El Oráculo de la Luna (14 page)

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Authors: Frédéric Lenoir

BOOK: El Oráculo de la Luna
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Giovanni hizo una pausa, acechando en la mirada de su maestro una posible aprobación.

—Pico no consiguió llevar a cabo ese proyecto, cuyo carácter generoso tú destacas con justicia. En lo que a mí respecta, soy bastante escéptico en cuanto a la posibilidad de unir armoniosamente tantas doctrinas distintas. Ya es bastante difícil, diga lo que diga Pico, intentar armonizar el pensamiento de Platón y el de su discípulo Aristóteles. Me parece bastante poco realista querer reconciliar en todo a Jesucristo y Zoroastro, a Moisés y Jámblico, a Mahoma y Agustín. Pienso que se pueden establecer ciertas convergencias, en efecto, pero hay también profundas divergencias. Te darás cuenta tú mismo a medida que vayas estudiando. Pero continúa tu exposición. ¿Qué más has aprendido de ese librito?

—Como vos me habíais dicho, su punto de vista sobre la libertad humana. Pico quiere mostrar que la dignidad del hombre procede del hecho de que es el único ser vivo desprovisto de una naturaleza propia que lo determine hacia uno u otro comportamiento. Puesto que el hombre no se halla determinado por su naturaleza, es el ser más libre que existe. Puede elegir el bien y el mal, vivir como un ángel o vivir como un animal.

»Pico incluso llega a decir que el hombre es creador de su propia vida. ¡Ese pensamiento me ha marcado profundamente! Podemos llegar a ser lo que queramos. Y a decir verdad, me siento muy atraído por esa perspectiva, aunque implica para nosotros una gran responsabilidad.

—¡Como ves —intervino vivamente Lucius—, no hay un pensamiento más alejado de la teoría luterana! Y es en ese punto en el que comparto la visión de nuestro amigo Pico.

Giovanni ardía en deseos de hacerle una objeción a su maestro, pero dudaba por miedo a parecer pretencioso. Finalmente, se echó al agua.

—Después de esta lectura, y viendo lo mucho que insistís, como Pico de la Mirándola, en el libre albedrío, me pregunto cómo podéis creer en la influencia de los astros. ¿No es contradictorio afirmar por un lado que el hombre es libre de crear su vida, y por el otro que está sometido al determinismo astral?

—¡Tienes toda la razón, hijo! —exclamó el filósofo, irguiéndose en la silla—. Esa es la razón por la que, aunque le apasionaba la magia y toda suerte de fenómenos ocultos, Pico siempre criticó vivamente la astrología.

—Pero, entonces, ¿por qué la practicáis vos? —insistió Giovanni, un poco desconcertado—. ¡Pietro incluso me ha asegurado que sois uno de los astrólogos más ilustres de la cristiandad!

—No sé si soy, o más bien era, un astrólogo ilustre —dijo el maestro con una pizca de falsa modestia—. De lo que estoy seguro es de que los astros no nos determinan. Como decía Tolomeo, el gran astrólogo de la Antigüedad que vivió en el siglo II en Alejandría, «los astros inclinan, pero no necesitan». Para Tolomeo, la influencia astral, que proporcionaba el carácter del individuo, se sumaba al condicionamiento familiar o de la ciudad, y el hombre conservaba siempre una parte de libre albedrío ante todas esas influencias. No hay, pues, ningún determinismo absoluto, ninguna fatalidad, salvo en caso de estar sometido a esos diversos condicionamientos y no ejercer el libre albedrío, como por desgracia sucede en el caso de los que viven únicamente según sus deseos carnales y no según su mente. Eso es, por lo demás, lo que Tomás de Aquino confirmaba. Pero el hombre capaz de dominarse y de modelar su carácter según las leyes superiores de la moral y de la mente escapa a toda fatalidad y coopera libremente en la construcción de su destino. En consecuencia, y es una suerte, toda predicción astrológica es imposible o incierta.

—Si he entendido bien, los astros influyen en el cuerpo y las pasiones, no en el alma espiritual del hombre, donde reside su libre albedrío.

—Exacto.

—Pero ¿cómo escapar a nuestros condicionamientos, ya sean familiares, colectivos o astrales, y liberarse o cooperar libremente en la construcción de nuestro destino en lugar de sufrirlo?

—Nadie escapa totalmente a sus condicionamientos. El hombre está marcado toda su vida por su lengua, su educación, su carácter innato… ¡y no sé cuántas cosas más! Sin embargo, aun con el peso de los condicionamientos por nacimiento…, un colérico siempre será un colérico y un artista siempre será un artista…, puede dominar su carácter, ser dueño de sí mismo, aceptar o rechazar el hecho de ceder a las pasiones. No nacemos libres, nos hacemos.

—Entonces, ante un hombre así, ¿un astrólogo no podrá predecir nada?

