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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

Hijos de Dune (3 page)

BOOK: Hijos de Dune
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—Dama Jessica fue adiestrada para gobernar —dijo.

Ghanima asintió.

—¿Por qué ha elegido este momento para regresar?

Alia frunció el ceño.

—¿No es posible que simplemente quiera ver a sus nietos? —dijo.

Ghanima pensó:
Esto es lo que tú esperas, mi querida tía. Pero es condenadamente poco probable.

—Ella no puede gobernar aquí —dijo Alia—. Tiene Caladan. Eso debería bastarle.

—Cuando nuestro padre penetró en el desierto para morir —dijo Ghanima apaciguadoramente—, te dejó a ti como Regente. El…

—¿Tenéis alguna queja al respecto? —preguntó Alia.

—Fue una razonable elección —dijo Leto, siguiendo el camino trazado por su hermana—. Tú eras la única persona que sabía lo que significaba nacer como nosotros nacimos.

—Se rumorea que mi madre ha regresado a la Hermandad —dijo Alia—, y los dos sabéis lo que piensa la Bene Gesserit acerca de… la Abominación —dijo Leto.

—¡Sí! —le fulminó Alia.

—Bruja una vez, bruja por siempre —dijo Ghanima—. Eso al menos es lo que se dice.

Hermana, estáis jugando a un juego peligroso
, pensó Leto, pero la siguió.

—Nuestra abuela es una mujer mucho más simple que otras de su clase —dijo—. Tú compartes sus recuerdos, Alia; seguramente debes saber lo que puedes esperar.

—¡Simple! —dijo Alia, agitando su cabeza, mirando el pasillo lleno de gente a su alrededor y luego de nuevo a los dos gemelos—. Si mi madre fuera menos compleja, ninguno de vosotros dos estaríais ahora aquí… ni yo. Yo hubiera sido su primogénita y nada de esto… —Se estremeció—. Os lo advierto a los dos, id con mucho cuidado con lo que hagáis. —Levantó de nuevo la vista—. Aquí viene mi guardia.

—¿Sigues pensando que no es prudente que te acompañemos al espaciopuerto? —preguntó Leto.

—Esperad aquí —dijo Alia—. La traeré a ella.

Leto intercambió una mirada con su hermana y luego dijo:

—Tú nos has dicho muchas veces que las memorias que poseemos de todos nuestros antepasados van a servirnos de muy poco hasta que nuestros cuerpos tengan la suficiente experiencia como para comprender su real significado. Mi hermana y yo creemos esto: anticipamos peligrosos cambios con la llegada de nuestra abuela.

—Ya basta de eso —dijo Alia. Se giró, fue inmediatamente rodeada por sus guardias, y avanzaron rápidamente por el corredor alejándose hacia la Entrada Principal, donde les aguardaban los ornitópteros.

Ghanima se quitó una lágrima de su ojo derecho.

—¿Agua para los muertos? —susurró Leto, sujetando el brazo de su hermana.

Ghanima suspiró profundamente, pensando en cómo había observado a su tía, usando la manera que mejor conocía de entre la acumulación de experiencias ancestrales.

—¿Es el trance de la especia lo que la ha hecho así? —preguntó, sabiendo ya lo que Leto iba a decir.

—¿Tienes una sugerencia mejor?

—Para esclarecer el tema: ¿por qué nuestro padre… o incluso nuestra abuela, no sucumbieron?

Leto la estudió unos instantes y luego dijo:

—Sabes la respuesta tan bien como yo. Ellos poseían ya acusadas personalidades antes de venir a Arrakis. El trance de la especia… bueno… —se alzó de hombros—. Ellos no vinieron a su mundo poseídos por sus antepasados. Alia, en cambio…

—¿Por qué no ha creído en las advertencias Bene Gesserit? —Ghanima se mordió el labio inferior—. Alia posee la misma información que poseemos nosotros.

