Recuerda cómo le temblaba la mano cuando dibujó lo que había visto y lo mucho que le costaba concentrarse. No paraba de mirar por toda la habitación para ver si el fantasma había vuelto.
Miró su dibujo una vez más. Es mala con el lápiz, pero se ve claramente que la chica está tumbada en el suelo. Ve las crucecitas y recuerda que tenían que representar los flecos de la alfombrilla del baño.
Por culpa de los temblores, un muslo le había salido delgaducho como una canilla.
Los dedos que tapan la cara no son más que rayas. Por debajo asoma una mera línea horizontal que representa la boca.
La silla vuelve a crujir al otro lado de la puerta.
Flora parpadea varias veces y mira fijamente el dibujo.
Tiene la sensación de que los dedos de la chica se han abierto mínimamente, porque ahora hay un ojo que la observa.
La chica la está mirando.
Flora da un respingo con el ruido de las tuberías. Mira a su alrededor en la salita. El diván está sepultado por las sombras, la mesa descansa en un rincón oscuro.
Cuando Flora vuelve a mirar el papel ya no se ve el ojo. Una arruga en el papel corre justo por encima de la cara del dibujo.
Flora intenta alisarla con manos nerviosas. Los finos dedos de la chica le tapan los ojos otra vez. Sólo se ve parte de la boca en el papel cuadriculado.
De pronto el suelo cruje a sus espaldas y Flora se vuelve rápidamente.
No hay nadie.
Vuelve a mirar el dibujo hasta que le brotan las lágrimas. El perfil del corazón que la chica tiene junto a la cabeza parece haberse diluido. Flora observa el pelo enmarañado y luego vuelve a poner los ojos en los dedos que tapan la cara. Aparta las manos de golpe del dibujo porque ha visto que la boca ha dejado de ser una línea recta.
Ahora está gritando.
Flora se ha levantado de la silla, respira alterada, observa la hoja, la boca circular que asoma entre los dedos, y justo cuando va a llamar al comisario descubre a la niña en la salita.
Está escondida dentro del armario que hay junto a la pared. Parece que intente ocultarse del todo, pero la puerta del mueble no se puede cerrar con ella dentro. La niña está inmóvil y se está tapando la cara con las manos. Entonces separa un poco los dedos y mira a Flora con un ojo.
Flora también la mira.
La niña farfulla algo detrás de las manos, pero no se pueden distinguir las palabras.
Flora se acerca un poco.
—No te oigo —le dice.
—Estoy embarazada —dice la niña y baja las manos. Empieza a palparse el cogote como desconcertada, se mira la mano y se tambalea. La sangre le brota de la cabeza en un chorro uniforme y le corre por la espalda hasta el suelo.
Abre la boca, pero antes de que diga nada niega con la cabeza y le ceden las rodillas.
Joona oye un ruido contundente en la salita y entra corriendo. Flora está en el suelo delante de un armario medio abierto. La mujer se incorpora y mira a Joona sin comprender.
—La he visto… está embarazada…
Joona la ayuda a levantarse.
—¿Le has preguntado qué pasó?
Flora niega con la cabeza y mira el armario vacío.
—Nadie puede ver nada —susurra.
—¿Qué dices?
—Miranda ha dicho que estaba embarazada —llora Flora dando unos pasos hacia atrás.
Se seca las lágrimas, mira el armario una vez más y luego abandona la sala. Joona le coge el abrigo de la silla y la sigue. Flora ya está subiendo la escalera que da a la calle.
Flora está sentada en los escalones del portal de Antigüedades Carlén abrochándose el abrigo. Ha recuperado el color en las mejillas, pero no dice nada. Joona está de pie en la acera con el teléfono pegado a la oreja. Está llamando al forense Nils Åhlén del hospital Karolinska.
—Espera —oye a Nålen al otro lado—. Ahora tengo un
smartphone
.
La línea carraspea.
—¿Sí?
—Tengo una pregunta rápida —dice Joona.
—Frippe está enamorado —responde Nålen con su voz nasal y resuelta.
—Qué bien —dice Joona indiferente.
—Me da miedo que se ponga triste si se acaba —continúa Nålen—. ¿Sabes a qué me refiero?
—Sí, pero…
—¿Qué querías preguntar?
—¿Miranda Ericsdotter estaba embarazada?
—En absoluto.
—Digo la chica que…
—Me acuerdo de todos —responde Nålen tajante.
—¿En serio? Nunca me lo habías dicho.
—Nunca me lo habías preguntado.
Flora se ha puesto de pie y sonríe angustiada.
—¿Estás seguro de que…?
—Completamente seguro —lo interrumpe Nålen—. Ni siquiera podía tener hijos.
—¿Que no podía?
—Miranda tenía un quiste enorme en el ovario.
—De acuerdo, muchas gracias… Recuerdos a Frippe.
—De tu parte.
Joona corta la llamada y mira a Flora. Su sonrisa se desvanece poco a poco.
—¿Por qué haces esto? —pregunta Joona muy serio—. Has dicho que la chica asesinada estaba embarazada, pero ni siquiera podía tener hijos.