—Un astrólogo podrá decir que, con una configuración celeste determinada, por ejemplo, el planeta Marte en el ascendente, tal hombre es belicoso, tiene muchas posibilidades de ser herido o de herir a otras personas, será militar o mercenario. Todo eso se hará realidad sin duda alguna si verdaderamente el individuo no tiene conciencia de sí mismo y vive dejándose llevar por sus impulsos. En la medida en que aprenda a conocerse y a controlarse, podrá evitar que ciertas cosas se hagan realidad. Sin embargo, seguirá siendo ardiente en su interior, tendrá deseos de luchar, pero se negará a ejercer la violencia y se dominará. Podrá entonces forjarse un destino distinto del que parecía inscrito en su carta astral.

»Podrá hacerse monje, por ejemplo, y su violencia se transformará en una violencia totalmente espiritual para adquirir las virtudes celestes. Como dice Jesucristo: «El Reino de Dios se conquista por la fuerza y tan solo los violentos se apoderan de él».

Giovanni comprendía las palabras de su maestro, pero lo asaltaba una objeción. Pensando en su encuentro con Elena y en el oráculo de Luna, no pudo evitar preguntar al filósofo:.

—Pero ¿todos los acontecimientos del destino dependen solo del carácter? ¿No existen determinados encuentros, determinadas adversidades o determinados sucesos venturosos que están escritos desde siempre?

Lucius frunció los ojos de contento.

—¡Tienes toda la razón! Yo también creo que la divina Providencia ha querido poner determinados encuentros o determinados sucesos, afortunados o desafortunados, en nuestro camino. No escaparemos a ellos. Uno tendrá un grave trastorno de salud, otro conocerá a un maestro espiritual en un momento importante de su vida, un tercero se enamorará de una mujer muy concreta. Pero todos podrán reaccionar libremente frente a esos acontecimientos programados por el destino. El hombre enfermo podrá quejarse de su suerte y pasarse toda la vida gimiendo o bien salir interiormente fortalecido y engrandecido por esa adversidad; el joven podrá seguir al maestro espiritual o bien continuar su camino; y el que está enamorado podrá casarse con esa mujer o bien escoger a otra.

»Los astros son señales que la Providencia ha puesto para permitir que nos conozcamos mejor y descifremos los arcanos de nuestro destino, pero en ningún caso para determinarnos de manera absoluta. Hay que mirarlos como faros que nos iluminan y no como causas que nos alienan.

—Pero ¿cuál es el origen de la ciencia de los astros, maestro? ¿Cómo han llegado los hombres a establecer una relación entre la posición de los planetas en el momento de su nacimiento y los grandes rasgos de su carácter y de su destino?

—La observación de los fenómenos celestes es tan antigua como las primeras civilizaciones. Allí donde el hombre ha construido desde siempre pueblos y ciudades, ha observado el cielo. Tal como nos ha llegado, la ciencia de los astros nació mucho antes de la llegada de Jesucristo e incluso de Moisés, en las ciudades caldeas de Ur y Babilonia.

»Los caldeos…, por cierto, así es como llamaban los romanos a los astrólogos…, observaban los planetas y habían tomado la costumbre de anotar en tablillas de arcilla el movimiento caprichoso de los cuerpos celestes, así como todo fenómeno cósmico particular: conjunción de los planetas, aparición de un cometa, eclipse de Sol o de Luna. Como también anotaban todo suceso importante acaecido en la Tierra…, epidemias, hambrunas y cosechas excepcionales, nacimiento y muerte de reyes, guerras e invasiones…, acabaron por establecer correlaciones entre los sucesos celestes y los sucesos terrestres. Así es como nació la «astrología», término griego cuya etimología deberías poder deducir.

—«Discurso sobre los astros» —dijo Giovanni.

—Exacto. Los caldeos atribuyeron al Sol, a la Luna y a los cinco astros cuyos movimientos observamos en el cielo y que llamaron «planetas»…, de una palabra griega que significa «errante», puesto que se trata de astros errantes…, así como a los diferentes fenómenos cósmicos, la causa de los sucesos terrestres. Y puesto que esos sucesos celestes se reproducían con regularidad, dedujeron que producirían de nuevo en la Tierra sucesos similares. La observación a lo largo de varios milenios permite validar este conocimiento empírico y prever una hambruna, una guerra o una inundación.

—Comprendo —dijo Giovanni—. Pero ¿cuándo se interesaron por el destino de los individuos?

—¡Mucho más tarde! Después de numerosos siglos de observación, primero tuvieron la idea de dividir la franja celeste en la que se puede observar el recorrido del Sol, de la Luna y de los otros planetas en doce porciones iguales de treinta grados cada una.

