Técnicas de la mujer vasca para la doma y monta de maridos (14 page)

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Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol,Isamay Briones

Tags: #Humor

BOOK: Técnicas de la mujer vasca para la doma y monta de maridos
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T
ABLA COMPARATIVA DE LA EVOLUCIÓN DE UN MARIDO COMÚN
Edad
Estado
Cuidados

De 20 a 30 años

Lozano

Ninguno en especial: atar la correa en corto

De 30 a 40 años

Lozano pero no tanto

Prevención: atar la correa en corto

De 40 a 50 años

Crisis de los 40, primeros signos de estropea miento

Botiquín

Método combinado: atar la correa en corto + soltar la correa

De 50 a 60 años

Estropeamiento progresivo

Botiquín + akelarres

Método combinado: atar la correa en corto + soltar la correa

De 60 años al final

Hecatombe

Botiquín + akelarres + cursillos + nietos + mascota + balnearios

Método: soltar la correa

Del final en adelante

Desconocido

Rezos + flores + misas

¡He enviudado!

Por fin has soltado la correa a tu campeón para siempre y puedes empezar a vivir, porque, ahora que no nos oye, la guerra que da el hombre al final del trayecto es grande, querida amiga. Esto no quita para admitir que el hombre vasco, protagonista secundario de la historia que aquí se cuenta, cuando se va deja huella, y más si ha pertenecido a muchas asociaciones, agrupaciones y círculos de amigos, ya que cada uno querrá aportar su homenaje con la esquela correspondiente. Algunos personajes ilustres al irse ocupan más páginas de periódico que toda la sección de contactos junta y ni la cofradía de la guindilla última a la que se apuntó se olvidará de él. Pero después del funeral el protagonismo es tuyo solamente. A partir de ahora te vas a pegar la vida padre: estás sola, gozas de salud, si has tenido suerte, te habrá caído herencia o una pensión de viudedad a sumar a la tuya, tienes a tu familia que te apoya, nietos de los que disfrutar, amigas viudas. ¡Qué más quieres! Lo primero, regala toda su ropa y objetos personales a una asociación benéfica. Luego pégate un buen viaje largo, cómprate un buen par de zapatos y haz cuantos planes dejaste de hacer por cuidar de
tu potro
. Y recuerda que eres una mujer vasca, lo que significa que eres de un hombre para toda la vida: no caigas en la tentación de adoptar a otro a estas alturas; en todo caso, que te cuiden a ti, que ya es hora. Si se te presenta la ocasión, coquetea con algún señor viudo y, si te apetece, sal con él unas cuantas veces, pero no caigas en la trampa del arrejuntamiento por pena. Algunos viudos te mirarán con ojos de náufrago pidiendo auxilio: déjalos ir a la deriva, que tú bastante has hecho ya.

Por si hubiera un varón leyendo

Lo primero, perdóname, amigo —yo te mantengo el rango de
amigo
, pero entenderé si decides considerarme como un enemigo—, me he pasado con lo de la jubilación, lo sé. Tampoco te vayas a pensar que yo he disfrutado escribiéndolo, te puedo asegurar que son los párrafos más duros que he escrito jamás. El día que tecleé «Mi marido se estropea» casi me entrego en la comisaría, te lo juro. Entré en la dependencia policial decidido, pero al ver la cara del ertzaina cincuentón me eché para atrás. ¿Quién era yo para amargarle la existencia con mi declaración? Ya me gustaría dar otras noticias, pero las estadísticas son las que son: ellas son eternas; nosotros, una suma de calendarios. ¿Te creías eso de la media naranja? No, somos un mísero gajo, y con pepitas.

