Técnicas de la mujer vasca para la doma y monta de maridos (13 page)

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Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol,Isamay Briones

Tags: #Humor

BOOK: Técnicas de la mujer vasca para la doma y monta de maridos
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Por si hubiera un varón leyendo

Claro, a ver quién le dice a la viejilla, ahora que tienes 50 y pico, que eres gay, «como el Boris ese que sale en la tele, ama», y que Santiago, el «chico» ese de Soria que suele venir a visitarte de vez en cuando, te arruga las camisas que te plancha ella. La matas del susto. O lo del otro con la senegalesa, que va para cinco años, si sus hijos lo llaman papá y todo, pero se planta en casa de su madre con semejante equipo olímpico y no lo salva de la hoguera ni Bruce Willis vestido de Papa de Roma. Y a una residencia no la vas a llevar, porque todavía tiene fuerza en el brazo para menear la cazuela. ¡Anda que no le quedan pil piles a la señora todavía! Como se suele decir en los casos cuya solución se antoja de difícil a imposible: es lo que hay. ¡Ah!, y sí hay males que duran cien años.

Séptima
parte
suéltale
la
correa
La jubilación

Una de las etapas más excitantes del matriarcado es la de la jubilación de tu marido, porque tú ya sabes que ostentas cargo vitalicio e irrenunciable de matriarca y jamás te jubilarás. Lo primero que has de saber es que el día que tu campeón, ya veterano, deje de trabajar mera de casa te dará más guerra dentro del hogar, es matemática pura y dura. La suerte es que entre los papeleos de la jubilación, las cenas-despedida que le organizarán en el trabajo o en la cuadrilla y demás festejos tendrás un tiempecito para adaptarte a la nueva situación y podrás pensar sobre la que se te viene encima, que es gorda, querida amiga. Te recuerdo que él estará en el último tramo de la cuesta abajo de su vida, va sin frenos y con el
airbag
estropeado, sólo un milagro puede pararlo. Y el milagro eres tú. Esta es la fase en que deberás aplicarle cuidados extra para conservarlo mejor durante más años: proporciónale estancias en balnearios, bonos de masaje, viajes de placer y mucho botiquín. A pesar de esto el factor suerte también interviene y por mucho ibuprofeno que le des o mucho baile que se pegue en Benidorm, si el marido te ha salido malo, sólo podrás acompañarlo en la caída. Por si te sirve de consuelo, quizá haya países en los que los hombres se conserven mejor, pero ni el hombre que más dure va a alcanzar la longevidad de una tortuga de las Galápagos. Así que mucho ánimo y disfruta de este reto que la vida te pone delante.

Hay que procurar sacarlo de casa

El panorama es el siguiente: en tu casa vive un señor que está en ese tramo tontorrón de los 60 y los 70, que podríamos denominar el limbo de las edades, un lugar donde todavía no es viejo del todo pero tampoco joven. Traducido a la práctica significa que te puede aguantar perfectamente una caminata sin asfixiarse pero no te va a escalar un monte del tirón, por ejemplo; es capaz de moverte el frigorífico de sitio pero no le pidas que te suba un somier por la escalera; te puede dar momentos de pasión en la cama pero no emular «las tres noches seguidas» de una boda gitana. Lo tienes a medio gas. Por otra parte, si nunca antes lo has puesto a trabajar dentro del hogar, y has pecado de soltarle demasiado la correa, olvídate de que ahora lo vaya a hacer tan fácilmente. Y para añadir más perejil a esta salsa, la tendencia general de un ser desocupado y mayor, salvo excepciones, va a ser a la tristeza, a la queja constante, a la apatía o al inconformismo. Igualito que un payaso de circo. Te tocará animarlo constantemente y soltarle la correa más que nunca o terminarás teniéndolo pegado a tus faldas todo el santo día. El tipo de suelta de correa que le apliques estará en relación con el tipo de jubilado que te haya tocado, que, resumiendo, será alguno de estos tres:

1.
El jubilado con aficiones

Este es el mejor de los casos. Si has permitido a tu marido mantener una afición en los años precedentes, en la jubilación podrá volcarse en ella y lo tendrás distraído. Mientras se dedica a ella, no le dará tiempo a pensar. No importa si lo suyo es meter barquitos dentro de las botellas o jugar a la petanca, el caso es tenerlo ocupado. Vigila que el entretenimiento sea adecuado a su edad, ya que algunos jubilados ven en este periodo la posibilidad de acabar con sus frustraciones vitales. «Toda mi vida he querido tirarme en paracaídas», «Ya tenía yo ganas de jubilarme para poder hacer el Camino de Santiago a la pata coja», «No me he de morir sin probar con un travestí».

