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Authors: Nick Hornby

Todo por una chica (28 page)

BOOK: Todo por una chica
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En cualquier otra circunstancia, me habría parecido gracioso. ¿Hacía cuánto había sido eso? ¿Menos de un año? Y ahora la chica que me estaba diciendo que había dejado de salir con el jodido Jason Gerson porque no hacía más que pedirle que tuviera sexo con él estaba tendida en una cama dándole de mamar a un bebé.

—¿Cómo has sabido que era él?

—Porque sé que va a tu instituto, y porque es un gilipollas. Es muy propio de él decir eso. Lo siento, cariño. Ha debido de ser horrible.

—Pero muy bien, ¿no?

—Muy bien ¿qué?

—Todo encaja muy bien.

—¿Todo encaja muy bien?

—No sé. Pongamos que te quedas embarazada. Y pongamos que el tío que te ha dejado embarazada te deja. Necesitas otro novio rápidamente, para hacer que el bebé parezca suyo. Y empiezas a acostarte con él enseguida, y vas y le dices: Venga, hagámoslo sin condón, sólo una vez, y...

Me miró. Había empezado a llorar antes de que yo terminara. No podía mantenerle la mirada.

—¿Eso es lo que piensas?

—Sólo estoy diciéndolo.

—¿Qué estás solamente diciendo?

—Nada.

—A mí no me suena a nada.

—Sólo hablo de los hechos.

—¿Sí? ¿Y qué pasa con esos hechos? ¿Cuándo nos conocimos?

Me puse a pensar. Entendí adonde quería llegar. No dije nada.

—Hace más o menos un año, ¿no? Porque nos conocimos en la fiesta de cumpleaños de mi madre, y su cumpleaños es la semana que viene.

¿Por qué no había llegado a conclusiones al respecto camino de casa? ¿Por qué no había calculado las fechas? Porque si hubiera hecho los cálculos, podría haberme librado de montones de problemas. —¿Y qué edad tiene Roof?

Amagué un encogimiento de hombros, que debió de parecerle que decía que no lo sabía.

—Tiene tres semanas. Así que a menos que yo haya tenido un embarazo de once meses no puede ser de Jason, ¿no? A menos que pienses que me acostaba con él mientras me estaba acostando contigo. ¿Es eso lo que crees?

Volví a encogerme de hombros. Cada vez que me encogía de hombros empeoraba las cosas, pero lo malo era que seguía furioso con Jason, por la pelea, y por las cosas que había dicho, y no quería dar mi brazo a torcer. Aunque era obvio que me había equivocado, era como si no pudiera cambiar de dirección. Mi rumbo no había variado. El cálculo de los meses debería haber bastado, pero no bastó.

—Así que ¿cuándo me acostaba con él? ¿Antes del desayuno? Porque estaba contigo todas las tardes hasta la noche.

Un encogimiento de hombros más.

—En fin —dijo Alicia—. Si eso es lo poquísimo que confías en mí, lo demás no tiene sentido, ¿no? Eso es lo que más me duele.

Ése habría sido un buen momento de decir «lo siento», pero no lo hice.

—Creo que quieres que todo lo demás no tenga sentido.

—¿Qué quieres decir?

—Te saca del atolladero, ¿no?

—¿Qué quiere decir eso?

Lo había entendido, en realidad. Pero preguntar qué significaban las cosas siempre me proporcionaba algo que decir.

—Sé que no tienes por qué estar aquí. Así que lo que quieres que yo te diga es que te vayas a casa con tu mami. Me sorprende que te molestases siquiera en pelearte con Jason. Cuando de lo que tenías ganas en realidad era de besarle.

—No soy un jodido...

—¡OH, POR EL AMOR DE DIOS! —gritó Alicia—. ¡SÉ QUE NO ERES GAY!

—¿Estáis bien ahí dentro? —dijo la voz de Andrea al otro lado de la puerta.