Flora hace un gesto discreto hacia la puerta.
—Recuerdo que ella…
—Pero si no era verdad —la interrumpe Joona—. No estaba embarazada.
—Lo que quería decir —susurra Flora—. Lo que quería decir es que ella ha dicho que estaba embarazada. Pero no era verdad, no lo estaba. Es lo que ella pensaba, ella creía que estaba embarazada.
—
Jumala
—suspira Joona y empieza a subir por la calle Upplandsgatan en dirección a su coche.
La comida es un poco cara y Daniel se ruboriza cuando mira la carta de vinos. Le pregunta a Elin si quiere escoger uno, pero ella niega sonriendo. Daniel se aclara la garganta, le pregunta al camarero por el vino de la casa, cambia de idea antes de que le conteste y le pide que le recomiende un tinto para la comida. El joven mira la carta y le propone tres vinos de diferentes precios. Daniel elige el más barato y dice que un Pinot Noir sudafricano irá perfecto.
El camarero se retira con las cartas. Al fondo del restaurante hay una familia que ha empezado a comer.
—No hacía falta que me llevaras a un restaurante —dice Elin.
—Me apetecía —sonríe él.
—Es muy amable por tu parte —responde y toma un sorbo de agua.
Una camarera les cambia el cubierto y pone copas de vino, pero Elin continúa la conversación como si la chica no existiera.
—La representante legal de Vicky ha renunciado al caso —dice en voz baja—. Pero el abogado de mi familia, Johannes Grünewald… se está poniendo al día de todo.
—Seguro que irá muy bien —dice Daniel para tranquilizarla.
—No habrá más interrogatorios, dicen que Vicky ha confesado —continúa Elin y se aclara la garganta—. Yo misma veo que Vicky cumple el perfil. Casas de acogida, fugas, instituciones, violencia…, todo apunta a ella. Pero sigo pensando que es inocente.
—Lo sé —dice Daniel.
Elin baja la cara para disimular las lágrimas. Daniel se levanta y rodea la mesa para abrazarla.
—Perdona que hable tanto de Vicky —dice Elin negando con la cabeza—. Pero es que eres el único que piensa que no ha sido ella. Quiero decir, si no yo no hubiera…, pero siento que nosotros dos somos los únicos que pensamos que no ha sido Vicky…
—Elin —dice él con gravedad—. En realidad yo no creo nada. Quiero decir, la Vicky que yo conocía nunca habría hecho algo así.
—¿Te puedo preguntar algo…? Tuula parece haber visto a Vicky y a Miranda juntas —explica Elin.
—¿Aquella noche?
—No, antes…
Elin se queda callada y Daniel la coge de los hombros e intenta mirarla a los ojos.
—¿Qué pasa?
—Vicky y Miranda tenían algún tipo de juego… y se tapaban la cara con las manos —dice Elin—. No se lo he contado a la policía, porque sólo sospecharían aún más de ella.
—Pero Elin…
—No tiene por qué significar nada —se apresura a decir—. Se lo preguntaré a Vicky en cuanto tenga la oportunidad… seguro que ella puede explicar a qué jugaban.
—Pero ¿y si no puede?
Daniel se queda callado cuando ve que el camarero se acerca con la botella de vino. Elin se seca la línea de los ojos y Daniel se sienta en su sitio, se pone la servilleta en el regazo y luego cata el vino con mano temblorosa.
—Perfecto —dice un poco demasiado pronto.
Los dos comensales guardan silencio mientras el camarero les sirve, le dan las gracias en voz baja y se miran con cuidado el uno al otro en cuanto se vuelven a quedar solos.
—Quiero acoger a Vicky otra vez —dice Elin.
—¿Lo tienes claro? —pregunta Daniel.
—¿Crees que sería demasiado para mí? —sonríe ella.
—Elin, no se trata de eso —responde él—. Vicky tiene tendencia suicida… Ha mejorado, pero sigue autolesionándose de forma preocupante.
—¿Se corta a sí misma? ¿Eso es lo que hace?
—Ahora está mejor, pero se corta y toma pastillas…, y en mi opinión necesita tener a alguien cerca las veinticuatro horas del día.
—Entonces ¿no me recomendarías a mí para acogerla?
—Necesita ayuda profesional —le explica Daniel en tono cauteloso—. Quiero decir, desde mi punto de vista creo que ni siquiera tenía suficiente ayuda en el Centro Birgitta, no había dinero, pero…
—¿Qué necesita?
—Personal sanitario día y noche —responde él.
—¿Y terapia?
—Yo sólo he tenido una hora a la semana con las alumnas, con algunas dos, pero en realidad no es suficiente si lo que se pretende es…
El teléfono de Elin empieza a sonar, ella se disculpa, mira la pantalla, ve que es Johannes Grünewald y responde de inmediato.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Lo he estado mirando y es cierto que la fiscal está decidida a presentar una petición de prisión provisional sin hacer más interrogatorios —responde el abogado—. Voy a negociar la hora con el tribunal de instrucción, pero necesitamos un tiempo de margen.