Octava
parte
el
matriarcado
ante el
futuro
El matriarcado ante el futuro

Me vienen a la memoria esas fotos familiares de mi
cuéntame
particular, de banquetes familiares presididos por una cazuela tamaño plaza de toros en una mesa donde no faltaba de nada, ni el mantel bordado. Las mujeres de la casa estaban atendiendo a todo el mundo, con el hijo pequeño colgando del brazo, y aún les quedaban ganas de sonreír a cámara mientras el fotógrafo del clan lograba el encuadre. Está claro que un régimen como es el matriarcado siempre va a existir mientras existan estas mujeres todopoderosas a nuestro alrededor. Yo observo dentro de mi familia y veo en mi madre el vivo reflejo de mi abuela, matriarca por antonomasia, o en mis tías mismamente, que han criado una familia numerosa sin que se les moviera un pelo del flequillo. Lejos de perderse este régimen en algún nudo del árbol genealógico, parte de la línea femenina de la saga apunta a seguir con la tradición matriarcal; vamos, que el matriarcado de toda la vida sigue más vigente que nunca, con visos de perpetuarse. Pero también hay que decir que a la vera de este sistema familiar tradicional han surgido en nuestra sociedad otras modalidades de matriarcado que coexisten con él. La ciencia diría que el gen del matriarcado ha mutado, yo prefiero decir que los tiempos cambian.

El matriarcado
light
o bajo en calorías

A este matriarcado le pasa lo que a la Coca-Cola
light
, que aparentemente sabe igual que la Coca-Cola pero sin lo que resulta perjudicial para el organismo. Esta matriarca, consciente del enorme esfuerzo que tiene que realizar para sacar adelante a su marido y a su prole, contempla la opción del ocio en su vida, algo totalmente impensable en generaciones anteriores. La matriarca
light
no difiere mucho de la tradicional, pero después de ocuparse de los suyos se va a clase de pilates, asiste a un concierto o queda con sus amigas para tomar un café. Además, esta matriarca es mucho más práctica que la anterior, ya que ha sustituido el fuego lento del baño María por el microondas y la cocina exprés. En general huye de la cocina tradicional hipercalórica y prefiere los alimentos
sanos
que ayudan a mantener la línea. Esta corriente matriarcal está erradicando al marido con barriga, que tan común era en el matriarcado antiguo, aunque algunos buscan el antídoto en las opulentas cenas con la cuadrilla.

El matriarcado sin cafeína o descafeinado

Éste es un matriarcado al que le falta la base fundamental, que es lugar donde ejercerlo: el hogar sólido y con cimientos. E] matriarcado descafeinado es aquel que se intenta ejercer en hogares móviles, en viviendas ambulantes o endebles, como autocaravanas, barcos y tiendas de campaña. El matriarcado está reñido con una casa con ruedas o a merced del viento, pues necesita estar perfectamente anclado en la tierra, con sus desagües conectados a la red de alcantarillado municipal. Es digna de admiración esa mujer que pone todo su esfuerzo en la creación de un matriarcado en esas condiciones tan inestables, pero no podemos admitir como matriarcado una relación itinerante. Lo sentimos, pero hay que elegir: viajar en carromato y domar fieras en el circo o domar a tu marido en casa.

El matriarcado sin chispa, sin burbujas

De cuando en cuando el mercado pone a prueba nuestra inteligencia ofreciéndonos algo parecido a lo que consumimos, pero que no sabe igual. Siempre alude al «ya te acostumbrarás», pero el punto de efervescencia y dulzor del producto original son irreemplazables. Y, si no, a ver qué paladar se acostumbra a tomarse un cubata sin las burbujas del refresco. El matriarcado sin chispa a simple vista parece un matriarcado normal, tiene la misma pinta, pero es otra cosa que no tiene nada que ver, y aquí entrarían un sinfín de posibilidades. Por ejemplo, la mujer que ejerce de compañera de su marido y no de madre, con lo cual el hombre vive con un amigo con derecho a roce y que utiliza oraciones subordinadas cuando habla con él. Otro caso es el de la mujer que asegura que es la eterna novia de su marido. Este superpoder está sólo al alcance de unas pocas elegidas.