—Ella ya era llamada Abominación —dijo Leto—. No pretenderás demostrar que eres más fuerte que todos aquellos que…

—¡No, por supuesto! —Ghanima apartó sus ojos de la inquisitiva mirada de su hermano, estremeciéndose. Bastaba tan sólo consultar sus memorias genéticas, y las advertencias de la Hermandad tomaban forma vívidamente. Era observable que los prenatos tendían a convertirse en adultos de aviesas costumbres. Y la causa más plausible… Se estremeció de nuevo.

—Lástima que no tengamos a ningún prenato entre nuestros antepasados —dijo Leto.

—Quizá lo tengamos.

—Pero entonces tendríamos… Oh, si, la misma vieja pregunta sin respuesta. ¿Tenemos realmente acceso abierto al archivo total de las experiencias de todos y cada uno de nuestros antepasados?

Por su propia agitación interior, Leto sabía hasta qué punto debía turbar a su hermana una tal conversación. Se habían hecho demasiadas veces aquella misma pregunta, siempre sin llegar a conclusión alguna. Dijo:

—Debemos aplazar, aplazar, aplazar, cada vez que ella intente que entremos en trance. Debemos tener una precaución extrema con una sobredosis de especia; este es nuestro mejor modo de actuar.

—Para nosotros una sobredosis puede ser una cantidad muy grande —dijo Ghanima.

—Probablemente nuestra tolerancia es alta —admitió él—. Observa la cantidad de especia que necesita Alia.

—La compadezco —dijo Ghanima—. Su necesidad de especia debe ser sutil e insidiosa, arrastrándola implacablemente hasta…

—Sí, es una víctima —dijo Leto—. Una Abominación.

—Podríamos estar equivocados.

—Es cierto.

—Siempre me he preguntado —murmuró Ghanima— si la próxima memoria ancestral que encontraré no será la de…

—El pasado no está más lejos que tu almohada —dijo Leto.

Ghanima lo miró. Finalmente, dijo:

—Saber demasiado nunca simplifica las decisiones.

3

El sietch al borde del desierto

Fue de Liet, fue de Kynes,

Fue de Stilgar, fue de Muad’Dib,

Y, una vez más, fue de Stilgar.

Los Naib, uno a uno, duermen en la arena,

Pero el sietch permanece.

De una canción Fremen

Alia sintió que su corazón latía fuertemente cuando se alejó de los gemelos. Por algunos angustiosos segundos tuvo la sensación de que no conseguiría irse de allí, de que iba a pedir su ayuda. ¡Vaya estúpida debilidad! Se obligó a sí misma a recobrar la calma. ¿Habrían practicado alguna vez la presciencia aquellos gemelos? El sendero que había engullido a su padre tenía que atraerlos… el trance de la especia, con sus visiones del futuro ondeando como una sutil bruma agitada por un viento voluble.

¿Por qué yo no puedo ver el futuro?
, se preguntó Alia.
Lo he intentado muchas veces. ¿Por qué me elude?

Tenía que conseguir que los gemelos lo intentaran, se dijo a sí misma. La tentación sería irresistible para ellos. Poseían la curiosidad propia de los niños, incrementada con memorias ancestrales que se extendían a lo largo de milenios.

Así fue para mí
, pensó Alia.

Sus guardias abrieron los sellos de humedad de la Puerta Principal del sietch y permanecieron a un lado mientras ella salía a la explanada donde aguardaban los ornitópteros.

Un viento procedente del desierto esparcía arena por el cielo, pero el día era luminoso. Saliendo de la penumbra de los globos del sietch a la luz del día, Alia sintió que sus pensamientos surgían también al exterior.

—¿Por qué Dama Jessica regresaba en este preciso instante? Habían corrido historias por Caladan, historias acerca de cómo la Regente había…

—Debemos apresurarnos, mi Dama —dijo uno de los guardias, alzando la voz por encima del sonido del viento.