»Esa división correspondía, de hecho, a una doble observación. En primer lugar, la de las estrellas fijas: se dieron cuenta de que tal constelación se asemejaba por su forma a tal animal y le pusieron ese nombre a la porción de treinta grados del Zodíaco. Así fue como nació el simbolismo de los doce signos. Pero, más concretamente todavía, esos signos corresponden al ciclo anual del Sol y al ritmo de las estaciones. Tú que eres campesino lo comprenderás muy bien. El Zodíaco empieza con el equinoccio de primavera, el 21 de marzo. El primer signo, el de Aries, expresa, pues, ese surgir de la fuerza vital que anima la naturaleza al principio de la primavera. Por eso, los hombres que nacen durante ese período están marcados por un temperamento emprendedor, enérgico, audaz, belicoso en ocasiones. El 21 de abril llega Tauro. Es ese segundo período de la primavera que, como sabes, se caracteriza por la abundancia de las formas, el ascenso de las esencias vegetales, la aparición de los pastos abundantes. A semejanza de la naturaleza, encontramos en los nacidos bajo el signo de Tauro estabilidad, poder, plenitud sensual, pero también obcecación o rencor. ¡Son rumiantes!

»Después viene, a partir del 21 de mayo, el tercer período de la primavera: la conquista aérea de la vegetación por parte del ramaje y el follaje, pero también por el incesante ir y venir de las abejas libando. A ese período aéreo de intercambio corresponde el signo de Géminis, marcado por el movimiento, la adaptabilidad, la comunicación, así como también la superficialidad, el jugueteo.

»E1 22 de junio, el Sol ha alcanzado el punto más alto del cielo y los días están en su apogeo: es el solsticio de verano. La regresión de los días que tiene lugar hasta el siguiente solsticio de invierno está muy bien simbolizado por el cangrejo, o Cáncer, el único animal que anda hacia atrás. Los nacidos bajo el signo de

Cáncer tienen, pues, la mente orientada hacia su infancia y las cosas del pasado. En el transcurso de este primer período del verano es cuando se forman las semillas: toda la naturaleza se halla en gestación. Es, por consiguiente, un signo de fecundidad, de maternidad. Los nativos están apegados al hogar, a la familia, a los valores tradicionales. Son también creativos, con una poderosa imaginación.

—Mi madre nació en ese período del año.

—¿Tienes muchos recuerdos de tu madre?

—Sí. Me acuerdo muy bien de su cara y de sus finísimas manos. Tenía también una voz muy suave y no se enfadaba nunca, al contrario que mi padre. Él nació poco después que ella, hacia principios del mes de agosto.

—Ahora llegamos precisamente ahí —prosiguió el astrólogo—. El 23 de julio empieza el signo de Leo, que simboliza en la naturaleza el triunfo de la vegetación, la plenitud del fruto, el poder del Sol y del intenso calor. Los que nacen en ese período son seres enérgicos que necesitan ser influyentes y expresar su dominio o su creatividad. Pero también pueden pecar de orgullo o de vanidad.

Giovanni esbozó una sonrisa.

—El 23 de agosto, el Sol entra en el signo de Virgo —prosiguió Lucius—. Es el período de siega, es decir, el final de un largo proceso en el que el grano sembrado en invierno da la espiga madura. La espiga será cortada, los granos se desprenderán. Todo en la naturaleza se diferencia, se selecciona, se reduce. Los nativos de Virgo están marcados por la mente que calcula, separa, ordena. No poseen una gran energía vital, sino una fuerte capacidad de trabajo, de rigor, de análisis.

»Luego, el 23 de septiembre, llega el equinoccio de otoño, simbolizado por Libra. Es el equilibrio perfecto de la duración de los días y las noches. Es el equilibrio entre el calor del verano y la rudeza del invierno. Es un período de calma, de armonía. Así pues, los nativos de Libra están constantemente en busca de paz, de equilibrio, de justicia. Pero pueden ser también perpetuos indecisos. Son tan moderados y conciliadores como categóricos y provocadores son los nativos de Aries, signo del equinoccio opuesto. El 23 de octubre, el Sol entra en Escorpio. Este segundo signo del otoño marca la muerte de la vegetación: la hierba deja de crecer, las hojas caen y se pudren. Los nativos de este signo están intensamente marcados por esa fuerza de transformación, de muerte y de renacimiento, que puede convertirlos en seres angustiados o destructores si no consiguen hacer funcionar su alquimia interior, que los empuja a superar sus potentes instintos y a acceder a una luz superior, a un secreto oculto. Después viene el signo de Sagitario, el 22 de noviembre. Todo parece muerto en la naturaleza. Pero, a semejanza del centauro que dispara una flecha hacia el cielo, la persona Sagitario está interiormente vuelta hacia el renacimiento, sabe que la vegetación volverá a crecer y que esa muerte es solo aparente.

»Los hijos de Sagitario están, pues, orientados hacia un ideal elevado, son optimistas, se sienten atraídos por lo lejano, los grandes viajes del cuerpo o del alma. Enamorados de la libertad, pueden ser también rebeldes que no soportan tener ningún vínculo de dependencia. Hacia el día 21 de diciembre llega el solsticio de invierno. A semejanza de la naturaleza, totalmente despojada, concentrada, silenciosa, severa, los nativos de Capricornio son serios, concentrados, austeros, en ocasiones tristes y solitarios. Yo soy nativo de ese signo —precisó Lucius con una leve sonrisa.

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