La mujer vasca y las nuev@s tecnologí@s

En la actualidad el mundo de artilugios electrónicos, Mp3, Mp4, iPod, ordenadores e Internet lo dominan por igual hombres y mujeres. Ellas han descubierto que en la red están al mismo nivel que ellos, ya que la fuerza física es irrelevante: el campo de juego es mental. Sin embargo, la mujer vasca es práctica y usará la tecnología en la medida que le solucione o facilite la vida. Un ejemplo de ello es las compras que se realizan por Internet. Gran parte de las mujeres españolas utilizan Internet desde hace tiempo para hacer compras on-line, ilustrarse y fundamentalmente comunicarse. Las mujeres vascas, por su lado, no compran online en las páginas de supermercados porque necesitan comprobar el brillo del ojo del besugo que van a adquirir y la pantalla del ordenador no es de fiar por mucho megapíxel que tenga la foto. Digamos que la materia prima es importante para ellas y jamás comprarían una merluza por fotografía: la comida es sagrada. Uno no se imagina a una matriarca como Dios manda organizando un banquete a golpe de ratón, y cargando en el dibujo de un carrito de la compra los diferentes productos mientras la máquina le pregunta: «¿Está seguro de que quiere agregar este producto? Aceptar, cancelar». Además, no existe un tendero virtual, como el de la tienda de abajo, con el que charlar mientras hacen la compra, para que te diga qué guapa te han dejado en la peluquería. Y eso forma parte de la tradición:

—¿Qué va a ser, Begoña? Estás para saltar el mostrador y cometer un delito.

—Calla, tonto. Ponme un solomillo entero que hoy estamos tres a comer en casa.

En cuanto al mundo chat, mientras los hombres se meten a ligar, las mujeres vascas entran para ver si los pillan, igual que en la calle. Ellas se esconden bajo un seudónimo y suelen ser ingeniosas, mostrando superioridad innata hasta que captan la atención del macho; cuando ya lo tienen en sus redes, son auténticas depredadoras. El morbo de la insinuación les encanta hasta que consiguen la presa, después les sale el flequillo, digo el carácter que muestran en su casa. Eso no cambia porque haya megabytes de por medio.

—Wynona, así que te gusta hacer deporte.

—Sí, sobre todo por la noche, Charly.

—¿Qué tipo de deporte haces, guapa?

—Cualquiera en el que hagan falta dos y se sude mucho.

—Wynona, ¿ahora mismo llevas ropa interior con puntilla o lisa?

—Pero ¿tú por quién me has tomado? ¡So guarro!

En general no suelen quedar a ciegas con nadie, no se fían. Al igual que con la merluza y el besugo, necesitan oler, ver y tocar la mercancía. Y a una mujer vasca le harían falta miles de horas de chat con un hombre para sentir que el noviazgo virtual está yendo con fundamento.

La matriarca no manifestada

Ser mujer y vasca no significa que el matriarcado tenga que surgir en tu vida de manera obligatoria. A estas alturas del tratado ha quedado claro que el matriarcado es un estado latente dentro de ti que se manifestará si se dan una serie de circunstancias externas. Cuando no ocurre así, los motivos que lo explican son varios:

1. Has decidido quedarte soltera. Esta opción, siendo lícita, no es la más aconsejable, pues vas a perderte todas las virtudes que ofrece este régimen y que has ido descubriendo a lo largo de estas páginas. Todavía estamos a tiempo de abrirte los ojos y recuperarte para la causa, ya que hay cientos de hombres en la calle que están esperando a ser adoptados. La soltería te da una aparente libertad porque puedes hacer más cosas sin tener que pedir permiso a los demás, pero este mundo de color de rosa es sólo un espejismo. Hasta los de Mattel fabricaron un compañero a Barbie, el famoso Kent, porque la pobre tenía de todo pero no con quien compartirlo. Además, tu matriarca no se resignará y asomará de vez en cuando, lanzándote señales, sin que seas consciente de ello. Casi seguro que en el periplo de la soltería te comprarás un animal de compañía para cuidarlo, porque, a falta de un hombre, vas a necesitar hacerte cargo de alguien; impepinable, un gato o un perro a los que tratarás como a hijos. Igualito que una mujer trata a su marido. Pero ¿no te das cuenta de que limpiarle las cacas al gato no tiene nada que ver con tirarle a un marido la taladradora a la basura? ¿Acaso obtienes el mismo placer cuando llevas al perro de paseo que cuando llevas al marido de compras un sábado por la tarde? ¿Crees que hacerle una mueca a un hombre sustituye a enseñarle la correa de paseo a tu Toby? Por si todavía no ves lo que le pasa a tu matriarca interna, aquí van más evidencias: cada hombre con el que te topes te hará sacar un poco de la mujer dominadora y maravillosa que llevas dentro. Por mucho que te hagas la liberal, no te vas a conformar con estar con tu amante o tu ligue y que al día siguiente no te mande un mísero mensaje de móvil. Tampoco vas a soportar que prefiera estar con sus amigotes que pasarse el día contigo. Y usarás sin darte cuenta el castigo sexual para penar sus faltas. Lo mismo que la mujer casada. Te va a fastidiar que no se acuerde de la fecha en que os conocisteis y, sin embargo, tú le recordarás qué día tiene que ir al dentista o a visitar a su madre, porque tu agenda interna saltará sin avisar. En resumen, aunque simules que él tiene libertad para hacer lo que quiera, empezarás a utilizar el método de la correa extensible sin darte cuenta. Entonces, ¿para qué luchar contra tu propia naturaleza? Hazte con un ejemplar y saca de forma oficial a tu matriarca para que ejerza plenamente. Descartando que seas monja, tu soltería no tiene perdón de Dios.