—¡LÁRGATE! —le gritó a Andrea. Y continuó—: No estoy diciendo que seas gay, so imbécil. Dios. También sabía que ibas a decirme eso. Patético. Seguro que tenías ganas de besarle porque, si él era el padre, tú no tenías que seguir aquí ni un minuto más.

Oh, Dios. Era exactamente lo que pensaba. Pero no le expliqué que le había dado una patada —o un toque a medio vuelo en las pelotas— al jodido Jason Gerson porque se me venía encima, no porque me hubiera dicho que era el padre de Roof.

—Eso no es verdad —dije—. Estoy contento de que Roof sea hijo mío.

No sabía lo que era verdad y lo que no lo era. Era todo tan complicado. Cada vez que miraba a nuestro hermoso bebé me asombraba pensar que yo tuviera que ver algo con él. Así que sí, que me alegraba que Roof fuera hijo mío. Pero cuando el jodido Jason Gerson dijo aquello, me entraron ganas de darle un beso (no un beso gay, claro). Así que no, que no me alegraba que Roof fuera hijo mío. Nunca en mi vida había tenido polémicas de este tipo, polémicas que no alcanzaba a entender bien, polémicas en las que los argumentos contrapuestos fueran correctos y erróneos al mismo tiempo. Era como si de pronto hubiera despertado y me hubiera visto montado en la tabla de TH, en lo alto de una de esas gigantescas rampas verticales. ¿Cómo había llegado allí? ¡Si nadie me había adiestrado para ello! ¡Que me bajen de aquí! Habíamos pasado de discutir qué película íbamos a ver a discutir sobre lo que significaban nuestras vidas en menos de quince segundos.

—Crees que sólo te has jodido tú la vida, ¿verdad? —dijo Alicia—. Crees que yo no iba a tener una vida de verdad, así que no importaba en absoluto si tenía o no un bebé, ¿verdad?

—Sé que ibas a tener una vida. Me dijiste que ibas a tenerla. Me dijiste que ibas a ser modelo.

Cuando le das una patada en las pelotas a alguien, o le das un toque a medio vuelo en las pelotas, hay un momento en el que piensas: ¿Por qué he hecho esto? Bueno, pues yo sentí exactamente eso en aquel momento. ¿Por qué había dicho eso? Sabía por qué me había dicho que quería ser modelo. Me lo había dicho porque quería saber si me gustaba de verdad. Además, aquello había sido hacía mucho tiempo, cuando nos estábamos conociendo y tratábamos de ser encantadores el uno con el otro. En aquel tiempo nos habíamos dicho montones de idioteces. No está bien sacar a colación algo de una conversación amable para meterla en medio de una conversación desagradable. En lugar de con un recuerdo malo y otro bueno, te quedas con dos recuerdos asquerosos. Cuando recuerdo lo mucho que me gustó entender lo que Alicia me estaba diciendo cuando me dijo eso... En fin, ahí está el problema, ¿no? Así que no quiero recordar más.

No había querido decir nada con lo que dije. O, mejor, sabía que era algo malo, y lo dije para herirla, pero no caí en la cuenta de por qué era hiriente hasta que las palabras habían ya salido de mis labios. Y, mientras Alicia lloraba allí tendida, di con unas cuantas razones.

• Sonaba como si le estuviera tomando el pelo. Sonaba como si pensara que no era lo bastante guapa para ser modelo.

• Sonaba como si pensara que tenía pocas luces, porque no se le había ocurrido más que eso cuando estábamos hablando de lo que quería ser.

• Sonaba como si me estuviera riendo de ella por cómo estaba ahora —gorda y rechoncha—, tan lejos del aspecto que debería tener una modelo.

