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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Fantástico

Esperanza del Venado

BOOK: Esperanza del Venado
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Todo empezó con la profecía del Enviado de Dios: Palicrovol, conde de Traffing, acabaría con la sangrienta tiranía y se convertiría en rey de Burland. La profecía advertía, sin embargo, que su vida no estaría a salvo mientras no hubiesen muerto el tirano y su hija Asineth. Ésta, cuando los rebeldes se hallaban a las puertas de la ciudad, rogó al Venado que los protegiera, pero sus oraciones no fueron escuchadas. Palicrovol tomó la ciudad y mató al tirano con su propia espada. A ella, en cambio, no se decidió a sacrificarla. La profanó y humilló en público, pero le perdonó la vida. Su misericordia —o su debilidad— habría de ser su ruina. La venganza de Asineth sería terrible.

Orson Scott Card

Esperanza del Venado

ePUB v1.1

Palikrovol
20.05.12

Título original:
Hart's Hope

Orson Scott Card, 1983.

Traducción: Paula Tizziano

Editor original: Palikrovol (v1.0 a v1.x)

ePub base v2.0

A Mark Park,

quien conoce al Reyecito,

de todo corazón.

PROLOGO

Oh, Palicrovol, el de la muerte y la venganza en los ojos: te escribo porque, a lo largo de los siglos, hay historias que has olvidado, e historias que jamás llegaste a saber. Te las contaré todas, y puesto que cuanto digo es verdad, detendrás tus manos colmadas de armas, y ya no buscarás la muerte del niño Orem, el Carniseco, llamado el de Banningside, o también el Reyecito.

EL REBELDE EXILIADO Y LA PRINCESA FLOR

Ésta no es la primera de las historias, pero sí la primera que debo contar, porque si la recuerdas me escucharás hasta el final.

Él se acercó a ella en el jardín, donde sus doncellas estaban adornándola con flores, tarea que debían hacer durante cada día de la primavera.

—¿Cuál es el nombre de la pequeña? —preguntó.

Sus doncellas la miraron, solicitando permiso para responder. Ella hizo un gesto con la cabeza a la sarcástica dama llamada El-frío-de-las-aguas-del-oeste, quien sabría decir las palabras adecuadas.

—Nuestra señora sabrá cómo se llama este hombre que se pasea tan ufano por el jardín sagrado, y se arriesga a conocer los secretos que sólo saben los eunucos.

El hombre se mostró un tanto sorprendido.

—Pero se me dijo que podía pasear libremente por la ciudad…

Las doncellas la miraron una vez más, y esta vez ella escogió a La-que-se-inclina-hacia-atrás-desde-la-cuna, cuya voz era aguda y extraña.

—Puedes caminar por donde corresponde a un varón, mas debes pagar el precio a que éstos corresponde.

Para su sorpresa, el hombre no mostró temor. Por su osadía era un loco. Por su torpe acento era extranjero. Por su presencia en el jardín sagrado era nuevo en la Isla-donde-el-verano-sólo-dura-un-día-en-las-montañas. Pero sobre todo, por su rostro era poderoso, hermoso y bueno, y por eso señaló con la cabeza a Nacida-entre-la-lluvia-de-pétalos-de-lila.

—Estás en presencia de la hija mayor del Rey-que-surca-el-mar-sobre-el-lomo-de-un-cisne —dijo Mesmisfedilain con su voz más aterciopelada.

De inmediato el extranjero se hincó de rodillas e inclinó la cabeza, mas no la espalda.

Algo extraordinario. Ella hizo un gesto a Verdad-sin-tormento.

—Si eres rey en tu propia tierra, Hombre, ¿por qué te postras? Y si no eres rey, ¿por qué tu espalda erguida desafía a la muerte?

—Soy Palicrovol —respondió el hombre—. Estoy en una batalla que va más allá del trono o de la muerte. Mi enemigo es Nasilee, quien gobierna en Burland por derecho de sangre.

Verdad-sin-tormento aceptó el desafío de sus palabras.

—Si gobierna por derecho de sangre, ¿cómo osas oponerte a él? Responde con sinceridad, pues de tu lengua pende tu vida.

—Porque soy un hombre de bien —fue su respuesta— y Nasilee es uno de los que gobierna por derecho de sangre, pero se gana el odio de todos los hombres de bien. Así y todo, no me habría rebelado si los dioses no me hubiesen elegido.

—Si los dioses te han elegido, ¿por qué eres un exiliado aquí en la Isla-donde-el-verano-sólo-dura-un-día-en-las-montañas?

Palicrovol se puso en pie de un salto. Por un momento la pequeña temió que pretendiera hacerle daño, y temió aún más que se propusiera escapar. Pero en cambio él extendió los brazos y entonó como pudo la historia de la batalla. En el lenguaje de ella las palabras sonaron burdas, pero no tardó en advertir que la torpeza se debía a que estaba traduciendo un poema. Tú conoces el poema. Le contó que estaba de pie sobre la cima

de una colina al caer la noche, antes de la batalla, y que ante él se extendían las fogatas de los mayores ejércitos jamás conducidos a la guerra en Burland, y vio que, ganase o perdiese, perecerían demasiados hombres. No habría ejército capaz de defender las fronteras contra las incursiones provenientes de las montañas de tierra adentro, o las costas contra las incursiones provenientes del mar. Así que ordenó a su gran general Zymas que dispersara a sus hombres y que se ocultaran antes del alba. Que todos piensen que Palicrovol es un cobarde y luego Palicrovol vendrá y ganará la batalla cuando el costo sea ínfimo y el premio mayor. Por aquellos días Palicrovol era sabio.

