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Authors: Charlaine Harris

Definitivamente Muerta (7 page)

BOOK: Definitivamente Muerta
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—¡Oh, bien! —Portia parecía definitivamente satisfecha—. Por supuesto, Halleigh y yo luciremos vestidos diferentes, pero hemos pensado que podríamos usar los mismos vestidos para las damas de honor. Puede que en colores diferentes. ¿Qué opinas?

Lo que yo opinaba era que estaba a punto de ahogarme en mi propia curiosidad. ¿Es que Portia se casaba también? ¿Con ese contable con el que había estado saliendo, el tipo de Clarice? Tara me miró fugazmente a la cara por encima del colgador de ropa. Portia miraba el catálogo, así que Tara se permitió hacerme un guiño. Sin duda estaba contenta de contar con una clienta adinerada, y definitivamente volvíamos a entendernos bien la una con la otra. El alivio me inundó.

—Creo que el mismo estilo en colores diferentes, que hagan juego, por supuesto. Eso sería realmente original —dijo Tara—. ¿Cuántas damas de honor habrá?

—Cinco para cada una —dijo Portia, con su atención centrada en la página que tenía delante—. ¿Me puedo llevar a casa un ejemplar del catálogo? Así, Halleigh y yo lo podremos mirar esta noche.

—Sólo tengo otro ejemplar; ya sabes, una de las formas que tiene Isabelle de hacer dinero es cobrarte un ojo de la cara por el maldito catálogo —dijo Tara con una encantadora sonrisa. Ella puede ser muy zalamera cuando quiere—. Pero te puedo prestar uno si me prometes que mañana me lo traes de vuelta.

Portia hizo el gesto infantil de dibujarse una cruz en el pecho y se colocó el denso catálogo bajo el brazo. Vestía uno de sus «trajes de abogado»: una falda lisa de tejido de lana, chaqueta y una blusa de seda debajo. Se había puesto medias beige y zapatos planos, con un bolso a juego. A-bu-rri-da.

Portia estaba emocionada. En su mente se sucedían atropelladamente imágenes alegres. Sabía que tenía un aspecto un poco mayor para enfundarse un vestido de novia, sobre todo si se la comparaba con Halleigh, pero por Dios que iba a dar el paso. Portia se llevaría su tajada de la diversión, los regalos, la atención y la ropa, por no decir nada del valor añadido de tener su propio marido. Levantó la mirada del catálogo y miró alrededor para verme junto a los colgadores de ropa. Su felicidad era lo suficientemente honda como para no verse mermada por mi presencia.

—¡Hola, Sookie! —dijo, especialmente alegre—. Andy me ha contado lo mucho que le has ayudado con su pequeña sorpresa para Halleigh. Te lo agradezco sinceramente.

—Fue divertido —añadí, con mi propia versión de la sonrisa simpática—. ¿Es verdad que tú también estás de enhorabuena? —Sé que no hay que felicitar a la novia, sólo al novio, pero no pensé que a Portia le fuera a importar.

Y la verdad es que no le importó.

—Pues sí, me caso —confesó—. Y hemos decidido celebrar una ceremonia doble, con Halleigh y Andy. El convite se celebrará en la casa.

Por supuesto. ¿De qué sirve disponer de una mansión si no vas a celebrar allí el convite?

—Pues tendréis mucho trabajo por delante; preparar la boda... ¿Cuándo será? —pregunté con simpatía, tratando de aparentar que me importaba.

—En abril. Y que lo digas —dijo riéndose—. La abuela ya se ha vuelto medio loca. Ha llamado a todas las empresas de catering que conoce para intentar reservar el segundo fin de semana, y al final se ha decantado por Extreme(ly Elegant) Events porque tuvieron una cancelación. Además, el tipo que lleva Sculptured Forest y Extreme(ly Elegant) Events dijo que esta boda doble sería el acontecimiento social más importante del año en Bon Temps. Estábamos pensando en una boda al aire libre en la casa, con carpas en el jardín de atrás —continuó Portia—. Si llueve, tendremos que hacerlo en la iglesia, y celebrar el convite en el edificio comunitario de la parroquia de Renard. Pero cruzaremos los dedos.

