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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

Hijos de Dune (16 page)

BOOK: Hijos de Dune
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Tyekanik, con voz fría, interrumpió:

—¿Por qué insistes tanto en la estrategia, Predicador? ¿Eso es todo lo que piensas decirle a mi Príncipe?

—Está siendo empujado a desear un trono —dijo el Predicador—. Le deseo buena suerte, pero va a necesitar mucho más que suerte.

—Esas son palabras peligrosas —dijo Farad’n—. ¿Cómo te atreves a pronunciarlas?

—Las ambiciones tienden a quedar apartadas de las realidades —dijo el Predicador—. Me atrevo a decirte estas palabras porque te hallas en una encrucijada. Puedes convertirte en algo admirable. Pero actualmente te hallas rodeado por gentes que no buscan justificaciones morales, por consejeros orientados hacia la estrategia. Eres joven y fuerte, tenaz, pero careces de un adiestramiento avanzando que te permita desarrollar y madurar tu carácter. Y es triste, porque hay en ti una debilidad cuyas dimensiones ya te he descrito.

—¿Qué es lo que intentas decir? —exigió Tyekanik.

—Ten cuidado con lo que hablas —dijo Farad’n—. ¿Cuál es esta debilidad?

—Ni siquiera has pensado en el tipo de sociedad que preferirías —dijo el Predicador—. Nunca has tomado en consideración las esperanzas de tus súbditos. La forma del Imperio que ambicionas ni siquiera ha empezado a esbozarse en tu mente —giró su máscara hacia Tyekanik—. Tu mirada se centra únicamente en el poder, no en sus sutiles abusos ni en sus peligros. Tu futuro está así lleno de claras incógnitas: con mujeres peleándose, con golpes de tos y días ventosos. ¿Cómo esperas crear una época que ni siquiera puedes ver en detalle? Tu mente, por tenaz que sea, no te va a servir. Esta es tu debilidad.

Farad’n estudió al viejo hombre durante un largo espacio de tiempo, preguntándose cuáles eran las profundas razones implicadas en tales pensamientos, y la persistencia de conceptos tan desacreditados. ¡Moralidad! ¡Metas sociales! Todo aquello eran mitos que debían echarse a un lado frente al movimiento ascendente de la evolución.

—Ya basta de palabras —dijo Tyekanik—. ¿Qué hay con el precio que acordamos, Predicador?

—Duncan Idaho es vuestro —dijo el Predicador—. Tened cuidado en cómo lo usáis. Es una joya inestimable.

—Oh, tenemos una misión apropiada para él —dijo Tyekanik. Dirigió una mirada a Farad’n—. ¿Con vuestro permiso, mi Príncipe?

—Envíalo rápido, antes de que cambie de idea —dijo Farad’n. Luego, dirigiendo una irritada mirada a Tyekanik—: ¡No me gusta la forma en que me has usado, Tyek!

—Perdónalo, Príncipe —dijo el Predicador—. Tu leal Bashar sigue la voluntad de Dios sin siquiera saberlo. Con una inclinación, el Predicador se alejó, y Tyekanik se apresuró a seguirlo.

Farad’n contempló su retirada mientras pensaba:
Debo informarme acerca de esta religión que ha abrazado Tyek.
Y sonrió tristemente.
¡Vaya intérprete de sueños! ¿Pero qué importa? Al fin y al cabo, mi sueño no tenía la menor importancia.

15

Y tuvo la visión de una armadura. La armadura no era su propia piel; era tan fuerte como el plastiacero. Nada penetraba su armadura… ningún cuchillo ni veneno ni arena, ni el polvo del desierto ni su desecante calor. En su mano derecha sostenía el poder de crear la tormenta de Coriolis, de estremecer la tierra y erosionarla hasta la nada. Sus ojos estaban fijos en el Sendero de Oro, y en su mano izquierda sostenía el cetro del dominio absoluto. Y más allá del Sendero de Oro, sus ojos miraban hacia la eternidad que sabía era el alimento de su alma y de su carne imperecedera.

