Read Las normas de César Millán Online
Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier
Tags: #Adiestramiento, #Perros
Yo recomiendo que no se use el collar electrónico (ni ninguna otra herramienta avanzada, como el collar de pinchos o de estrangulación, de hecho) sin tener la formación a fondo que le dará un profesional cualificado. Por ejemplo, Bonnie Brown-Cali imparte clases sobre el uso ético de las herramientas que se basan en correctivos, incluido el collar electrónico.
El paseo: pasear con un collar de estrangulaciónSegún Katenna Jones, la AHA (American Humane Association) es muy precisa en sus indicaciones sobre el uso correcto del collar electrónico y recomienda su utilización sólo en los siguientes casos:
- Cuando lo emplee un profesional formado en la teoría del aprendizaje animal.
- Cuando lo emplee un profesional que tenga mucha experiencia con esa técnica o instrumento.
- En los muy infrecuentes casos de vida o muerte.
- Como último recurso, cuando no queda otra opción.
- Para hacer tres o menos de tres demostraciones (más de tres demostraciones raya en el maltrato y hay que parar de inmediato).
Creo que el collar de estrangulación es una herramienta útil, pero casi nunca lo uso a menos que un cliente ya lo haga y esté contento con él. De los 317 casos vistos en
El encantador de perros
sólo en un caso decidí yo mismo empezar a usarlo, ya que mi objectivo es que se establezca una relación más íntima entre el ser humano y el perro que lleve de forma gradual a la experiencia del paseo sin correa. Prefiero una correa sencilla y ligera fijada en la parte trasera del cuello, donde facilita el control, como habrá visto que hacen los que trabajan con perros de espectáculo. Pero muchas mujeres y hombres de constitución débil prefieren recurrir al collar de estrangulación, que les da más seguridad cuando tienen que tratar con un perro enérgico y fuerte. Es más, hay ciertos profesionales a los que entrevisté para este libro que lo consideran un instrumento útil en el adiestramiento, en particular con perros adultos que no tienen experiencia previa de paseo con correa siguiendo a una persona.
El experimentado adiestrador Joel Silverman nos dice: «Soy muy claro con el hecho de que uso el collar de estrangulación en ciertas circunstancias. ¿Y sabes qué? Nunca nadie, ni una sola persona en treinta y cinco años, ha venido ni me ha escrito para decirme que le moleste el modo en que lo utilizo. Es decir, pueden decirme que ellos prefieren no usarlo, que me parece perfecto. Pero la cuestión no es la herramienta, sino el modo de usarla».
Mark Harden, el adiestrador de Hollywood, me enseñó cómo utiliza él el collar de estrangulación durante un paseo con su pastor anatolio Oscar. Si se usa bien, la cadena de metal de este collar es menos cruel que una correa de tela. Nos dice: «Con un collar de tela el perro tiene la sensación constante de que lleva algo ahí y no puede hacer nada para aflojarlo o tensarlo. Eso siempre está ahí, así que no hay ningún momento de alivio. Por otra parte, los perros tienen el instinto de tirar. Si se les engancha la cabeza en algo, su instinto es tirar para sacarla. Puedes insistir todo el tiempo en eso y no cambiar nada y a mí me parece que quienes usan collares de tela incordian a sus perros en lugar de decir: “Zas. Ya está. Ya lo ha aprendido. Ahora vamos a seguir con lo nuestro tranquilamente”».
Mark acercó a Oscar para enseñarme cuál es la forma de poner bien el collar y me lo explicó: «Contigo mirando de frente al perro, la forma del collar tiene que parecer una P. Se lo pasas por la cabeza. Cuando ya está puesto, lo sueltas».
Mark me explicó mientras paseábamos por el área de trabajo: «Lo primero que hago cuando tengo que adiestrar a un animal para una película es pasearlo, simplemente, durante horas y días. Con eso le estoy diciendo al perro: “Tú andas como yo”. Creo que todo el control que tengo sobre él y nuestra relación fluye por esta correa. Si puedo conseguir que ande, puedo lograr que haga cualquier cosa. No hay presión, no tiro en absoluto. Es más, yo no podría tirar de este perro. Él me podría llevar donde quisiera, es como un cuatro por cuatro de ochenta kilos».
Ni la correa ni el collar fueron los que le dieron a Mark el control de aquel enorme animal, sino el liderazgo y la confianza que se había esforzado en establecer como parte de su relación con Oscar.
«Para mí el mayor error que se comete es olvidar que esta correa nunca debería estar tensa, excepto en ese segundo exacto en que quiero comunicarme con el perro. El resto del tiempo está floja».
Mark tiró de ella, ajustó el collar de Oscar y dijo: «Cuando veo a la gente pasear a sus perros, la correa siempre está así. Si lo normal es que esté suelta, no tengo que decir nada. No digo “atrás”, no grito, no hago nada: sólo paseo».
