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Authors: Michael Blake

Tags: #Aventuras

Bailando con lobos (36 page)

BOOK: Bailando con lobos
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Aunque no hizo ninguna demostración pública de ello, Pájaro Guía quedó asombrado al observar el progreso de Bailando con Lobos. Su valentía y habilidad para repeler el ataque de los pawnee era algo que no se podía pasar por alto, pero lo que verdaderamente conmovió al chamán fue su progreso como comanche, sobre todo en su dominio del lenguaje.

Él sólo había pretendido aprender algo de la raza blanca y era duro, incluso para un hombre de la experiencia de Pájaro Guía, aceptar el hecho de que este soldado blanco solitario, que hacía pocos meses no había visto nunca a un indio, se hubiera convertido ahora en un comanche.

Pero aún más difícil de creer fue que se hubiese convertido en líder de otros comanches. Sin embargo, la evidencia estaba allí, delante de todos: en los hombres jóvenes que le buscaban y en la forma que tenían todos de hablar de él. Pájaro Guía era incapaz de imaginarse cómo podía haber sucedido todo eso. Finalmente, llegó a la conclusión de que formaba parte del Gran Misterio que rodeaba al Gran Espíritu.

Fue una verdadera suerte que él aceptara estos cambios tan rápidos, porque eso ayudó a preparar el camino para la otra sorpresa que le esperaba. Su esposa le habló de ello mientras estaban en la cama, durante su primera noche después del regreso.

—¿Estás segura de eso? —preguntó él, totalmente confundido—. Me resulta difícil creerlo.

—Cuando los veas juntos, lo sabrás —susurró ella confiadamente—. Todos han podido verlo.

—¿No te parece una buena cosa?

Su esposa contestó la pregunta con una risita.

—¿No es siempre una buena cosa? —replicó, apretándose un poco más contra él.

Lo primero que hizo Pájaro Guía a la mañana siguiente fue aparecer ante la tienda de la nueva celebridad. Su rostro aparecía tan nublado que Bailando con Lobos se sintió desconcertado.

Intercambiaron unos saludos y se sentaron.

Bailando con Lobos acababa de empezar a preparar su nueva pipa cuando Pájaro Guía, en un despliegue insólito de mala educación, interrumpió a su anfitrión.

—Estás hablando bien —dijo.

Bailando con Lobos dejó de introducir el tabaco en la pipa.

—Gracias —dijo—. Me gusta hablar comanche.

—Entonces, dime…, ¿qué es eso que hay entre tú y En Pie con el Puño en Alto?

A Bailando con Lobos casi se le cayó la pipa de entre las manos. Balbuceó unos sonidos ininteligibles antes de poder decir algo coherente.

—¿Qué quieres decir?

El rostro de Pájaro Guía enrojeció de enojo y volvió a hacer una pregunta similar.

—¿Hay algo entre tú y ella?

A Bailando con Lobos no le gustó su tono de voz. La contestación que le dio tuvo el tono de un desafío.

—La amo.

—¿Quieres casarte con ella?

—Sí.

Pájaro Guía se quedó pensativo. Podría haberse opuesto al amor por el amor, pero no podía encontrar nada que desaprobar mientras ese amor se cobijara en el matrimonio.

Se levantó.

—Espera aquí, en la tienda —dijo con firmeza.

El chamán se marchó antes de que Bailando con Lobos pudiera replicar.

En cualquier caso, él habría contestado afirmativamente. La actitud brusca de Pájaro Guía le hizo sentir mucho miedo y se quedó sentado donde estaba.

Pájaro Guía pasó por las tiendas de Cabello al Viento y Ternero de Piedra, quedándose unos cinco minutos en cada
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Al regresar a su propia tienda se descubrió a sí mismo sacudiendo la cabeza de nuevo. De algún modo, había esperado que sucediera esto. A pesar de todo, seguía pareciéndole desconcertante.

«¡Ah, el Gran Misterio! —exclamó con un suspiro para sus adentros—. Siempre intento verlo llegar, pero nunca lo consigo».

Ella estaba sentada en la tienda cuando él entró.

—En Pie con el Puño en Alto —le espetó, llamando inmediatamente su atención—. Ya no eres viuda.

Y tras decir estas palabras, salió de la tienda y se dirigió en busca de su poni favorito. Necesitaba salir a dar un largo paseo en solitario.

Bailando con Lobos no llevaba mucho tiempo esperando cuando Cabello al Viento y Ternero de Piedra aparecieron delante de su tienda. Pudo verles echar un vistazo al interior.

—¿Qué estás haciendo ahí dentro? —preguntó Cabello al Viento.

—Pájaro Guía me dijo que esperara.

Ternero de Piedra sonrió con malicia.

—Pues entonces es posible que tengas que esperar mucho rato —dijo con una risita—, porque Pájaro Guía salió a cabalgar por la pradera hace un momento y daba la impresión de que se lo iba a tomar muy tranquilamente.

Bailando con Lobos no supo qué hacer o decir. Observó entonces una sonrisa de satisfacción en el rostro de Cabello al Viento.