«Heighia, el Sueño de mi Hermano», del
Libro de Ghanima

—Sería mejor que nunca llegara a ser Emperador —dijo Leto—. Oh, no quiero decir que haya cometido el mismo error que mi padre y mirado al futuro a través de una lente de especia. Digo esto por simple egoísmo. Mi hermana y yo necesitamos desesperadamente un tiempo de libertad para aprender a vivir tal como somos.

Guardó silencio, mirando inquisitivamente a Dama Jessica. Había representado su parte tal como él y Ghanima habían acordado. Ahora, ¿cuál iba a ser la respuesta de su abuela?

Jessica estudió a su nieto a la débil luz de los globos que iluminaban sus apartamentos en el Sietch Tabr. Eran las primeras horas de la mañana de su segundo día allí, y había oído ya cosas intranquilizadoras con respecto a la noche de vigilia que los gemelos habían pasado fuera del sietch. ¿Qué era lo que estaban tramando? Ella tampoco había dormido bien, y sentía los ácidos de la fatiga exigiéndole que interrumpiera la constante y tensa vigilancia que había mantenido a través de todas las urgentes necesidades hasta aquella crucial escena en el espaciopuerto. Aquel era el sietch de sus pesadillas… pero fuera no había el desierto que ella recordaba.
¿De dónde han surgido todas esas flores?
Y el aire a su alrededor era demasiado húmedo. La disciplina de los destiltrajes se había relajado entre los jóvenes.

—¿Quiénes sois vosotros, chiquillos, que necesitáis tiempo para aprender sobre vosotros mismos? —preguntó.

Leto agitó suavemente su cabeza, sabiendo que aquel era un extraño gesto de adulto en un cuerpo de niño, recordándose a sí mismo que no debía dar tregua a aquella mujer.

—En primer lugar, yo no soy un chiquillo. Oh… —se tocó el pecho—, este es un cuerpo de chiquillo, no hay ninguna duda sobre ello. Pero yo no soy un chiquillo.

Jessica se mordió el labio inferior, aun sabiendo que aquel gesto la traicionaba. Su Duque, muerto hacía tantos años en aquel condenado planeta, siempre se había reído de ella cuando se lo había descubierto.
Tu única reacción incontrolada
, era como definía a aquel gesto de morderse el labio.
Me dice que estás turbada, y yo debo besar esos labios para calmar su temblor.

Ahora, este nieto que llevaba el nombre de su Duque la impresionó hasta el punto de detener por un instante los latidos de su corazón simplemente sonriendo y diciéndole:

—Estás turbada; lo veo en el temblor de tus labios.

Necesitó la más profunda disciplina del adiestramiento Bene Gesserit para recuperar una apariencia de calma. Consiguió decir:

—¿Te estás burlando de mí?

—¿Burlarme de ti? Nunca. Pero debo hacerte comprender claramente lo muy diferentes que somos. Permíteme recordarte aquella orgía del sietch, hace tanto tiempo, cuando la Vieja Reverenda Madre te cedió sus vidas y sus memorias. Sintonizó contigo y te cedió aquella… aquella larga cadena de embutidos, cada uno de ellos una persona. Aún la tienes en tu interior. Así que sabes algo de lo que Ghanima y yo experimentamos.

—¿Y Alia? —preguntó Jessica, probándolo.

—¿No has discutido eso con Ghani?

—Quiero discutirlo contigo.

—Muy bien. Alia negó lo que era, y se convirtió en lo que más temía. El
pasado-interior
no puede ser relegado al inconsciente. Es algo peligroso para cualquier ser humano, pero para nosotros los prenacidos es peor que la muerte. Y esto es todo lo que diré acerca de Alia.

—Así, tú no eres un chiquillo —dijo Jessica.

—Tengo millones de años de edad. Esto requiere ajustes que ningún ser humano se ha visto obligado a realizar hasta ahora.