Mark continuó andando y tan pronto como notó que Oscar ya no le prestaba atención, se dio la vuelta y empezó a andar en el sentido contrario, dándole un tironcito correctivo. Osear lo siguió enseguida. Mark hizo lo mismo unas cuantas veces.
«Cambio todo el rato de dirección porque no me interesa especialmente que esté a mi lado, lo que me interesa es que esté pendiente de mí. Es como si le dijera: “Si no sabes dónde voy, Oscar, ¿cómo pretendes ir por delante de mí?”. Así que lo que hago es un toque rápido, zas, de forma que su propio peso sea lo que actúa contra él».
Mark cree que el problema de los collares de estrangulación es que no se sabe usarlos. Según él: «Para mí no hay mejor manera de educar y controlar a un perro que ésta. Es fácil, es la más rápida y no le molesta todo el tiempo como hace un collar de tela. Es un medio de comunicación rápido. En un día, en quince minutos, tengo un perro que pasea conmigo como si fuera mío desde pequeño. A la gente le parece magia, pero es porque no les han enseñado a usarlo bien».
Aunque él mismo consigue estupendos resultados con el collar de estrangulación, también sabe que cada uno tiene que descubrir qué le va bien a él.
«Si te funciona un collar de tela o si puedes conseguir buenos resultados con un arnés, no hay nada más que decir. He adiestrado a cientos de perros y esto es lo que mejor me funciona a mí. Jamás le he hecho daño a un perro con él. Lo que quiero decir es que un cuchillo también puedo usarlo para picar las verduras o para matar a alguien. La cuestión es cómo lo utilizas, no el instrumento en sí».
Katenna Jones, una experta en conductismo aplicado a la psicología animal que trabaja en la Office for Humane Education de la American Humane Association, tiene una opinión muy distinta de los collares de estrangulación. «Jamás he usado uno y jamás lo haré. ¿Que si funcionan? Seguro. Pero ¿son la herramienta menos cruel de la que disponemos? De ninguna manera. Si me encontrara con un cliente que lo utiliza, le diría que si quiere que colaboremos tiene que quitar al animal el collar de estrangulación. Yo principalmente adiestro, y en particular si son perros reactivos, con arnés de cabeza»
[3]
.
Aun así, incluso las herramientas más benignas, como los arneses de cabeza, pueden usarse mal si el propietario del perro no tiene la formación necesaria, es muy impaciente o está frustrado.
Kirk Turner nos advierte: «Yo veo a muchos que tiran de un Gentle Leader como si fuera un collar de estrangulación. Y me imagino lo que eso le hace al cuello del perro… El problema del Gentle Leader, como el de casi todas las herramientas, es que el perro sabe cuándo la lleva y cuándo no. Preferiría conseguir lo que quiero por medio de señales no verbales, como la técnica de bloqueo, y una actitud de calma y seguridad».
Como muestra nuestra encuesta del capítulo 2, lo primero y más importante es que el perro venga cuando se lo llama. Nada nos enfada más que un perro que no hace caso y sólo acude cuando le apetece. En muchos casos el frustrado dueño reñirá al perro cuando éste vuelve. Los perros viven en un mundo de causas y efectos, así que el animal no tendrá ni idea de por qué le gritan. Así, lo que le habrá enseñado su dueño es una asociación negativa con acudir a su llamada. La próxima vez es aún más probable que siga manteniéndose a distancia cuando lo llame. Coger a un perro con el que ya se ha perdido antes la paciencia no es nada fácil y hace que el dueño se enfade más, lo cual daña aún más el vínculo entre ambos. Y así se entra en un círculo vicioso.
Que un perro no venga cuando se lo llama también puede ser un peligro. Si usted llama al perro en circunstancias peligrosas, ya sea junto a una carretera o en otra zona con riesgo de accidentes, el miedo, el enfado u otras emociones negativas se percibirán en su voz y eso dará al perro razones para no querer acercarse aunque usted sabe que lo está llamando por su bien.
Martin Deeley afirma: «Hay muchas razones para que un perro quiera volver junto a usted. Se pueden agrupar en dos bloques básicos de emociones. El primero es porque quiere y el segundo es porque cree que debe. Oye cómo usted coge la correa para dar un paseo, cómo cae la comida en su cuenco y, como por arte de magia, el recuerdo le hace mover la cola. O bien le oye llamarlo y sabe que es mejor que vaya, porque si no habrá consecuencias. A veces es una mezcla de las dos cosas».
El hecho de que acuda a su llamada es parte de la relación que tiene con su perro, las cualidades de liderazgo que usted tiene, las recompensas y los placeres que le da, los límites y las fronteras que ha establecido, las consecuencias para él cuando no hace lo que le pide y, lo más importante, el deseo innato de su perro de estar con usted, de ser parte de su equipo y su manada.