—Suena maravilloso. —La verdad es que no se me ocurría nada más que decir—. ¿Cómo vas a seguir trabajando con todo esto de la boda?

—Ya me las arreglaré.

Me preguntaba a qué se debían las prisas. ¿Por qué no se esperarían las alegres parejas hasta el verano, que Halleigh ya estaría de vacaciones? ¿Por qué no esperar, para que Portia pudiera despejar su agenda y permitirse una luna de miel como Dios manda? ¿Y era contable el hombre con el que salía? Sin duda, una boda en plena época de declaración de impuestos no era precisamente lo más oportuno.

Ayyy..., a lo mejor Portia estaba embarazada. Pero si estaba a punto de formar una familia, sus pensamientos no la delataban, y dudaba de que fuese a ser así en caso afirmativo. Dios, si alguna vez me quedara embarazada, ¡me moriría de la alegría! Quiero decir, si el chico me quisiera y estuviese dispuesto a casarse conmigo, porque yo no soy tan dura como para criar a un hijo sola, y mi abuela se revolvería en su tumba si entrase en el club de las madres solteras. Las ideas modernas al respecto habían eludido por completo a mi abuela, sin siquiera moverle un solo pelo a su paso.

Mientras todos estos pensamientos zumbaban en mi cabeza, me llevó un momento procesar las palabras de Portia.

—Así que procura tener libre el segundo sábado de abril —dijo, con toda la encantadora sonrisa que Portia Bellefleur era capaz de esbozar.

Le prometí que así sería, tratando de no tropezar con mi propia lengua por el asombro. Debía de estar en plena fiebre nupcial. ¿Por qué iba a querer que acudiera a su boda? No era amiga de ninguno de los Bellefleur.

—Le pediremos a Sam que se encargue de la barra en el convite —prosiguió, y mi mundo recuperó una alineación más familiar. Claro, quería que le echara una mano a Sam.

—¿Una boda vespertina? —pregunté. A veces, Sam acepta trabajos de barra externos, pero el sábado solía ser un día muy ajetreado en el Merlotte's.

—No, será por la noche —dijo—, pero ya he hablado con Sam esta mañana, y está de acuerdo.

—Está bien —contesté.

Ella leyó más cosas en mi tono de lo que yo había pretendido, y se sonrojó.

—Glen quiere invitar a algunos clientes suyos —dijo, aunque yo no le había pedido ninguna explicación—. Sólo pueden acudir después de que haya anochecido.

Glen Vicks era el contable. Me alegró rescatar su apellido de mi memoria. Entonces todo encajó y comprendí el bochorno de Portia. Quería decir que los clientes de Glen eran vampiros. Vaya, vaya, vaya. Le sonreí.

—Estoy segura de que será una boda maravillosa, y estoy deseando poder ir —dije—, ya que has sido tan amable de invitarme —incidí en el malentendido deliberadamente y, como había previsto, se puso más roja aún. Entonces se me ocurrió otra idea, una tan importante que quebranté una de mis reglas personales—. Portia —añadí lentamente, para asegurarme de que me entendía—, deberías invitar a Bill Compton.

Portia odiaba a Bill (lo cierto es que despreciaba a todos los vampiros), pero, en su día, mientras daba salida a uno de sus planes, estuvo saliendo con él brevemente. Y fue de lo más extraño, porque más tarde Bill descubrió que Portia era una de sus bisnietas, con el bis elevado al infinito, o algo parecido.

Bill había dado alas a la pretensión de interés por parte de ella. Por aquel entonces, su única intención era averiguar cuáles eran las intenciones de Portia. Se dio cuenta de que estar cerca de un vampiro le ponía a Portia los pelos de punta. Pero cuando descubrió que los Bellefleur eran su única descendencia viva, les legó anónimamente una obscena cantidad de dinero.