Jessica asintió, ahora calmada, mucho más cautelosa de lo que había sido con Ghanima. ¿Y dónde estaba Ghanima? ¿Por qué Leto había venido solo?

—Bien, abuela —dijo Leto—, ¿somos Abominaciones, o somos la esperanza de los Atreides?

Jessica ignoró la pregunta.

—¿Dónde está tu hermana?

—Está distrayendo a Alia para impedirle que venga a molestarnos. Es necesario. Pero Ghani no te iba a decir más de lo que te he dicho yo. ¿No te diste cuenta de ello ayer?

—Lo que yo observé ayer es asunto mío. ¿Por qué vais parloteando sobre Abominaciones?

—¿Parloteando? No me vengas con tu jerga Bene Gesserit, abuela. Podría hacer lo mismo contigo, palabra sobre palabra, sacándolo todo de tus propias memorias. Quiero algo más que el temblor de tus labios.

Jessica agitó la cabeza, captando la frialdad de aquella…
persona
que llevaba su propia sangre. Los recursos de que disponía la intimidaron. Intentó mantenerse en su lugar y preguntó:

—¿Qué es lo que sabes de mis intenciones?

Leto inspiró ruidosamente.

—No necesitas investigar si hemos cometido el mismo error que cometió mi padre. No hemos mirado fuera de nuestro jardín del tiempo… al menos no lo hemos hecho deliberadamente. Dejamos el conocimiento absoluto del futuro a esos momentos de
déjà vu
que cualquier ser humano puede experimentar.
Conozco
la trampa de la presciencia. La vida de mi padre me habla de todo lo que necesito saber al respecto. No, abuela: conocer absolutamente el futuro es verse atrapado absolutamente en este futuro. Es algo que colapsa el tiempo. El presente se convierte en futuro. Yo necesito mucha más libertad que eso.

Jessica sintió que su lengua se movía con palabras no pronunciadas. ¿Cómo podía responderle con algo que él ya no supiera? ¡Aquello era monstruoso!
¡Él es yo! ¡Él es mi bienamado Leto!
Aquel pensamiento la impresionó. Momentáneamente se preguntó si aquella máscara infantil no se transformaría en aquellos otros queridos rasgos y resucitar…
¡No!

Leto inclinó la cabeza, alzando su mirada para estudiarla. Sí, después de todo era posible manipularla. Dijo:

—Cuando tú piensas en la presciencia, que espero sea muy de tarde en tarde, probablemente no lo haces de una forma distinta de la que lo haría cualquier otro. La mayor parte de la gente imagina lo maravilloso que sería conocer las referencias de mañana del precio de la piel de ballena. O si un Harkonnen volverá a gobernar de nuevo su mundo natal de Giedi Prime. Pero, por supuesto,
nosotros
conocemos muy bien a los Harkonnen incluso sin presciencia, ¿no es cierto, abuela?

Ella rehusó picar aquel anzuelo. Por supuesto, él debía saber que corría sangre Harkonnen por las venas de ambos.

—¿Quién es un Harkonnen? —dijo él, incitante—. ¿Quién es la Bestia Rabban? Cualquiera de nosotros, ¿no? Pero estoy divagando. Estaba hablando del mito popular de la presciencia: ¡
conocer
absolutamente el futuro! ¡Todo él! Qué fortunas podrían ser acumuladas… y perdidas… con tal conocimiento absoluto, ¿no? La chusma cree esto. Cree que si un poco de algo es bueno, mucho más tiene que ser mejor. ¡Qué maravilloso! Pero si le das a alguien el escenario completo de su vida, todas sus acciones y palabras hasta el momento de su muerte… qué regalo infernal sería. ¡Qué profundo aburrimiento! A cada instante de su vida se vería obligado a representar aquello que conocía ya absolutamente. Sin ninguna desviación; Podría anticipar cada respuesta, cada palabra… una vez y otra y otra y otra y otra y… —agitó la cabeza—. La ignorancia tiene sus ventajas. ¡Un universo de sorpresas, ese es todo mi ruego!