Alia dejó que la ayudaran a subir a su ornitóptero y fijaran los cinturones de seguridad, pero sus pensamientos brincaban desbocados.

¿Por qué ahora?

Cuando las alas del ornitóptero empezaron a pulsar y el aparato saltó al aire, sintió la magnificencia y el poder de su posición casi como algo físico… ¡pero cuán frágil, oh, cuán frágil!

¿Por qué ahora, cuando los planes aún no se habían completado?

Los vórtices de polvo se apartaron, se disolvieron, y pudo ver la brillante luz del sol sobre el cambiante paisaje del planeta: amplias extensiones de verdeante vegetación allá donde la reseca tierra había sido dominada.

Sin una visión del futuro, puedo fracasar. ¡Oh, qué maravillas podría realizar si tan sólo pudiera ver como veía Paul! Y yo no caería en la amargura que las visiones prescientes parecen llevar consigo.

Un tremendo deseo de que se le permitiera renunciar a su poder la atravesó. Oh, ser como eran los demás… ciegos en la más segura de todas las cegueras, viviendo tan sólo aquella hipnótica semivida a la que precipitaba a la mayor parte de los seres humanos el shock del nacimiento. ¡Pero no! Ella había nacido Atreides, víctima de aquella consciencia de eones de profundidad infligida por la adicción de su madre a la especia.

¿Por qué mi madre regresa hoy?

Gurney Halleck vendría con ella… siempre el devoto sirviente, presto a matar por ella, leal y honesto, un músico que mataba con la misma sencillez con que tocaba su baliset de nueve cuerdas. Algunos decían que se había convertido en el amante de su madre. Eso era algo que tendría que comprobar; podía ser una información valiosa.

El deseo de ser como los demás la abandonó.

Leto debe ser empujado al trance de la especia.

Recordó haberle preguntado en una ocasión al muchacho cómo se habría entendido con Gurney Halleck. Y Leto, sintiendo implicaciones subyacentes en su pregunta, había respondido que Halleck era leal «hasta el exceso», añadiendo: «Él… adoraba a mi padre».

Ella había notado aquella pequeña vacilación. Había estado a punto de decir: «me» en lugar de «a mi padre». Si, a veces era difícil separar los recuerdos genéticos de los propios. Gurney Halleck no le hubiera hecho más fácil aquella distinción a Leto.

Una dura sonrisa rozó los labios de Alia.

Gurney había elegido regresar a Caladan con Dama Jessica tras la muerte de Paul. Su regreso había enmarañado muchas cosas. Regresando a Arrakis, iba a añadir sus propias complejidades a las tramas existentes. Había servido al padre de Paul… y ésta era la sucesión: de Leto I a Paul a Leto II. Y fuera del programa genético de la Bene Gesserit: de Jessica a Alia a Ghanima… una línea colateral. Gurney, añadido a la confusión de identidades, podría ser inapreciable.

¿Qué haría si descubriera que llevamos en nosotros sangre de los Harkonnen, esos Harkonnen a los que odia tan amargamente?

La sonrisa en los labios de Alia se hizo introspectiva. Los gemelos eran, después de todo, unos niños. Eran como niños con incontables padres, cuyas memorias pertenecían tanto a estos como a ellos mismos. Seguramente estarían de pie al borde del Sietch Tabr, observando el rastro de la nave de su abuela aterrizando en la depresión de Arrakeen. Aquella señal ardiente que hacía visible el paso de la nave en el cielo, ¿hacia que la llegada de Jessica fuera más real para sus nietos?

Mi madre me preguntará acerca de su adiestramiento
, pensó Alia.
Querrá saber si utilizo las disciplinas prana-bindu juiciosamente. Y yo le contestaré que ellos se adiestran a sí mismos… tal como hice yo. Le transmitiré las palabras de su nieto: «Entre las responsabilidades del mando está la necesidad de castigar… pero tan sólo cuando la victima lo exige».

