Read Para Ana (de tu muerto) Online
Authors: Juan del Val y Nuria Roca
Tags: #Erótico, humor, romántico
—¿Cuándo regresas a Madrid?
—Estoy pensando en quedarme por aquí unos días.
—¿En casa de tu abuela?
—No. Aquí vendré a comer, pero me voy a quedar en un hotel rural que hay en el pueblo de al lado. Me he traído el ordenador y puedo escribir tranquilo… Le estoy dando vueltas a una idea para otra novela.
—Me parece muy bien. Quédate ahí un par de semanas hasta que el libro salga a la venta y empiece la promoción.
Nacho y yo nos vemos una vez a la semana. Es una buena media. Más sería precipitar el desgaste, pero con esa frecuencia sí me apetecen nuestros encuentros. Cuando una tiene ya cierta edad hasta un hombre tan guapo puede ser sólo tu amigo. Creo que Nacho lo acabará siendo cuando no terminemos todas nuestras cenas en la cama. Y para eso no falta mucho. A él también le gusta mi conversación. Nacho y yo nos parecemos en muchas cosas, no sólo en nuestra afición por la literatura. En realidad, él como representante y yo como editora, tenemos una parte de nuestro trabajo que es idéntico: manejar el ego de otros.
Nacho es bastante discreto y por eso me ha negado las veces que le he preguntado si con Noelia Regüela ha tenido algo más que una relación profesional. Yo creo que miente, pero de su boca no ha salido ni media palabra.
A Nacho le encantaba la forma de escribir de Carlos Pacheco. Hemos hablado bastante de sus libros y yo le he descubierto cómo era la persona que había detrás del escritor que la gente conocía. Es curioso: esa persona le parece fascinante a través de mis ojos. A mí, según le recuerdo, también me lo está pareciendo.
Nacho está deseando leer su última novela.
—Es muy buena —le aseguro.
—¿Y la parte de tu hijo?
—Dicen que está a la misma altura o mejor.
—Debes de estar muy orgullosa.
—Claro, imagínate.
—¿Cuándo me la vas a dejar leer? —me pregunta con tono de ruego.
—Unos días antes de estar en las librerías ya tendremos algunos ejemplares en la editorial. Uno de ellos será para ti.
—¿Y eso cuándo será?
—Falta menos de una semana.
Hoy, jueves, Elena debuta con Gerundio en un bar de Malasaña. Está deseando que lleguen las diez y comenzar el concierto. Está nerviosa, claro, pero no encuentra nada malo en estarlo. Se muere por tocar. Gerundio son bastante rockeros, aunque no tienen mucho repertorio propio. Sólo tienen tres temas suyos, compuestos por Elías, y el resto de lo que hacen son distintas versiones de canciones de los Rolling, los Smiths, los Doors, U2… Tocan muy bien, pero su único objetivo es divertirse haciéndolo por bares. Cada uno de ellos tiene su trabajo y ni el más mínimo deseo de vivir de la música. Elías es arquitecto, para él trabaja Carla como decoradora de interiores. Braulio, el batería, es guionista de televisión y Rony trabaja cuando le apetece en las empresas de su padre, del que vive porque tiene mucho dinero. Rony es, en esencia, un pijo, lo que pasa es que lo sabe, se asume y se acepta como tal. Eso le hace muy especial.
Todos están encantados con Elena, con su voz y con su entrega. Les han bastado tres semanas de ensayos para darse cuenta de que el grupo con ella es mucho mejor. A veces no entienden por qué alguien tan bueno no ha intentado una carrera profesional. Ella contesta siempre que en el mundo hay personas que quieren ser vistas y otras prefieren mirar. Así de simple.
Esta noche tocarán diez temas, aunque han preparado doce por si la cosa va y hay bises. Ojalá que sí.
Los cinco miembros de Gerundio están en la barra desde las ocho y media. Ninguno, salvo Elena, va a cambiarse de ropa, pero ella va a cantar con una camiseta de tirantes y unos pantalones de cuero rojos muy ceñidos con los que no le apetecía salir de casa.
A Rony le gusta beberse un whisky antes de salir, pero el resto son músicos de lo más sano. Elena también lo es.
El bar está repleto. En primera fila están las compañeras de Elena y hasta su jefe, que bebe vodka con naranja sin parar. Elena ha pasado al almacén a ponerse los pantalones rojos. Cuando sale, sus compañeros ya están en el escenario. Ella tiene que cruzar toda la sala para llegar. En el camino, abriéndose paso entre la gente, nadie sabe quién es. Eso sí, los que aciertan a mirarle el culo no apartan la vista. El trayecto desde el almacén es un camino de nervios y de alegría. Está a punto de volver a hacer lo que más le gusta. En el momento que Braulio dé el primer golpe de batería, será como empezar otra vez. Elena está a punto de llegar al escenario cuando una mano se posa en su hombro al tiempo que una voz muy reconocible le grita «guapa». Elena vuelve la vista.
—¡Fernando!
—¡Suerte! —le dice, dándole un beso en la mejilla.
Elena está aún más feliz después de verle.
—Gracias por venir. ¡Qué alegría!
—Quería despedirme.
—¿No te vas a quedar?
—No. Mañana madrugo para ir al aeropuerto. Me voy a vivir a Londres.
