Read Las normas de César Millán Online
Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier
Tags: #Adiestramiento, #Perros
El refuerzo positivo definitivo es utilizar otros perros —el poder de la manada— para reforzar o crear una conducta. En el caso de Viper usé a Daddy para que convenciera y lograra que un aterrado malinois belga saliera de su escondite y se uniera a mi manada. Luego, además de la manada canina de Viper, también usé su provisional manada humana —mis hijos— para que superara sus miedos recreando situaciones aterradoras. En un episodio de
El encantador de perros
empleé un loro para influir en Maxwell, un agresivo sealyham terrier galés, y en su dueño, ya que el loro era el único de toda la manada animal y humana que emanaba una energía serena-autoritaria. Si recurrimos a la creatividad y encontramos ideas en nuestro entorno, reforzamos nuestra fe en que podernos influir en nuestro perro, da igual dónde estemos o lo que tengamos que hacer con él; aunque hayamos olvidado en casa el
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, la bolsa de chucherías o todas sus correas y collares.
Nuestro perro puede enseñarnos un par de cosas sobre cómo funciona el verdadero refuerzo positivo. He aquí un ejemplo con el que se identificarán la mayoría de las personas con perro. El perro quiere salir a la calle a hacer pis. Se sienta junto a la puerta. La abrimos. El perro sale, pero al pasar junto a nosotros levanta la vista y nos mira a los ojos.
Nos acaba de recompensar, pero no nos ha dado una galletita. Para mí el refuerzo positivo significa que la unión entre la persona y el perro es tan fuerte que cada uno de nosotros hace algo para contentar al otro sin que haya que darle una galletita.
Aunque no es necesario que estemos unidos emocionalmente con un perro para enseñarle algo, el hecho es que nuestra íntima conexión con él puede ser una ventaja enorme y una motivación por sí misma. Crear esa unión requiere tiempo y paciencia, y para el adiestrador Joel Silverman algunos de los propietarios que acuden a sus seminarios no están dispuestos a incluir eso en sus apretadas agendas. Según dice: «Se puede llegar a ser muy impaciente. Te dicen: “Necesito ser el líder”, y quieren que sea enseguida, pero yo les digo que los adiestradores que más éxito tienen en Norteamérica son aquellos que entienden que lo mejor que puedes hacer para construir una gran relación con tu perro es llegar a un punto en el que éste quiera agradarte y hacerte feliz. Entonces el adiestramiento es mucho más fácil. Sugiero entre dos y cuatro semanas. Y el proceso tiene tres pasos. El primero es conocer a nuestro perro como si fuera una persona. Nadie se hace íntimo amigo de su novio, novia, esposo o esposa en un día. Tendremos que vivir con nuestro perro y exponerlo a multitud de situaciones, lugares, juguetes y chucherías. ¿Tiene un instinto agresivo porque se vuelve loco con sus chucherías? ¿Le gustan determinados juguetes? ¿Le gusta salir de paseo? ¿Le gusta la gente? ¿Le gustan otros perros? En ese primer periodo, de entre cuatro y siete días, también descubriremos lo que no le gusta a nuestro perro. Tal vez se asuste con los objetos que se mueven, por ejemplo. Hay que observar y tomar nota. El segundo paso consiste en desarrollar la relación. Es muy sencillo. Iremos incorporando las cosas que le gustan a nuestro perro. Seleccionamos todo lo que le gusta, actividades, chucherías, juguetes y personas, pero en un plazo de una semana y media o dos eliminamos lo que no le gusta. Lo cual nos lleva a la última fase: construir la confianza. Es entonces cuando empezamos a enfrentarnos a algunos de esos problemas, tal vez esas situaciones aterradoras, como los objetos que se mueven o las personas. Empezamos poco a poco: durante veinte minutos nos situamos a unos diez metros del objeto en movimiento, pero mañana será a unos ocho metros y pasado mañana a seis. Esto nos va preparando para poder empezar el adiestramiento real de nuestro perro».
Como escribí en el capítulo 2, para un perro es más importante el equilibrio que el adiestramiento, y un perro equilibrado será adiestrado más fácilmente.
Martin Deeley nos dice: «Muchas veces, cuando me entregan un perro para su adiestramiento, los primeros días los dedico a averiguar qué tiene mi “alumno canino”, y muchas veces veo que es un absoluto lío de emociones e interpretaciones. El perro no sabe cómo, cuándo ni ante quién reaccionar. Normalmente esto se debe a la mezcla de la personalidad del perro y cómo aprendió a relacionarse con las personas y con otros animales. Durante cuatro días me dedico a crear rutina, entendimiento, relación y claridad en las órdenes. Lo hago para limpiar su cerebro de todo lo que aprendió mal. Después de cuatro días sonrío y digo: “Ahora tenemos un auténtico perro. Podemos empezar a crear un perro de verdad”. Los perros nerviosos se vuelven más seguros; los agresivos se tornan más receptivos y confían más en su capacidad para afrontar una situación sin recurrir a la agresividad. Pero, sobre todo, confían en mí como guía y líder. La constancia es esencial, y un acercamiento sincero y paciente, comprendiendo sus problemas de equilibrio, es el camino que hay que seguir».