—¿Podemos entrar? —preguntó con timidez el corpulento guerrero.

—Sí, por favor…, por favor, sentaos.

Los dos visitantes se acomodaron delante de Bailando con Lobos. Parecían tan presumidos como dos escolares.

—Estoy esperando a Pájaro Guía —dijo él con rapidez—. ¿Qué es lo que queréis? Cabello al Viento se inclinó un poco hacia delante. Seguía mostrando una actitud presumida y sonriente.

—Se dice por ahí que quieres casarte.

El rostro de Bailando con Lobos empezó a cambiar de color. En apenas unos segundos pasó de un ligero rubor rosado al más profundo de los rojos. Sus dos invitados se echaron a reír.

—¿Con quién? —preguntó febrilmente.

Los guerreros compartieron entonces expresiones de duda.

—Con En Pie con el Puño en Alto —contestó Cabello al Viento—. Eso es lo que hemos oído decir. ¿Acaso no se trata de ella?

—Ella está en duelo —balbuceó él—. Es una…

—Hoy ya no —le interrumpió Ternero de Piedra—. Hoy ha sido liberada. Pájaro Guía lo hizo.

Bailando con Lobos se tragó el nudo que se le había formado en la garganta.

—¿Lo hizo?

Los dos hombres asintieron, ahora más serios, y Bailando con Lobos se dio cuenta de que ahora era legítimo seguir adelante con la idea del matrimonio. Su matrimonio.

—¿Qué tengo que hacer?

Sus visitantes se quedaron observando el interior de la tienda casi vacía, con expresiones severas. Terminaron su breve inspección sacudiendo la cabeza al mismo tiempo, con tristeza.

—Eres muy pobre, amigo mío —dijo Cabello al Viento—. No sé si podrás casarte. Tienes que entregar algunas cosas, y yo no veo muchas por aquí.

Bailando con Lobos miró a su alrededor y su expresión también se fue entristeciendo por segundos.

—No, no tengo muchas cosas —admitió. Hubo un breve silencio—. ¿No podéis ayudarme? —preguntó al fin.

Los dos hombres aprovecharon la escena en todo lo que valía. Ternero de Piedra retorció la boca en un gesto con el que daba a entender que no se comprometía a nada. Cabello al Viento bajó la cabeza y se acarició una ceja.

Después de un prolongado silencio que fue muy angustioso para Bailando con Lobos, Ternero de Piedra emitió un profundo suspiro y le miró directamente a los ojos.

—Es posible —dijo.

Cabello al Viento y Ternero de Piedra pasaron un buen día. Se lo pasaron muy bien a costa de Bailando con Lobos, sobre todo a causa de las divertidas expresiones de su rostro, mientras recorrían el poblado haciendo tratos sobre caballos.

Normalmente, las bodas son ocasiones tranquilas, pero la singularidad de los novios, junto al hecho de que estuviera tan cercana la gran victoria alcanzada sobre los pawnee hizo que todos se sintieran muy bulliciosos, llenos de buena voluntad y expectativa.

La gente estaba ávida por participar en la novedad de hacer una colecta para Bailando con Lobos. De hecho, todo el poblado quiso participar en ello.

Quienes poseían muchos caballos se sintieron muy felices de aportar una contribución. Hasta las familias más pobres quisieron entregar unos animales de los que no podían prescindir. Fue duro tener que rechazar las ofertas de esas personas, pero así lo hicieron.

Como formando parte de un plan preestablecido, los contribuyentes procedentes de todas las partes del poblado empezaron a traer caballos a la caída del crepúsculo y para cuando apareció la estrella de la noche delante de la tienda de Bailando con Lobos había reunidos más de veinte buenos caballos.

Con Ternero de Piedra y Cabello al Viento actuando como padrinos, el novio tomó la reata de ponis y la llevó a la tienda de Pájaro Guía, atándola en el exterior.

La generosidad de sus compañeros le resultaba profundamente conmovedora. Pero deseando dejar algo propio y querido, se quitó la funda del gran revólver de la Marina y dejó el arma fuera de la entrada.

Luego, regresó a su propia tienda, y envió a sus padrinos en su nombre, disponiéndose a pasar una caprichosa noche de espera.

Al amanecer, se deslizó fuera de su tienda y echó un vistazo hacia la de Pájaro Guía. Cabello al Viento le había dicho que si la propuesta era aceptada, los caballos ya no estarían allí. En caso contrario, los encontraría aún delante de la tienda.

Los caballos no estaban.

Durante la hora siguiente se estuvo preparando para hacerse presentable. Se afeitó con mucho cuidado, sacó brillo a las botas, limpió el peto de hueso y se aceitó el cabello.

Acababa de terminar todos estos preparativos cuando escuchó la voz de Pájaro Guía llamándole desde el exterior.

—Bailando con Lobos.

Deseando no encontrarse tan solo en ese momento, el novio se agachó y salió de su tienda.

Pájaro Guía le estaba esperando allí, con un aspecto extraordinariamente elegante, con sus mejores galas. Unos pocos pasos por detrás de él estaba En Pie con el Puño en Alto. Y detrás de ellos se había reunido todo el poblado, que los observaba con solemnidad.