Pude «escuchar» que Portia pensaba que le restregaba por la cara las pocas veces que se había visto con Bill. No quería que se lo recordaran, y eso la enfureció.

—¿Por qué me sugieres eso? —preguntó fríamente, y tuve que reconocer su mérito por no salir escopetada de la tienda. Tara se hacía la ocupada en la mesa de Isabelle, pero yo sabía que podía escuchar la conversación. A mí no me importaba lo más mínimo.

Tuve un feroz debate interno. Finalmente, lo que Bill quería prevaleció sobre lo que yo quería para él.

—No importa —dije, reacia—. Es tu boda, son tus invitados.

Portia se me quedó mirando como si fuese la primera vez que me veía.

—¿Sigues saliendo con él? —me preguntó.

—No, ahora está con Selah Pumphrey —dije, manteniendo la voz vacía y monótona.

Portia me propinó una inescrutable mirada. Sin decir una palabra más, salió hacia su coche.

—¿De qué iba todo eso? —preguntó Tara.

No se lo podía explicar, así que cambié de tema a otro que estuviera más cerca de su interés.

—Me encanta que te hayan encargado la boda. —dije.

—Pues ya somos dos. De no haber tenido que organizado todo en tan poco tiempo, puedes apostar a que Portia Bellefleur no se habría decidido por Isabelle —explicó con franqueza—. Habría ido y vuelto de Shreveport un millón de veces para hacer los preparativos si hubiera tenido tiempo. Halleigh no hace más que seguir la estela que le marca Portia, pobrecilla. Se pasará esta tarde y le enseñaré lo mismo que le he enseñado a Portia, y tendrá que adaptarse. Pero yo no me quejo. Se llevan el paquete entero, porque el sistema de Isabelle lo puede entregar todo de una vez. Invitaciones, notas de agradecimiento, vestidos, ligas, regalos para las damas de honor, e incluso los vestidos de las madres de las novias.

La señora Caroline se comprará uno, como la madre de Halleigh, y todas aquí, ya sea de mis existencias o del catálogo de Isabelle. —Me miró de arriba abajo—. A todo esto, ¿qué te trae por aquí?

—Necesito ropa para una noche en el teatro, en Shreveport —dije—, y tengo que ir al súper y volver a casa para hacerle la comida a Jason. ¿Me puedes enseñar algo?

La sonrisa de Tara adquirió tintes depredadores.

—Oh —contestó—, pues unas cuantas cosas.

5

Me alegré de que Jason se retrasara un poco. Acababa de terminar de hacer el beicon y me disponía a poner las hamburguesas en la sartén cuando llegó. Ya había abierto el paquete de panecillos y había puesto dos en su plato. También había colocado en la mesa una bolsa de patatas fritas. A un lado, le serví un vaso de té.

Jason entró sin llamar, como siempre hacía. No había cambiado demasiado, al menos aparentemente, desde que se convirtió en un hombre pantera. Seguía siendo rubio y atractivo, y me refiero a atractivo a la antigua usanza; estaba de buen ver, pero también era el tipo de hombre que atrae las miradas allí donde entra. Y, por encima de todo eso, siempre había tenido una veta de travesura. Pero desde el cambio, de alguna manera había empezado a comportarse como una persona mejor. Yo aún no tenía claro a qué se debía. Quizá el hecho de convertirse en un animal salvaje una vez al mes satisfacía algún anhelo que yo le ignorara.

Como lo habían mordido (y no era cambiante por nacimiento) no mutaba por completo, sino que se volvía una especie de híbrido. Al principio eso lo decepcionó. Pero ya lo había superado. Llevaba varios meses saliendo con una mujer pantera pura llamada Crystal. Ella vivía en una pequeña comunidad, a unos kilómetros campo adentro, y dejad que os diga que algo más rural que Bon Temps, Luisiana, es algo muy, muy rural.