En la década de 1970 el veterinario y especialista en conductismo Ian Dunbar cursó sus estudios de posgrado con el doctor Frank Seach en la Universidad de California-Berkeley. Allí, Dunbar observó cómo un cachorro llamado Sirius, muy agresivo cuando estaba con otro cachorro, se mostraba despreocupado y social en compañía de un grupo más numeroso de cachorros y una docena de perros adultos. La transformación de Sirius enseñó a Dunbar que lo que en principio podrían parecer rasgos fijos de personalidad en realidad pueden ser bastante maleables en un cachorro. Esto significa que un temprano adiestramiento del temperamento puede ser una gran ayuda para crear un perro sociable con las personas, con otros perros y seguro (aprende a no morder), además de con el don de gentes para convertirse en un perro relajado, confiado y bien educado.
En 1981 Ian tuvo su primer cachorro, un malamute de Alaska llamado Omaha Beagle. Siendo un experto en conducta canina, buscó un curso para su cachorro. Le horrorizó descubrir que cada escuela de obediencia que visitaba se negaba a adiestrar cachorros de menos de seis meses. Ian se propuso cambiar ese absurdo y diseñó su propio curso en colaboración con la Marin Humane Society. Así nació SIRIUS® Puppy Training, el primer curso de conducta para cachorros sin correa.
Para todo perro el llamado periodo de socialización —desde las primeras tres semanas hasta la duodécima— es una ventana crucial para el aprendizaje. Durante ese tiempo el juego social con la camada y los consejos y la disciplina aprendidos de la madre (o del líder humano de la manada) ayudan a modelar las conductas apropiadas para un perro adulto bien educado. Los perros que durante sus ocho primeras semanas de vida son acariciados a menudo por sus dueños se convierten en las mejores mascotas y desarrollan las mejores relaciones con las personas. Aquellos adiestradores que rechazaron a Ian Dunbar se equivocaban por completo: un cachorro puede aprender órdenes y cabriolas incluso con ocho semanas de vida.
Según Ian Dunbar, hay tres razones de peso para los cursos para cachorros:
- Para que aprendan a no morder, o lo hagan suavemente; de ahí las sesiones de juego con otros cachorros y la socialización perro-perro.
- Para que el cachorro aprenda a relacionarse y a ser manejado por personas, sobre todo niños, adultos y desconocidos, lo que hace más segura la socialización personas-perro.
- Para que aprenda una obediencia fiable y sin correa, de modo que responda de forma inmediata y voluntaria a órdenes verbales incluso cuando no está atento; de ahí todos los paréntesis de adiestramiento integrados en las sesiones de juego.
A diferencia de tantos cursos comerciales para cachorros en los que todo vale —un batiburrillo de cachorros y propietarios, cada uno de su padre y de su madre, se juntan en un aula y juegan sin orden ni disciplina—, los cursos de Ian Dunbar para cachorros son sesiones de juego de cincuenta y cinco minutos, interrumpidas regular y constantemente por breves paréntesis para el aprendizaje. El objetivo es que el cachorro aprenda a responder de forma rápida, fiable y alegre a las peticiones de su dueño. Cada vez que se interrumpe la sesión —quizá con una secuencia de sentado-tumbado-sentado o diez segundos de tumbado-quieto— se recompensa al cachorro diciéndole que «vaya a jugar». De este modo, el hecho de que juegue con otros perros se emplea una y otra vez como recompensa por aprender en lugar de convertirse en una distracción que actúa contra el aprendizaje. Ian es contrario a esa tendencia que tiene tanta gente de dejar que sus cachorros jueguen delante de ellos sin orden alguno; cree que eso hará que su obediencia no sea fiable cuando se convierta en un perro adolescente o adulto.
«Lo que hago con los cachorros es muy simple. Es un millón de veces más fácil prevenir que curar. Prevengamos el problema cuando el perro aún sea un cachorro», me explicó Ian Dunbar.
