenía jerarquía y se había distinguido en el servicio, por lo que al menos se merecía el puesto, aspecto que lo hacía superior a unos cuantos oficiales con los que Laurence se había visto obligado a servir en la Armada.
Todavía no se había designado a la tripulación aérea permanente, los ventreros y lomeros que se responsabilizaban del equipo de Temerario durante el vuelo, así como los oficiales de mayor rango y los vigías. Se daría una oportunidad de conseguir un puesto en Temerario a la mayoría de oficiales subalternos de la base actualmente sin destino durante el curso de su adiestramiento, antes de que se hiciera la asignación definitiva. Celeritas le había explicado que ésa era una práctica muy extendida para asegurar que los aviadores sirvieran en el mayor número posible de dragones diferentes, ya que las técnicas variaban muchísimo de una especie a otra. Martin lo había hecho bien en su ciclo y Laurence albergaba la esperanza de que el joven guardiadragon consiguiera un puesto permanente bajo su mando. Otros jóvenes prometedores también se habían recomendado a sí mismos.
La única cuestión preocupante de verdad era la del teniente primero. Los tres primeros candidatos asignados le habían decepcionado; todos eran adecuados, pero ninguno le había dado la impresión de tener verdadero talento, y por el bien de Temerario, más que por el suyo, se mostraba quisquilloso. Lo más desagradable era que le habían asignado a Granby en su turno, y aunque el teniente desempeñaba todos sus deberes a la perfección, siempre se dirigía a Laurence como «señor», mostrando así su animadversión cada vez que cumplía órdenes. Era un contraste tan evidente con la conducta de los demás oficiales que hacía sentir incómodos a todos. Laurence no podía sino pensar con pena en Tom Riley.
Dejando a un lado ese aspecto, estaba satisfecho, aunque cada vez sentía más deseos de realizar maniobras de instrucción. Por fortuna, Celeritas había dictaminado que Temerario y Maximus estaban ya casi preparados para unirse a la formación. Sólo faltaban por dominar las últimas maniobras complejas, en las que se volaba completamente bocabajo. Ambos dragones se encontraban en mitad de estas prácticas cuando Temerario comentó a Laurence:
—Por ahí viene Volly, se dirige directo hacia nosotros.
Laurence ladeó la cabeza para ver una pequeña mota gris que aleteaba en su rápido camino hacia la base.
Volly penetró directamente en el valle y tomó tierra en el patio de entrenamiento —una violación de las reglas del puesto mientras se desarrollaba una práctica—y el capitán James bajó de la espalda del dragón de un salto para hablar con Celeritas. Interesado, Temerario se enderezó y permaneció suspendido en el aire para observar, zarandeando a toda la dotación a excepción de Laurence, que para entonces ya se había acostumbrado a ese movimiento. Maximus siguió volando un poco más, hasta que se dio cuenta de que estaba solo; entonces, dio la vuelta y voló de regreso a pesar de los gritos de protesta de Berkley.
—¿Qué se supone que pasa? —preguntó Maximus con voz sorda; al ser incapaz de mantenerse en el aire, debía volar en círculos.
—Escucha, torpón —gritó Berkley—, ya te lo dirán si es de tu incumbencia. ¿Vas a regresar a las maniobras?
—No lo sé. Tal vez deberíamos preguntar a Volly —contestó Temerario—. Y ya no tiene sentido que sigamos ejercitando los movimientos, ya nos los sabemos todos —agregó.
Sonó tan obstinado que Laurence se sobresaltó. Se inclinó hacia delante con cara de pocos amigos, pero Celeritas los llamó urgentemente antes de que pudiera hablar.
—Ha habido una gran batalla en el mar del Norte, a las afueras de Aberdeen —informó sin más preámbulos en cuanto aterrizaron—. Varios dragones del puesto de Edimburgo respondieron a las señales de socorro de la ciudad. Aunque han repelido el ataque francés, Victoriatus ha resultado herido. Se encuentra muy débil y tiene dificultades para mantenerse en el aire. Vosotros dos sois lo bastante grandes para ayudarle a sostenerse y traerle con más rapidez. Volatilus y el capitán James os guiarán. Id enseguida.
Volly tomó la delantera y salió volando a una velocidad de vértigo, dejándoles atrás con suma facilidad. Se mantenía al alcance de la vista a duras penas. Maximus ni siquiera podía mantener el ritmo de Temerario; sin embargo, valiéndose de banderas de señales y unos cuantos gritos precipitados a través de las bocinas, Berkley y Laurence acordaron que el Imperial Chino se adelantaría y su tripulación iría enviando señales luminosas regulares para guiar a Maximus.
Temerario se lanzó a tumba abierta en cuanto se acordó el plan. En opinión de Laurence iba demasiado deprisa. Aberdeen estaba a poco menos de doscientos kilómetros y los otros dragones irían hacia ellos, acortando así la distancia que los separaba. Aun así, iban a tener que ser capaces de volar la misma distancia para traer a Victoriatus, e incluso aunque sobrevolaran tierra firme y no el océano, no podrían aterrizar y descansar con el dragón herido reposando sobre ellos, ya que no lograrían hacerlo despegar después. Iba a ser necesario moderar la velocidad.
Laurence lanzó una mirada al cronómetro sujeto al arnés del dragón y esperó a que la manecilla del minuto cambiara para empezar a contar los golpes de ala. Veinticinco nudos. Demasiado deprisa.
—Temerario —le llamó—, tómatelo con calma, por favor. Tenemos mucho trabajo por delante.