2.
El jubilado sin aficiones

Este tipo de marido es como el anterior, pero no busca con qué llenar su tiempo; por tanto, convives con un estado de la materia muy peligroso, porque al estar desocupado va a tener muchas horas para pensar no productivamente. Un ser sin nada que hacer tiene todos los boletos para convertirse en un ser triste, taciturno, amargado, sin ganas de nada, y lo malo es que este cuadro suele ir a peor. Errará por la casa como un ánima y no te dejará en paz. Ya por la mañana te estará dando la murga: «¿Qué hay hoy para comer?», «Esa corriente de aire me está matando», «Se me ha terminado la espuma de afeitar», «Hay un gorrión en la terraza, míralo qué majo», «¿Sobró sopa ayer para cenarla esta noche?». Tienes que buscarle ocupaciones rápidamente: anímalo a hacer cursillos.

3.
El jubilado hogareño o el Síndrome de Yo Soy Mi Mujer

Este tipo de jubilado se resiste a la suelta fuera del hogar con el agravante de que carece de ocupaciones dentro del mismo, pero necesita a su vez sentirse útil. El pobre no se halla ni en su propia casa, es un ser desubicado y carente de sentido. La salida que va a encontrar a su situación es dejar de ser él mismo, y suplantar la personalidad de alguien cercano: tú serás el único referente válido que encuentre para subsistir, una persona fuerte, válida, útil y alegre. Vamos a llamar a este fenómeno el Síndrome de Yo Soy Mi Mujer. La transformación de tu marido en ti será progresiva. Puede que empieces viéndolo quitar el polvo al mueble de la sala. El se justificará: «Que he visto que había mucho polvo, y por hacer algo». Ese señor que unos meses atrás dirigía una PYME, conducía autobuses o llevaba la contabilidad en una oficina estará
luchando contra
la pelusa de polvo y el acaro. Anímalo con un «Me parece muy bien». Otro día puede que lo veas emparejando calcetines o preguntándote cómo se llama la planta que lleva veinte años en la sala y cada cuánto hay que regarla. Seguro que te hace ilusión presentarle a tu marido al ficus, del que siempre echaba pestes porque le estorbaba al pasar. En cuanto tome confianza te pedirá el carro de la compra y se irá al súper a llenarlo. Déjale que pruebe: el rato que lo tengas por ahí no estará en casa incordiándote. Va a tener tantas ganas de hacerlo bien que se esforzará al máximo: «En el súper hoy tienen de oferta la costilla de ternera, cariño». Intentará que delegues ciertas tareas en él y para ello procurará hacerlas como tú o mejor que tú. «Mira qué bien pelo la borraja, no le dejo ni un pelito». De ahí a ponerse al frente del fogón y atreverse con un guiso habrá un paso. Es como si buscara dar un golpe de Estado en su propia casa y auparse como jefe. Déjale que se lo crea, una vez más. Suéltale la correa todo lo que puedas y ponle tareas nuevas; os sentará bien a ti y a él.

A
NÍMALO A HACER CURSILLOS

Lo de coger a todas horas el autobús porque ahora tiene el billete de jubilados le durará poco tiempo, luego se acostumbrará y se dará cuenta de que el Ayuntamiento le baja los precios porque se ha convertido en una persona más pobre. Búscale cursos que lo mantengan ocupado; en la actualidad hay mucho donde elegir: informática, gimnasia, baile, jardinería, idiomas. No lo animes a que estudie chino porque le puede resultar difícil y a lo mejor termina por dejarlo. De China, sólo el taichi, las artes marciales suaves y el sudoku. Si no tiene un excelente oído musical, no lo incites a que toque un instrumento o te reventará los oídos y molestará a los vecinos. Un jubilado con un bombardino en la boca, atascado en un pentagrama, puede resultar peor que un chimpancé agarrado a una metralleta. Letal.

Si no logras apuntarlo a nada, o tienes el clásico marido zoquete, mándalo a que vea obras en la calle para hacer el seguimiento, se pasará las horas muertas mirando cómo trabajan otros y comentando. «Ese pivote no lo han metido bien, se les van a tambalear los cimientos». Para incitarlo a que salga de casa menciónale palabras como «zanja», «soterrado», «solar», «derribo». «En la calle de al lado han hecho una zanja y están metiendo unas tuberías que es un espectáculo». Fíjate bien en las obras donde ponga MOPU, que suelen durar más meses, tales como puentes, carreteras, pantanos, porque seguro lo tendrás entretenido de continuo haciéndoles la inspección correspondiente. Lo único que tendrás que aguantar es el parte que te dará al regresar a casa: «Esta semana han metido una excavadora de doble pala y están haciendo un agujero gigantesco. Por cierto, ¿qué hay para comer?».