Elena y Fernando se dan un beso de despedida, casi a los pies del escenario.
—¡Llámame desde allí! —le pide Elena.
—¡Sube ya, mujer, que la gente te está esperando!
Elena sube al escenario y Fernando se abre paso en sentido contrario a la gente en busca de la cortina negra y gruesa tras la que está la salida. Braulio hace chocar sus baquetas, «un, dos, tres», golpea la batería y se unen el resto de los músicos. Elena coge el micrófono de mano y saluda gritando al público.
—¡Buenas noches a todos…!
La primavera ha empezado lluviosa, aunque dejó de hacer frío hace semanas. Sobre la mesa tengo las novedades literarias que han salido al mercado de cara a Sant Jordi y la Feria del Libro de Madrid. En esta época del año es cuando las editoriales publican sus libros más importantes. No hay gran cosa este año.
—¿Ha llegado ya el mensajero? —me pregunta Luisa asomando su cabeza tras el panel.
—Todavía no.
—¿Quieres un café?
Luisa y yo nos vamos en busca de la cafetera que hay en la salita de reuniones.
—¿Has hablado con Carlos?
—Sí, ya estaba llegando a Madrid. En cuanto venga el mensajero, me voy a enseñársela.
—Estará deseando verla.
—¡Ansioso!
Mientras esperamos tomando el café, hablamos de Martín Gracia, que ya está preparando un segundo libro.
En esta ocasión será uno de no ficción en el que contará curiosidades del mundo del fútbol. Su novela sobre el enano está vendiendo lo suficiente como para que a Uriarte le interese seguir publicando con él, aunque Martín no gane lo necesario con los libros como para vivir sólo de esto. La verdad es que ésa es la situación de la mayoría de escritores.
—¿Doña Ana? —me dice el portero desde la puerta de la salita.
—Pasa, Manolo.
—Un mensajero acaba de traer esta caja.
—Sí, la estábamos esperando.
—¡Por fin! —dice Luisa, entusiasmada.
La abro. Dentro hay cinco ejemplares de la novela que nos han hecho llegar desde la imprenta. Siempre es emocionante tocar los libros por primera vez. Hasta ese momento has leído los textos en la pantalla del ordenador o en folios y has visto pruebas de las portadas en papel, pero cuando por fin tocas el libro recién salido de la imprenta es cuando todo el proceso tiene sentido. No sé cómo será este negocio cuando todo sea virtual, pero sé que me va a gustar menos.
—¡Ana! —me dice Luisa, tocándome el hombro—. Te está sonando el móvil.
—¡Ah, sí! —respondo saliendo de mis pensamientos con el libro en mis manos—. ¿Diga?
—¡Mamá!
—¿Ya has llegado?
—Estoy entrando en Madrid. ¿Voy a la editorial?
—No. Vete mejor a mi casa. Yo salgo hacia allí.
—¿Ha llegado ya el libro?
—Sí, lo tengo en las manos.
Cuelgo con Carlos y doy el último trago al café. Luisa me da un beso para despedirse.
—¡Corre, vete a celebrarlo con él!
—¡Gracias, Luisa! Esta tarde no vendré. Así que, hasta mañana.
Cuando salgo del ascensor, me doy cuenta de que Carlos ya ha llegado. Tiene llave de mi casa, como la tenía de la de su padre. Está en el sofá viendo la tele. Al entrar, la apaga y se levanta para besarme.
—¡Déjamelo! —me dice, quitándome el ejemplar de mi mano—. ¡Cómo mola la portada!
—¡Carlos, siéntate! Tengo que contarte algo.
—¿Qué pasa? —pregunta mientras hojea el libro.
Carlos empieza a leer la segunda parte de la novela. Le dejo hacerlo.
—¿Dónde está lo que yo he escrito?
—Toma —le digo—, quiero que leas esto.
—¿Qué es?
—La carta que me hizo llegar tu padre antes de morir.
N
o ha sido fácil contarle la verdad. Carlos y yo llevamos un rato callados. Del cajón en el que lo dejé, he sacado su manuscrito encuadernado con canutillo negro y tapas azul clarito y se lo he devuelto.
Carlos sostiene la carta de su padre entre las manos. Juega con el folio, que dobla y despliega constantemente.
—¿Alguien más lo sabe? —Es su preocupación.
—Nadie. Sólo lo sabemos tú y yo.
Le ofrezco un cigarro. Yo sostengo otro entre los dedos.
—¿Tienes fuego?
—Sí.
Carlos me deja su mechero. Le doy fuego, enciendo mi cigarro y le quito la carta de las manos.
—Este será nuestro secreto —le digo mientras prendo fuego a la carta.
Carlos y yo vemos cómo el papel se consume encima de la mesa de cristal.
Agradecimientos… Ana, quiero que seas tú quien termine la novela. Eres la única que puede hacerlo. Un beso, Carlos.
A
Miryam, por regalarnos tu talento y ser ojos, cabeza y corazón de esta novela.
A Olga, por estar siempre tan cerca del suelo y darnos seguridad. Si hubiera más personas como tú, la vida sería más fácil.
A Augusto, por encontrar un hueco en tu agenda y aceptar con valentía el reto de las últimas cinco semanas.
A Ruth, Carmen, la Rayo y Patricia, porque sus opiniones han hecho mejor esta novela. En especial a ti, ¡rubia!