Era una larga perorata y, mientras escuchaba, Jessica se sintió maravillada de la forma de hablar de Leto, de sus entonaciones, que formaban como un eco de su padre… su perdido hijo. Incluso las ideas: aquellos pensamientos hubieran podido surgir de la boca de Paul.

—Me recuerdas a tu padre —dijo.

—¿Eso te causa dolor?

—En un cierto sentido, pero me reconforta saber que vive en ti.

—Qué poco comprendes hasta qué punto vive en mí.

Jessica captó una profunda amargura en el tono átono en que fueron pronunciadas aquellas palabras. Alzó la cabeza para mirarle directamente.

—O como tu Duque vive en mí —dijo Leto—. Abuela, ¡Ghanima es tú! Es tú hasta tal punto que tu vida no tiene ningún secreto para ella hasta el instante en que diste a luz a nuestro padre. ¡Y yo! Qué catálogo de registros carnales soy yo. Hay momentos en que se me hace difícil soportarlo. ¿Has venido aquí para juzgarnos? ¿Has venido aquí para juzgar a Alia? ¡Sería mejor que nosotros te juzgáramos a ti!

Jessica buscó una respuesta y no encontró ninguna. ¿Qué pretendía hacer aquel chiquillo? ¿Por qué aquel énfasis en su diferencia? ¿Quería provocar un rechazo? ¿Había alcanzado la condición de Alia… la Abominación?

—Esto te inquieta —dijo él.

—Sí, me inquieta —se permitió a sí misma un fútil alzarse de hombros—. Me inquieta… y por razones que tú sabes muy bien. Estoy segura de que tienes en tu interior todo mi adiestramiento Bene Gesserit. Ghanima lo admite. Y sé que …… también lo tiene. Conoces las consecuencias de tu diferencia.

El la escrutó con inquietante intensidad.

—No queríamos plantear las cosas así contigo —dijo, y había un cierto eco de su propia fatiga en la voz del niño—. Conocemos el temblor de tus labios tan bien como lo conocía tu amante. Cualquier palabra cariñosa que hubiera susurrado tu Duque en tu oído en la intimidad de vuestro dormitorio podríamos repetírtela en cualquier momento. Tú has aceptado esto intelectualmente, sin la menor duda. Pero te advierto que esta aceptación intelectual no es suficiente. Si alguno de nosotros se convierte en una Abominación… ¡será porque tú dentro de nosotros la habrá creado! ¡O mi padre… o mi madre! ¡O tu Duque! Cualquiera de vosotros puede poseernos… y las condiciones serían las mismas.

Jessica sintió un ardor en su pecho, una humedad en sus ojos.

—Leto… —consiguió pronunciar, permitiéndose finalmente a sí misma emplear aquel nombre. Se dio cuenta de que el dolor era menos intenso de lo que había imaginado, y se obligó a continuar—. ¿Qué es lo que quieres de mí?

—Quiero revelarte algo.

—¿Revelarme qué?

—La pasada noche, Ghani y yo representamos los papeles de nuestro padre y nuestra madre; esto casi nos destruyó, pero aprendimos mucho. Hay cosas que uno puede saber tan sólo en condiciones especiales de su consciencia. Algunas acciones pueden ser predichas. Alia, por ejemplo… desde esta noche sabemos con certeza que está complotando para secuestrarte.

Jessica parpadeó, sorprendida por la repentina acusación. Conocía muy bien aquel truco, lo había empleado muchas veces: haz seguir a una persona una línea coherente de razonamiento, y entonces introdúcele el factor sorpresa dentro de otra línea completamente distinta. Recuperó casi inmediatamente su compostura con un profundo suspiro.

—Sé lo que Alia ha hecho… lo que
es
, pero…

—Abuela, apiádate de ella. Utiliza tu corazón tanto y tan bien como tu inteligencia. Otras veces lo has hecho. Tú constituyes una amenaza, y Alia quiere el Imperio para ella… o al menos lo quiere la cosa que se ha apoderado de ella y es ella ahora.

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