—¿Vicky acepta nuestra ayuda?
—He hablado con ella y ha dicho que me aceptaba como representante.
—¿Me has nombrado a mí?
—Sí.
—¿Ha dicho algo?
—Está…, la han medicado y…
—¿Qué ha dicho cuando me has nombrado? —insiste Elin.
—Nada —contesta Johannes.
Daniel puede ver una punzada de dolor en la cara hermosa y suave de Elin Frank.
—Nos vemos en el hospital —dice ella al teléfono—. Lo mejor será que hablemos directamente con ella antes de seguir adelante.
—Sí.
—Johannes, ¿cuándo podrías estar en el hospital de Södersjukhuset?
—Pues unos veinte minutos deberían ser…
—Vale, ahora nos vemos —dice Elin, cuelga y se encuentra con la mirada desconcertada de Daniel.
—Vale… Vicky ha aceptado a Johannes como representante. Tengo que ir a verla.
—¿Ahora? ¿No te da tiempo de comer?
—Tiene muy buena pinta —dice ella levantándose—. Pero podemos comer después.
—Por supuesto —responde él en voz baja.
—¿Me podrías acompañar al Södersjukhuset? —pregunta Elin.
—No sé si tengo fuerzas —dice Daniel.
—No digo que entres a verla —se apresura a aclarar ella—. Sólo estaba pensando en mí misma, estaría más tranquila si supiera que me estás esperando fuera.
—Elin, lo que pasa es que… Aún no estoy en el punto de pensar en Vicky… Necesito más tiempo. Elisabet está muerta… y aunque no pueda creer que Vicky haya podido…
—Lo entiendo —dice Elin—. A lo mejor no es muy buena idea que la veas.
—O quizá sí —dice Daniel al cabo de unos segundos—. A lo mejor eso me haría empezar a recordar… La verdad es que no tengo ni idea de cuál sería mi reacción.
Vicky vuelve la cara cuando Saga entra en la habitación. La chica tiene correas de sujeción en los tobillos, las muñecas y sobre el esternón.
—Quítale las cintas —dice Saga.
—No puedo hacerlo —responde la enfermera.
—Hacen bien en tenerme miedo —susurra Vicky.
—¿Llevas toda la noche así? —pregunta Saga y se sienta en la silla.
—Sí…
Vicky yace inmóvil mirando a un lado y con el cuerpo prácticamente flácido.
—Voy a conocer a tu nuevo representante —dice Saga—. Por lo que parece, esta tarde se va a negociar la petición de prisión provisional y tu abogado necesita el informe del interrogatorio.
—A veces me enfado sin poder evitarlo.
—No habrá más interrogatorios, Vicky.
—¿No puedo hablar? —le pregunta a Saga mirándola a los ojos.
—Sería mejor que le pidieras consejo a tu abogado antes de…
—Pero… ¿si quiero hacerlo? —la interrumpe Vicky.
—Claro que puedes hablar, pero no grabaremos la conversación —responde Saga tranquilamente.
—Es como cuando el viento sopla muy fuerte —explica Vicky—. Todo se… Te retumban los oídos y sigues el viento para no caerte.
Saga mira las uñas mordidas de la chica y luego repite en tono calmado y casi indiferente.
—Como cuando sopla el viento.
—No sé cómo explicarlo… Es como una vez que hicieron daño a Simon, un niño pequeño que… Estábamos de acogida en la misma familia —dice Vicky con labios temblorosos—. El hijo mayor de la familia, que era hijo de verdad, era muy malo con Simon y siempre lo estaba maltratando. Todo el mundo lo sabía, yo se lo había contado a la asistenta social, pero a nadie le importaba…
—¿Qué pasó? —pregunta Saga.
—Entré en la cocina… el hijo mayor había obligado a Simon a meter las manos en agua hirviendo y la madre estaba allí mirándolos asustada. Yo lo vi todo y me puse muy rara y de repente empecé a pegarles y a cortarles la cara con una botella de vidrio…
De pronto Vicky empieza a tirar con fuerza de las correas, tensa el cuerpo y cuando oye que alguien está llamando a la puerta comienza a tranquilizarse.
Un hombre con pelo cano y traje oscuro entra en la habitación.
—Soy Johannes Grünewald —dice dándole la mano a Saga.
—Aquí está el último informe —dice Saga.
—Gracias —dice Johannes sin mirar los documentos—. No hay prisa para leerlos, porque acabo de llegar a un acuerdo con el tribunal de instrucción para pasar la reunión a mañana por la mañana.
—No quiero esperar —dice Vicky.
—Lo entiendo, pero todavía me queda un poco de trabajo —sonríe él—. Y hay alguien a quien me gustaría que vieras antes de empezar con las preguntas.
Vicky mira con ojos grandes a la mujer que se le acerca sin siquiera saludar a la policía. Elin Frank tiene la mirada nerviosa y brillante. Le tiemblan los labios cuando ve las correas que mantienen prisionera a la chica.