—Qué raro, ¿no? —dijo cuando por fin fue capaz de hablar—. Mi madre y mi padre piensan que me has fastidiado por completo, que has hecho que todo se me vaya al traste y demás. Y yo he tratado de defenderte contra viento y marea. Y tú y tu madre pensáis que yo te he fastidiado por completo, que he hecho que todo se te vaya al traste y demás. Y sé que nunca llegaría a ser, ya sabes, una científica espacial o una gran escritora o cualquiera de esas cosas que mis padres creen que podría ser. Pero iba a ser algo. No me refiero a algo increíble. Pero sí algo. Y ¿qué oportunidades crees que tengo yo ahora? Mírame. Así que has tenido una pelea en el instituto. Gran suceso. Al menos has podido ir al instituto hoy. ¿Y dónde he estado yo? En la cocina y aquí. Así que déjalo ya, ¿vale? Deja ya de una vez esa monserga de que te he jodido la vida y demás. Tú has tenido media oportunidad. ¿Qué oportunidad he tenido yo?

Era lo más importante que me había dicho en semanas. En meses, probablemente.

Al cabo de un largo rato, me calmé y le dije que lo sentía mucho, y nos abrazamos, y nos besamos un poco. Llevábamos siglos sin hacerlo. Era nuestra primera pelea. E hizo mucho más fácil las que vinieron después.

Alicia y Roof se durmieron, y yo cogí la tabla y me fui a patinar un rato, y cuando volví mi madre estaba en casa de Alicia, sentada en la mesa de la cocina con Roof en el regazo.

—Aquí llega papá —dijo—. Me ha abierto Alicia, y se ha ido a dar un paseo. La he obligado. Me ha parecido que estaba un poco paliducha. Y no hay nadie más en casa.

—Solos los tres —dije—. Qué bien.

—¿Qué tal el instituto?

—Bien —dije.

—Alicia me ha contado que habéis discutido.

—Oh —dije—. Eso. No ha sido nada.

Me miró.

—¿Seguro?

—Sí. Seguro.

Y estaba diciendo la verdad. En realidad no había sido nada.

17

Un par de días después de la pelea en el instituto y de la pelea con Alicia, mi padre llamó para invitarme a comer con él. Me había llamado el día en que nació Roof, pero aún no se había molestado en venir a ver al bebé a casa de Alicia. Dijo que tenía un montón de trabajo.

—Puedes traértelo, si quieres —había dicho.

—¿Al restaurante?

—Hijo —dijo—, me conoces. No he aprendido casi nada de las cosas que he hecho en la vida, así que no puedo servirte de gran cosa en lo que a consejos se refiere. Pero recuerdo una cosa de cuando te tuvimos a ti, y es que si eres un padre joven es más fácil que te sirvan en los pubs y demás.

—¿Y por qué no iban a servirte en un pub?

—No a mí, so memo. A ti. No tienes edad suficiente. Pero si vas con un bebé, nadie te pregunta nada.

No me molesté en decirle que podían servirme una bebida alcohólica en un restaurante si iba acompañado por un adulto. Mi madre siempre me hacía beber un vaso de vino en la cena, para irme acostumbrando a beber con moderación, como una persona responsable. Si mi padre sólo tenía ese consejo que darme, se le rompería el corazón si le dijera que no valía para nada.

Esperé a que no hubiera nadie alrededor, saqué el póster de TH de debajo de la cama y lo pegué en la pared con los restos de Blue Tack que le quedaban en el dorso. El papel se curvó un poco, pero se quedó pegado el tiempo suficiente para decirle que mi padre iba a venir a buscarnos.

—A mi padre le salía espontáneamente lo de hacer todo lo posible para ayudar a sus hijos, pero se superó a sí mismo cuando fundó la National Skateboard Association (NSA) —dijo Tony.

Tony no solía hacer bromas cuando hablábamos, pero ésta era una muy buena. Bueno, no era ninguna broma en el libro. Su padre empezó de verdad la NSA, y sólo porque su hijo era skater. Pero en aquella conversación era una broma. Mi padre no hubiera hecho ni una hoguera si yo hubiera tenido frío.

—Sí, ya —dije—. Mi padre no es así. Mi padre...

No sabía cómo seguir, la verdad. Me resultaba violento decir que mi padre odiaba a la gente de Europa y demás.