2. Has adoptado a un hombre de otra latitud geográfica; esto es, un hombre no vasco y con costumbres muy diferentes a las tuyas. Si él ha venido a vivir contigo a tu tierra, ya sea senegalés, andaluz o canadiense, no tendrás problema para aplicar el matriarcado de pe a pa, porque el que se tendrá que adaptar a la situación será él. En poco tiempo le borrarás todo el folclore, los usos y las costumbres que traiga consigo. El problema aparece cuando tú te mudas a una tierra extraña, ya que en un ambiente distinto tu matriarca es más difícil que se manifieste. Lejos de tu familia, tendrás que lidiar con una cultura nueva y con la parentela de tu marido, que va a apoyarlo en todo momento a él y te encontrarás sin cómplices. Aunque los genes de tus ancestros estén clamando por salir, poca cosa podrás hacer para ayudarlos con un panorama en contra. El tipo de vida que lleves va a depender del tipo de régimen en el que hayas caído, que puede ser variopinto. Si te has casado con un andaluz, el balance de situación de tu matriarcado va a quedar así: de entrada vas a tener que exaltar tu feminidad desde que sale el sol hasta que se pone, luciendo faldas interminables y bisutería grande. Te olvidarás de los cortes de pelo geométricos y trasladarás todo el color del mismo a tu indumentaria, que en días señalados se llenará de fleco y lunar. En cuanto a la despensa de casa, te mimetizarás en una sociedad donde el aprovisionamiento de alimentos no es importante, ya que el tapeo fuera de casa sustituye a la comida ceremoniosa del hogar vasco. No te merecerá la pena lucirte con tus guisos, otro de tus fuertes, ya que, por ejemplo, la salsa que tú preparas para acompañar al atún en casa de tu marido es un refresco que se llama gazpacho. Y el método de la correa extensible no te servirá, porque tu hombre va a andar suelto y sin complejos. De Andalucía para abajo el matriarcado cada vez pierde más fuerza, hasta que desaparece por completo allá por el cabo de Buena Esperanza (sur de África). Por el contrario, si tu matriarcado ha viajado a una zona geográfica que esté a la misma altura de tu tierra en el mapa, alejándose un poco hacia la derecha o la izquierda, va a tener posibilidades de manifestarse bastante más; estamos hablando de si hubieras elegido a un asturiano, un cántabro o un gallego como pareja. No se sabe bien si en las Azores obtendrías resultados, porque las islas siempre son una incógnita y no conozco casos prácticos cercanos. Que te lo has puesto difícil y te has visto seducida por un norteuropeo, tu matriarcado no va a tener mucho que hacer. En esos países el varón se desteta a edades tempranas y es educado para valerse por sí mismo, así que cuando llegue a tus manos no va a necesitar de una cuidadora, sino de una compañera de fatigas. Los Olgerson y los Vander Lorden se cuidan solos. Es totalmente comprensible que en un viaje por aquellas latitudes te apeteciera que uno de esos rubios gigantes pasara los genes a tus futuros hijos, pero con el clásico
desmelene
a la larga vas a ser más feliz y tu matriarca también.

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