Intercambió unos saludos formales con el chamán y escuchó con atención mientras Pájaro Guía se enfrascó en un discurso acerca de lo que se esperaba de un esposo comanche.

Bailando con Lobos no podía apartar la mirada de la diminuta figura de su novia. Ella permanecía de pie, inmóvil, con la cabeza ligeramente inclinada. Llevaba puesto el buen vestido de gamo, con los dientes de alce sobre su corpiño. En los pies se había vuelto a poner los mocasines especiales y alrededor del cuello lucía un pequeño collar de hueso.

Mientras Pájaro Guía hablaba, ella sólo levantó la mirada en una ocasión y al ver la expresión de su rostro Bailando con Lobos se sintió tranquilizado y seguro de sí mismo. Nunca se cansaría de contemplarla.

Parecía como si Pájaro Guía no fuera a parar de hablar, pero finalmente lo hizo.

—¿Has escuchado todo lo que he dicho? —le interrogó el chamán.

—Sí.

—Bien —murmuró Pájaro Guía.

Luego, se volvió hacia En Pie con el Puño en Alto y le dijo que se adelantara. Ella así lo hizo, con la cabeza todavía agachada. Pájaro Guía la tomó de la mano. Se la pasó a Bailando con Lobos y le dijo que la llevara al interior de la tienda.

El matrimonio se consumó cuando ambos pasaron por la entrada. Una vez que lo hubieron hecho, todos los presentes se alejaron tranquilamente, dirigiéndose a sus hogares.

Durante toda la tarde, la gente del campamento de Diez Osos acudió en pequeños grupos para depositar regalos ante la entrada de la tienda de los recién casados, quedándose apenas el tiempo suficiente para dejarlos. A la puesta del sol se había amontonado una cantidad impresionante de objetos ante la tienda.

Era como un día de Navidad del hombre blanco.

Por el momento, este hermoso gesto de la comunidad fue totalmente ignorado por la nueva pareja. El día de su boda no tenían que ver ni a la gente ni sus regalos porque ese día se quedaban en su hogar, y la entrada de la tienda permanecía cerrada.

Capítulo
28

Dos días después de la boda se convocó un consejo. Las recientes y fuertes lluvias, que habían caído al final de la estación, habían renovado el ya escaso pasto, y se decidió retrasar el traslado invernal en beneficio de la manada de ponis. Al quedarse un poco más, los caballos podrían engordar unos pocos kilos adicionales, que podrían llegar a ser cruciales para pasar luego el invierno. Así pues, la tribu se quedaría otras dos semanas más en el campamento de verano.

A nadie le agradó más esta decisión que a En Pie con el Puño en Alto y a Bailando con Lobos. Ellos se pasaron el primer día de su matrimonio como flotando descuidadamente, y no deseaban que se interrumpiera ese ritmo especial. Abandonar la cama ya era bastante duro. Tener que recoger sus cosas y marchar a lo largo de cientos de kilómetros, formando parte de una larga y ruidosa columna, era algo impensable por el momento.

Habían decidido intentar que ella se quedara embarazada, y la gente que pasaba cerca de la tienda raras veces veía la entrada abierta.

Cuando Bailando con Lobos aparecía, sus compañeros se dedicaban invariablemente a tomarle el pelo. Caballo al Viento fue particularmente despiadado en sus burlas. Si Bailando con Lobos pasaba a verle para fumar un poco, se veía saludado invariablemente con alguna pregunta indiscreta sobre el estado de salud de su virilidad, o con un gesto burlón exagerado por verle fuera de la cama. Cabello al Viento incluso trató de endosarle el apodo de Una Abeja, en una clara alusión a su interminable polinización de una sola flor, aunque, afortunadamente para el nuevo esposo, el apodo no tuvo éxito entre los demás. Bailando con Lobos dejaba que las bromas le resbalaran por la espalda. El hecho de tener a su lado a la mujer que deseaba le hacía invencible y nada podía causarle el menor daño.

La vida que hacía fuera de la tienda era profundamente satisfactoria. Salía a cazar todos los días, casi siempre con Cabello al Viento y Ternero de Piedra. Los tres se habían hecho grandes amigos y era raro ver que uno de ellos se marchara sin ir acompañado por los otros dos.

Las conversaciones con Pájaro Guía continuaron. Ahora eran fluidas y no había límites a los temas de que trataban. El apetito de Bailando con Lobos para aprender excedía con mucho el de Pájaro Guía, y el chamán era el que más hablaba sobre toda clase de cosas, desde la historia de la tribu, hasta la curación por las hierbas. Se sentía muy animado al ver el profundo interés que demostraba su alumno por el espiritualismo, y más que contento por satisfacer aquel apetito. La religión comanche es muy sencilla, basada, como está, en el ambiente natural de los animales y los elementos que los rodeaban. La práctica de la religión, en cambio, es compleja. Está llena de rituales y tabúes, de tal modo que sólo hablar de este tema mantenía ocupados a los hombres.

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