R
ECUÉRDALE SUS AFICIONES

No siempre es necesario que un marido estudie cosas nuevas que nunca le servirán para nada, a veces con echar la vista atrás y ver qué acostumbraba a hacer cuando era más joven es suficiente. Recuérdale sus aficiones, pero ten en cuenta que el factor psicológico: «Yo ya no valgo para esto», estará presente y no te conviene que entre en el derrotismo cuando lo que pretendes es sacarlo adelante. Tampoco lo animes a continuar con cosas que le frustraron de joven; por ejemplo, si tuvo que dejar una afición en contra de su voluntad con la que quería llegar a ser alguien importante. Es típico escuchar lamentos estilo «Yo de joven iba para futbolista, pero…» o «Si hubiera seguido tocando el piano/violín… me habría convertido en un pianista/violinista… famoso». Una opción inteligente es la de sustituir aquella afición por otra equivalente y que se adapte mejor a su nueva situación; esto es, en el caso del piano, cámbiaselo por otro instrumento de la familia de la percusión, como las maracas, y así podrá igualar a cualquier maraquero famoso en pocas semanas. A continuación tienes una tabla orientativa que te da una idea de cómo reconvertir las aficiones de juventud de tu marido. Por supuesto que hay hombres que pueden mostrar las mismas aptitudes para una afición años después, pero aquí nos ponemos en el peor de los casos, cuando no tienes un marido apto física o psicológicamente para tal empresa. Con esta pequeña guía vas a prevenir efectos secundarios, como frustraciones, ataques de melancolía, infartos, esguinces, roturas, etcétera.

T
ABLA DE RECONVERSIÓN DE LAS AFICIONES DEL MARIDO
Afición de juventud
Afición en la jubilación

Jugar al fútbol

Jugar al futbolín

Jugar al frontón

Apretar pelotas antiestrés (de venta en jugueterías)

Cantar en un coro

Cantar en un coro

Tocar el piano

Tocar las maracas

Tocar el violín

Tocar el arpa de boca

Ir al casino

Jugar al dominó

Ir al bingo

Hacer sudokus

Practicar pesca submarina

Tener un aquárium

Ver la televisión

Ver la televisión con el volumen más alto

Correr

Andar a paso ligero

Mi marido se estropea

Puesto que esta parte ya ha singlado su andadura, no tengo más remedio que enfrentarme al designio de mi propia naturaleza y afirmar, mal que me pese, que la mujer vasca dura más que el hombre y se conserva en mejores condiciones. Envidio a los hombres centenarios de Okinawa, Japón.

En las postrimerías del matriarcado te enfrentaras a la realidad contra la que siempre has luchado y que te habrá hecho merecedora de una medalla de honor: el deterioro de tu hombre. Los esfuerzos que emplees por conservar a tu marido en óptimas condiciones no podrán con las leyes de la naturaleza y tarde o temprano te enfrentarás a la siguiente situación: tú cada vez estarás más tiesa, a lo que en parte ayudará la laca del pelo, y él, más encorvado, porque la ley de la gravedad le tendrá más manía que a ti y lo empujará hacia el suelo sin piedad. Puede que tú tengas más arrugas y menos memoria, pero lo de él va a ser la debacle: no habrá por dónde apuntalarlo; un buen día te encontrarás caminando por la calle con tu abuelo en lugar de con tu marido. Para consuelo de tus males la mayoría de tus amigas vivirán situaciones similares y podréis reinventar los akelarres de sobremesa discutiendo sobre la eficacia de medicamentos, pomadas y ungüentos varios. «¿Qué papel desempeña la aspirina en una diabetes del tipo 1?», «¿se puede aliviar una catarata con cataplasmas de verbena?», «¿qué ración de calcio hay que dar a un marido con sordera?». Os resultará muy estimulante probar los viejos remedios en el nuevo universo de dolencias con el que os regalan vuestros maridos.

Al margen del botiquín, también tendrás que incluir dentro de sus cuidados el tema del cariño. Es obvio que tú se lo das en cada gesto, pero él necesita mimos físicos, calor humano, ternura, abrazo, besuqueo, baba. Rodéalo de nietos que a buen seguro le darán esa dosis de amor que le falta y un plus de juventud añadida. Déjale que los envicie con chucherías y haz como que no te das cuenta, que no pasa nada por que a los críos les salgan unas pocas lombrices, es por una buena causa. Eso sí, ten cuidado de que no se emocione y se ponga a jugar con ellos creyéndose que tiene cuarenta años menos. Es frecuente que los abuelos pidan coger al nieto recién nacido en brazos, momento en que todas las manos de la familia se ponen debajo cual red protectora, sin dejar de sonreír para no herir su sensibilidad. Y esta ilusión o inconsciencia del abuelo sigue en otras fases de la vida en las que sustituye el acunado en los brazos por la clásica voltereta por el aire, el zarandeo, léase «hacer la avioneta» o «el caballo». «Voy a hacer de caballo para que mi nieto se suba encima». Vigílalo, porque una fractura a esas edades huele a prótesis y la aspirina, como mucho, lo aliviará pero no lo curará. Si no es un hombre muy de críos, opta por ponerle alguna mascota a su lado que casi se cuide sola y que le dé mucho cariño, de las de pelo o pluma, no de escama ni caparazón, que ésas no transmiten cariño. Están bien los garitos o los perros muy pequeños, tamaño rata grande, que quepan en el bolsillo de la bata y caguen en un cuenco. Como opción subsidiaria, que se vaya al parque con la barra de pan duro para dar de comer a palomas, patos, gorriones y demás fauna urbana.

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