Recitamos una breve plegaria y empezamos a comer. Jason no arrambló con la comida con su habitual entusiasmo. Como la hamburguesa me sabía bien, supuse que, fuese lo que fuese lo que pasaba por su cabeza, era importante. No podía leerlo. Dado que se había convertido en un cambiante, sus pensamientos ya no eran tan claros para mí.

Por lo general, eso era todo un alivio.

Al cabo de dos bocados, Jason dejó la hamburguesa y su cuerpo cambió de postura. Estaba preparado para hablar.

—Tengo que decirte una cosa —contestó—. Crystal no quiere que se lo diga a nadie, pero me preocupa mucho. Ayer, Crystal... tuvo un aborto.

Cerré los ojos durante unos segundos. En ese breve espacio de tiempo tuve al menos veinte pensamientos, y ninguno de ellos completo.

—Lo siento —dije—. ¿Ella está bien?

Jason me miró por encima del plato de comida del que se había olvidado por completo.

—No quiere ir al médico.

Me quedé mirándolo.

—Pero tiene que hacerlo —dije razonablemente—. Necesita que le practiquen un D y L. —No estaba muy segura del significado de esas dos letras, pero sabía que eso era lo que se les hacía en el hospital a las mujeres que abortaban. A mi amiga y compañera Arlene le practicaron un D y L después de abortar. Me lo dijo más de una vez. Muchas veces—. Entran y... —empecé, pero Jason me cortó.

—Oye, no necesito saberlo —dijo. Parecía muy incómodo—. Sólo sé que no quiere ir al hospital porque es una mujer pantera. Tuvo que hacerlo cuando le empitonó un jabalí, igual que Calvin cuando le dispararon, pero los dos se curaron tan deprisa que no pudieron evitar los comentarios en la sala de los médicos, según supo ella. Así que ahora no piensa ir. Está en mi casa, pero no..., no está bien. Está empeorando en vez de mejorar.

—Oh, oh —dije—. Pero ¿qué le pasa?

—Está sangrando demasiado, y las piernas no le responden —tragó saliva—. Apenas puede levantarse, y mucho menos caminar.

—¿Has llamado a Calvin? —pregunté. Calvin Norris, el tío de Crystal, es el líder de una pequeña comunidad de hombres pantera en Hotshot.

—No quiere que lo llame. Teme que me mate por pensar que le haya hecho daño. Tampoco quería que te lo contara a ti, pero necesito ayuda.

A pesar de que su madre no vivía, Crystal tenía un montón de familiares femeninas en Hotshot. Yo nunca había tenido un bebé, ni siquiera me había quedado embarazada, y tampoco era una cambiante. Cualquiera de ellas sabría mejor qué hacer que yo. Se lo dije a Jason.

—No quiero que pase tanto tiempo sentada camino hacia Hotshot, y menos en mi camioneta. —Mi hermano parecía tan testarudo como una mula.

Por un terrible momento, pensé que la preocupación de Jason era que Crystal le manchara de sangre la tapicería. Estaba a punto de echarme a su cuello, cuando añadió:

—Tengo que cambiar los amortiguadores, y temo que los rebotes de la carretera en mal estado empeoren a Crystal.

En ese caso, su gente podría acudir a ella. Pero antes de que hablara, supe que Jason encontraría una razón para vetar eso también. Tenía algún tipo de plan.

—Vale, ¿qué puedo hacer?

—¿No me dijiste que, la vez que te hirieron, los vampiros te pusieron un médico especial que se encargó de curarte la espalda?

No me gustaba pensar mucho en aquella noche. En mi espalda aún tenía las cicatrices del ataque. El veneno de las garras de la ménade casi acabó con mi vida.

—Sí —dije lentamente—. La doctora Ludwig. —Doctora en todo lo raro y extraño, ella sí que era una rareza. Era extremadamente baja, muy, muy baja. Sus facciones no eran lo que se dice regulares tampoco. Me sorprendería sobremanera descubrir que la doctora Ludwig fuera humana. La vi por segunda vez en la competición por el liderazgo de la manada. Las dos veces en Shreveport; así que era muy probable que viviera allí.

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