En
¿Cómo criar al perro perfecto?
ya expliqué que criar a un perro desde que es un cachorro le facilita una especie de correa invisible, ya que todos los cachorros están programados para seguir. Una vez separados de su madre y sus compañeros de camada, dirigirán ese instinto hacia usted, su nuevo jefe de la manada. El primer paso para conseguir un perro que venga cada vez que se lo llama es aprovechar esos valiosísimos primeros ocho meses de su vida para desarrollar y reforzar ese vínculo invisible entre usted y él. Uno de los mayores errores que se cometen y que contribuye a que no sean obedientes cuando se los llama es permitirles demasiada libertad al principio. Claro que usted quiere que el cachorro tenga tiempo para jugar cuando le deja a su aire, pero cuando el cachorro es pequeño «libertad» quiere decir algo más que retozar por el jardín. También quiere decir estar cómodo y sentirse seguro sabiendo cuáles son las reglas de la manada y que siempre puede confiar en usted para que le proteja y le diga lo que tiene que hacer. Mientras aún es pequeño, concéntrese en condicionar a su cachorro para que piense que las mejores y más agradables cosas de su vida ocurren cuando está con usted. No cuando está solo por ahí olfateando la hierba o relacionándose con otros perros. Cuando, sin querer, enseña a su perro que vagar por su cuenta es parte de la cultura de su manada, habrá colocado acudir cuando lo llama muy abajo en su lista de prioridades. Entonces su frustración cuando él no haga caso a sus llamadas empezará a notarse en su lenguaje no verbal y en su ánimo, y usted mismo estará reforzando la impresión de que claramente es más agradable estar lejos de usted que cerca.
Martin Deeley conoce a los perros cobradores a fondo. Ha descubierto que jugar a tirar algo para que lo traiga un cachorro o un perro joven es una manera estupenda de animarlos a jugar al aire libre y hacer ejercicio a la vez que asocian la diversión a estar con usted.
Martin dice: «Si lo anima a que le traiga algún juguete que usted ha lanzado lejos, le da una oportunidad de correr además de mantener el control, ya que se concentra en la labor que le ha encomendado. Para empezar a crear una respuesta a un nombre diga el nombre del cachorro cuando alcance el objeto y cuando empieza a correr hacia usted. Recompénselo con afecto cuando llegue hasta usted. No lo agarre o le quite el juguete de ninguna manera. Deje que sea él quien se acerque y lo comparta con usted y entonces tómelo con delicadeza».
Siempre aconsejo a mis clientes que empiecen el ritual del paseo cuando el cachorro es muy pequeño, aunque los veterinarios nos advierten que los paseos largos no siempre son buenos para el desarrollo de los huesos de un cachorro. Los paseos cortos, combinados con sesiones de juego con usted, pueden ser parte del proceso de adiestramiento.
Martin Deeley nos recuerda: «Los paseos largos no son fundamentales para los cachorros pequeños si usted les hace jugar a cobrar y a otras cosas movidas para que hagan ejercicio y adiestrarlos. Que se ejerciten mientras los adiestra. El perro hará el mismo ejercicio si corre cerca y alrededor de usted que si corre alejándose. Una vez que los paseos empiecen a prolongarse haga del paseo estructurado un itinerario que le sirva también de adiestramiento. Enséñele a ir con la correa floja, a sentarse antes de cruzar una calle o cuando se encuentren con gente y en general a ser un animal cívico cuando estén en público».
Siempre advierto a mis clientes que los cachorros son un imán para otras personas. Pueden atraer más atención de la que queremos y que eso los distraiga del adiestramiento. Tanto con los cachorros como con los perros adultos asegúrese de que establece claramente cuándo permite y cuándo no permite que haga mimos al perro. Así la estructura de su paseo y su tiempo de adiestramiento quedarán intactos. Hasta que esté seguro de que puede confiar en que acudirá cuando lo llame, nos aconseja Martin Deeley, use una cuerda larga para estar siempre en contacto con su perro.
Martin añade: «Para empezar puede ser una especie de cinta fuerte. Luego se irá aligerando a medida que la confianza en su perro aumente. La idea es quitársela poco a poco según vemos que sigue obedeciéndonos. Sáquelo a dar un corto paseo por el jardín o el campo y deje que lo siga, a sus pies, moviendo el rabo, contento».
Cuando empiece a alejarse aproveche la oportunidad para practicar su capacidad de hacerlo volver. Váyase en la dirección opuesta y llámelo, y felicítelo cuando vuelva a usted. Su perro enseguida se dará cuenta de que si se va demasiado lejos, usted desaparecerá. Eso lo motivará a estar siempre pendiente en cierta medida de lo que usted está haciendo. A veces, en un entorno muy seguro, si el perro se desvía por algún camino, puede usted alejarse por otro y entonces llamarlo. Todos estos ejercicios reafirman la importancia de que vuelva al oír su nombre y de que haga caso a su llamada si quiere volver a verlo.