Y ella le sonrió, pues él era un buen rey.

—¿Puedo vivir entonces? —le preguntó.

Ella asintió.

—¿Con mis atributos de toda la vida intactos?

Las doncellas ahogaron sus risas, pero ella no rió. Sólo asintió, con gravedad, una vez más.

—Entonces arriesgaré mi vida de nuevo y te diré que sólo eres una niña, pero que jamás he visto en toda mi vida belleza tan perfecta.

Ella señaló a Nacida-entre-la-lluvia-de-pétalos-de-lila.

—Desde luego que es hermosa, Casi-rey-de-Burland. Ella es la Princesa Flor.

—No —repuso él—. No hablo de su rostro inimitable ni de las flores que tan toscas se ven al lado de su exquisita piel, ni de la forma en que su cabello se ondula como la tierra recién arada bajo la luz del sol. Digo que posee la perfecta belleza de la mujer que jamás mentirá en toda su vida.

Él no podía saber, a menos que un dios se lo hubiera dicho, que ella hizo el juramento más terrible cuando a los cinco años la ofrendaron al mar. Estaba sujeta a la— verdad, y aun cuando no le había dicho una sola palabra, él la había mirado y lo había visto.

—No es una mujer —apuntó Nacida-entre-la-lluvia-de-pétalos-de-lila—. Sólo tiene once años.

—Me casaré contigo —anunció Palicrovol—. Cuando tengas veinte años, si soy rey de Burland te enviaré a buscar y vendrás a mí, ya que soy el único rey del mundo capaz de soportar la belleza de una esposa que no le ha de mentir.

Entonces ella se puso de pie, dejando que las flores cayeran por doquier, ignorando la respiración contenida de sus doncellas. Extendió la mano y la posó sobre la cintura del hombre, y él abrió su mano hacia ella.

—Palicrovol, me casaré contigo seas rey o no.

Palicrovol respondió:

—Mi señora, si no soy rey por entonces estaré muerto.

—No creo que mueras jamás —replicó ella.

Y entonces las doncellas rompieron a llorar, pues ahora se había prometido en matrimonio, y eso no podría deshacerse por mucho que su padre se afligiera o enfureciera al conocer su decisión. Pero a Palicrovol nada le importaban sus lamentos.

—Mi señora —dijo—. Ni siquiera sé tu nombre.

Ella hizo un gesto a La-que-se-inclina-hacia-atrás-desde-la-cuna. No podía decir su propio nombre porque en aquella época su nombre aún no era verdad.

La-que-se-inclina-hacia-atrás-desde-la-cuna logró hablar a pesar del llanto y pronunció el nombre de la Princesa Flor.

—Aquí-está-la-mujer-que-en-su-rostro-posee-la-dicha-de-todas-las-mujeres. En-su-corazón-el-dolor-de-todas-las-mujeres.

Palicrovol repitió el nombre en voz baja, observando los labios de ella.

—Enziquelvinisensee Evelvinin —dijo.

Ella escuchó con regocijo, ya que, con su amor, estaba segura de que algún día esas palabras serían verdad, aun cuando temiera el camino que la conduciría hasta su nombre.

—Enviaré por ti —declaró Palicrovol— y para mí valdrás más que la Corona de Asta.

Se marchó y la Princesa Flor le esperó. En toda su vida jamás se ha arrepentido de su compromiso matrimonial, ni del terrible precio que pago por él, ni ha mentido jamás a Palicrovol, aun cuando tú deseaste que ella mintiera, incluso cuando le ordenaste, tan cruelmente, que callara.

1
PALICROVOL SE CONVIERTE EN REY EN SU CORAZÓN

Esta es la historia de cómo Dios enseñó a aspirar al trono a un hombre sin ambición.

EL SUEÑO DE ZYMAS

Zymas era el brazo derecho del Rey, su ojo derecho y —según decían los irreverentes-también el cojón derecho del Rey. Zymas nació siendo caballerizo, pero primero su fuerza, luego su talento y por último su sabiduría le valieron tal fama que ahora era general de todos los ejércitos del Rey, y el terror de Zymas se propagaba a lo ancho y a lo largo de Burland.

Sólo disponía de quinientos soldados, entre caballería e infantería, pero en esa época una aldea tenía cinco familias, y una ciudad, cincuenta, y quinientos soldados bastaban para someter a todo aquel que hiciera falta. Y si algún grupo de barones o condes aunaba sus fuerzas insignificantes para superar en número a las de Zymas, igualmente estaban condenados al fracaso. Si había diez de estos barones, con toda seguridad uno se había unido a la rebelión como agente del rey, dos como hombres de Zymas, y el resto colgaría de la horca antes de que terminara el mes.

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