Se le ocurrió que si conseguía centrar la atención de Dama Jessica tan sólo en los gemelos, otras personas podrían escapar a su aguda inspección.

Era algo plausible. Leto era muy parecido a Paul. ¿Y por qué no? Podía ser Paul todas las veces que quisiera. Incluso Ghanima poseía esta estremecedora habilidad.

Tal como yo puedo ser mi madre o cualquiera de las otras que han compartido su vida con nosotras.

Apartó de sí aquellos pensamientos, observando pasar el paisaje de la Muralla Escudo. Entonces pensó:
¿Qué la habrá empujado a dejar la cálida seguridad del fértil en agua Caladan y regresar a Arrakis, a este planeta desierto donde el Duque fue asesinado y su hijo murió como un mártir?

¿Por qué había regresado Dama Jessica en aquel preciso momento?

Alia no halló ninguna respuesta… ninguna plausible. En el pasado podían haber compartido otras egoconsciencias, pero cuando sus respectivas experiencias tomaron caminos divergentes, sus motivaciones también divergieron. Las causas primarias de sus acciones eran individuales. Para la prenacida, la
multinacida
Atreides, esta era la suprema realidad, en sí misma otra forma de nacer: era la absoluta separación. En la carne viva, respirante, cuando esta carne abandonaba el seno materno que la había afligido con aquellas múltiples consciencias.

Alia no consideraba extraño el amar y odiar simultáneamente a su madre. Era una necesidad, un equilibrio necesario sin lugar para la culpa o los reproches. ¿Cómo era posible delimitar el amor y el odio? ¿Podía alguien reprocharle a la Bene Gesserit el haber dirigido a Dama Jessica en una dirección muy precisa? La culpa y los reproches se difuminaron cuando los recuerdos cubrían milenios. La Hermandad había intentado tan sólo crear un Kwisatz Haderach: el macho equivalente a una Reverenda Madre totalmente desarrollada… y más aún, un ser humano de sensibilidad y consciencia superiores, el Kwisatz Haderach que podía estar en varios lugares a la vez. Y Dama Jessica, tan sólo un peón en aquel programa genético, había tenido el mal gusto de enamorarse del compañero genético que le había sido asignado. Demasiado complaciente a los deseos de su bienamado Duque, había producido un hijo en lugar de la hija que la Hermandad le había ordenado como primogénito.

¡Y permitiendo que yo naciese tras haberse habituado a la especia! Y ahora no me quieren. ¡Ahora me tienen miedo! Y por una buena razón…

Habían conseguido a Paul, su Kwisatz Haderach, una generación demasiado pronto… un pequeño error de cálculo en un plan tan a largo plazo. Y ahora tenían otro problema: la Abominación, que llevaba consigo los preciosos genes que habían estado buscando durante tantas generaciones.

Alia notó una sombra cruzando sobre ella y miró hacia arriba. Su escolta estaba situándose en sus posiciones altas de guardia preparatorias del aterrizaje. Agitó la cabeza, irritada por sus erráticos pensamientos. ¿Para qué servía evocar toda una serie de viejas existencias y recrearse en sus antiguos errores? La suya era una existencia nueva, distinta de todas las demás.

Duncan Idaho había utilizado sus cualidades de mentat para responder a la pregunta de por qué Dama Jessica regresaba precisamente en este instante, evaluando el problema con su lógica de computadora humana, su principal cualidad. Había dicho que volvía para tomar posesión de los gemelos para la Hermandad. También los gemelos llevaban en sí aquellos inapreciables genes. Duncan podía estar en lo cierto. Aquella motivación podía ser suficiente como para arrancar a Dama Jessica de su autoimpuesta reclusión en Caladan. Si la Hermandad ordenaba… Bueno, ¿por qué otras razones iba a volver al escenario de tantos acontecimientos dolorosos para ella?

BOOK: Hijos de Dune
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