—«Para Frank y Nancy Hawk. Gracias por vuestra ayuda imperecedera» —dijo Tony. Lo había escrito en el comienzo de
Hawk - Occupation: Skateboarder
. Y el padre de TH había muerto, así que lo de la «ayuda imperecedera» muestra lo mucho que aún sigue pensando en él.

—Si escribiera un libro no mencionaría a mi padre, aunque fuera autobiográfico —dije—. Diría: Nací sólo con una madre...

—Yo fui un accidente. Mi madre tenía cuarenta y tres años y mi padre cuarenta y cinco cuando vine al mundo —dijo TH.

Sabe que yo también fui un accidente. Y también sabe que mi madre y mi padre eran más o menos lo opuesto a los suyos.

—Mi padre no cumplirá cuarenta y cinco hasta que yo cumpla... —Sumé con los dedos—. ¡Veintiocho!

—Como mis padres eran ya bastante mayores cuando vine al mundo, habían dejado ya atrás la estricta educación tipo «mamá y papá» para acercarse más a la mentalidad de los abuelos —dijo Tony.

—Mi padre ni siquiera tiene la edad suficiente para ser padre, así que para qué hablar de abuelo —dije.

—Tiramos sus cenizas al mar, pero me quedé con parte de ellas —dijo Tony—. Y mi hermano y yo esparcimos hace poco el resto por todo el Home Depot
[7]
.

El padre de Tony había muerto de cáncer. Es la parte más triste del libro. Pero no podía entender por qué me estaba diciendo aquello cuando se suponía que debíamos hablar de lo inútil que era el mío.

Así que mi padre vino a buscarnos, dijo hola a Alicia, le dijo a todo el mundo que quiso escucharle que el bebé era idéntico a mí. Pusimos a Roof en su capazo y nos fuimos al restaurante italiano de Highbury Park. Había un reservado al fondo, con un asiento largo de cuero, y dejamos el capazo en el suelo, a un costado. Se acercaba mucha gente a mirarlo.

—Seguramente creen que somos una pareja de maricones que lo hemos adoptado —dijo mi padre. Era su forma de decir que parecíamos de la misma edad, por mucho que no lo pareciéramos, y sigamos sin parecerlo.

Pidió dos cervezas, y me guiñó un ojo.

—Bien —dijo cuando nos las trajeron—. Me voy a beber una cerveza con mi hijo y su hijo. Mi hijo y mi nieto. Joder.

—¿Cómo te sientes? —dije, por decir algo.

—No tan mal como pensé que me sentiría —dijo—. Posiblemente porque ni siquiera tengo treinta y cinco años.

Miró hacia la mesa de al lado, donde dos chicas comían pizza y reían. Sabía por qué mi padre había mirado hacia esa mesa.

—¿Has visto esas dos? —dijo—. No pasaría por encima de ninguna de esas dos ni para llegar a donde estás.

Si visitaras la Tierra desde otro planeta, la mitad de las veces —y a pesar de haber aprendido a la perfección nuestra lengua— no tendrías ni idea de a qué se refería mi padre. Pero enseguida te pondrías al corriente. Estaría diciendo que estaba sin un penique, o que había visto a alguien que le gustaba, o estaría diciendo pestes de los europeos. Tenía millones de expresiones para decir cualquiera de las tres cosas, y casi ni media palabra para todas las demás.

—Oh —dijo—. Ése es el otro consejo que te doy. No hay nada mejor que un bebé para ligar.

—Ya —dije—. Gracias.

A ninguna de las dos chicas parecíamos interesarles lo más mínimo. Y tampoco parecía interesarles Roof.

—Sé lo que estás pensando —dijo mi padre—. Estás pensando: Este viejo gilipollas. ¿Para qué quiero yo esa información? Tengo una novia. Pero puede que algún día te sea útil.

—Puede que para entonces Roof ya no sea ningún bebé —dije.

Mi padre se echó a reír.

—¿Tú crees?

—Gracias —dije.

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