—No estoy cansado en absoluto —respondió el dragón, pese a lo cual redujo la velocidad.
Laurence consiguió fijar la nueva marcha en quince nudos, un buen ritmo que Temerario podía mantener casi de manera indefinida.
—Pasen la orden de que quiero ver al señor Granby —dijo Laurence; poco después, el teniente, que soltó los mosquetones rápidamente para poder avanzar, se encaramó a la base del cuello de Temerario—. En su opinión, ¿cuál es la velocidad máxima a la que pueden traer al dragón herido? —le preguntó Laurence.
Por una vez, Granby no respondió con fría formalidad, sino pensativamente. Todos los aviadores se mostraban muy circunspectos en cuanto se mencionaba que un dragón estaba herido.
—Victoriatus es un Parnasiano —dijo—. Un dragón de peso medio bastante grande, más pesado que un Tanator. El puesto de Edimburgo no tiene dragones de combate pesado, por lo que los que le traen deben de ser también de peso medio. No pueden avanzar a más de veinte kilómetros por hora.
Laurence se detuvo para convertir los kilómetros en nudos y hacerse una idea. Luego asintió. En tal caso, Temerario doblaba esa velocidad. Si se tenía en cuenta la velocidad de Volly al traer el mensaje, les quedaban unas tres horas antes de que hubiera que empezar a buscar al otro grupo.
—Muy bien. También podemos aprovechar el tiempo. Haga que lomeros y ventreros intercambien su posición para entrenar. Luego, creo que vamos a hacer unas prácticas de tiro.
Se sentía bastante tranquilo y se arrellanó en su asiento. Se percató de la excitación de Temerario por el débil temblor que palpitaba en la parte posterior de su cuello. En cierto modo, era la primera acción de combate del dragón, por supuesto. Laurence le acarició la protuberancia del lomo con suavidad. Ordenó intercambiar de posición a los fusileros y se volvió para observar los movimientos que había mandado. Por orden, un lomero descendía hacia el entoldado inferior a la par que un ventrero subía al superior por el otro costado, de forma que los pesos respectivos de ambos se equilibraban. Cuando un hombre culminaba el ascenso, se aseguraba en su posición y daba un tirón a la correa indicadora, que alternaba secciones blancas y negras, para que avanzara un tramo. Poco después, volvía a avanzar otro tramo, lo que indicaba que el hombre que había descendido también se había sujetado. Todo se desarrolló sin complicaciones. En ese momento, Temerario llevaba tres guardiadragones en los entoldados superior e inferior, el intercambio les llevó menos de cinco minutos en total.
—Señor Alien —dijo Laurence con brusquedad llamando al orden, por descuidar su deber de vigilar a los demás hombres en su tarea, a uno de los vigías, el cadete de más edad, al que pronto ascenderían a alférez—. ¿Me podría decir quién está ahora arriba, por el noroeste? No, no se vuelva a mirar. Debe ser capaz de responder a esa pregunta en el momento que se le formula. Hablaré con su instructor, ¡ponga cuidado en su trabajo!
Los fusileros ocuparon sus posiciones y Laurence asintió con la cabeza para que Granby diera la orden. Quienes estaban en el lomo del dragón empezaron a arrojar los finos discos de cerámica empleados como blancos y los tiradores se turnaban al disparar intentando alcanzarlos en el aire al pasar. Laurence observó y frunció el ceño.
—Señor Granby, señor Riggs, he contado doce aciertos de los veinte discos. ¿Coincide esa cifra con sus cuentas…? Caballeros, espero que no sea necesario recordarles que esto no valdrá contra los tiradores de élite franceses. Empecemos de nuevo a un ritmo más lento. Buscamos primero la precisión; luego, la velocidad. Señor Collins, haga el favor de no apresurarse tanto.
Los tuvo disparando durante casi una hora y luego puso a la dotación a efectuar los complicados ajustes del arnés propios de cuando estallaba una tormenta durante el vuelo. Después de eso, él mismo descendió para observar a los hombres situados debajo mientras volvían a disponer el equipo para el buen tiempo. No llevaban pescantes a bordo, por lo que no les pudo ordenar que hicieran prácticas de acomodación en las grupas para desmontar todo el equipo, y pensó que lo hubieran hecho igual de bien incluso con el equipo adicional.
Temerario se volvía de vez en cuando para seguir cada maniobra con ojos relucientes, pero la mayor parte del trayecto estuvo abstraído. Ganaba o perdía altura para aprovechar las corrientes más idóneas, que le permitían avanzar con algún esporádico aleteo, lo suficiente para mantener el vuelo. Laurence colocó la mano sobre los grandes y nudosos músculos del cuello de Temerario y percibió la suavidad con la que se movían, como si debajo de la piel hubiera aceite. No sintió la tentación de distraerlo hablando por ser innecesario. Sin necesidad de palabras, sabía que Temerario compartía su satisfacción de encauzar al fin el entrenamiento conjunto hacia un objetivo real. Hasta ahora, que de nuevo se veía ocupado en el servicio activo, Laurence no había comprendido del todo su propia y callada frustración por haber sido degradado de oficial en activo a mero cadete.
Las tres horas transcurrieron deprisa según el cronómetro. Era el momento de prepararse para ayudar al dragón herido. Maximus estaba quizás a una media hora detrás de ellos, por lo que Temerario tendría que cargar con Victoriatus sólo hasta que el Cobre Regio les diera alcance.