Bonnie Brown-Cali nos dice: «El periodo que va desde las siete semanas hasta los primeros doce meses, según la raza, es crucial para el desarrollo mental del cachorro. Ese periodo moldea las respuestas del cachorro para su supervivencia. Lo que aprenda durante ese tiempo le afectará para el resto de su vida. Yo imparto un curso de aprendizaje temprano para cachorros de entre diez y veinticuatro semanas. Hay un cierto riesgo calculado, ya que los cachorros aún no han completado su vacunación, si bien reciben atención veterinaria. Los cursos de adiestramiento se imparten bajo techo, sobre una lona limpia, y los cachorros pueden socializar con libertad durante breves periodos. Eso me permite enseñar a los clientes lenguaje corporal: cuándo ignorar al cachorro y que éste descubra las cosas por su cuenta o cuándo intervenir y modificar una conducta. Es crucial que un cachorro aprenda a hablar como perro, a relacionarse con una gran variedad de personas y de animales, y a sentirse cómodo en distintos entornos. Durante años he adiestrado a muchos perros con conductas demasiado reactivas y potencialmente peligrosas. Un perro que ha mordido a alguien ha aprendido que puede controlar una situación mordiendo. Es gratificante, y cuando se repite, se convierte en un comportamiento formado. ¿Ese perro es un caso perdido? No. ¿Puedo ignorar el hecho de que sabe que ha ahuyentado a las personas con sus mordiscos? No. Pero sí he conseguido que los perros aprendan qué conductas son aceptables y cuáles los apartarán de la manada. Al enseñar al perro que su dueño es quien tiene el control y que es menos estresante portarse de otro modo, puedo conseguir que la probabilidad de que reaccione y muerda sea menor. Pero no puedo ignorar el hecho de que sabe que es capaz de morder. Habrá que controlarlo siempre».
Sexta norma: un perro mayor también aprendeHistoria de un adiestramiento triunfal: campamento de reclutas
Catherine Stribling, vicepresidenta económica de MPH Entertainment —y guionista de
El encantador de perros
— siempre se consideró una buena adiestradora de perros hasta que tuvo a Duncan. Este hiperactivo labrador rubio, que ahora tiene 5 años, ha sido todo un reto desde que Catherine lo recibió cuando sólo tenía nueve semanas de vida. Salir a pasear con correa nunca fue un problema hasta que apareció Duncan. Testarudo y un auténtica manojo de nervios, Duncan sigue avanzando aunque no sepa hacia dónde, ajeno a toda indicación o correctivo, agotando a Catherine mental y físicamente sin que él se canse en absoluto.Catherine probó con todo: le lanzaba el
frisbee
, lo hacía caminar en la rueda, lo llevó a una guardería canina. Puede que Duncan se cansara con tanta actividad, pero seguía sin entender las reglas de su dueña, sus fronteras y sus límites. Catherine dice: «Duncan tenía muchas ganas de complacerme, pero era incapaz de averiguar cómo hacerlo. Fallaba la comunicación entre nosotros».Avancemos seis meses. «Todos en las oficinas de
El encantador de perros
han visto que Duncan es mucho más tranquilo y obediente. Cuando me preguntan cómo lo he hecho, les digo: “Thank Dog! Bootcamp!”»
[*]
. Propiedad de Jill Bowers, que además lo dirige en Burbank, California, el Thank Dog! Bootcamp combina el entrenamiento de un campamento de reclutas y la obediencia canina. Jill está titulada como entrenadora de personas y de perros: en sus ejercicios cardiovasculares incorpora órdenes de obediencia básica, como «sentado», «quieto», «ven» y «vete a tu sitio»; los perros aprenden a sentarse en silencio junto a su dueño mientras éste se dedica a la sesión de pesas. «En cuanto adapté la actividad al nivel de energía de Duncan empezó a escuchar».Catherine es la primera en admitir que es más tranquila ahora que puede dar salida a su energía nerviosa. «Realmente la energía se transmite a través de la correa». Como en Thank Dog! Bootcamp los grupos de perros y dueños van rotando, es el lugar ideal para que Duncan aprenda a socializar adecuadamente con otros perros. Y, sobre todo, Duncan y Catherine han forjado una unión al compartir esa actividad. «Siempre que sacaba a pasear a Duncan mi otro perro, Rupert, se nos unía. Thank Dog! Bootcamp es especial para nosotros. Es donde aprendimos a funcionar como una unidad».
Por supuesto, lo ideal es coger a un perro cuando es un cachorro y convertirlo en el perro perfecto, pero ¿qué pasa con los perros de más edad, sobre todo aquellos que acaban en refugios u organizaciones de rescate? ¿También pueden aprender?
«¡Un perro mayor puede aprender lo mismo que una persona mayor!», dice Kelly Gorman Dunbar, adiestradora y fundadora de Open Paw
[3]
, programa para educar a los seres humanos para que haya menos perros abandonados en los refugios y para ayudar a los perros de refugio a ser más adoptables. «La conducta está en constante movimiento, adaptación y cambio. Quizá un perro mayor tenga hábitos adquiridos o determinadas asociaciones que haya que superar para avanzar, pero si entendemos cómo aprende un perro, es posible modificar su conducta».
A Kelly le apasiona hablar de los problemas específicos de los perros de refugio. «Hay muchas razones por las que podrían rechazar a un perro de refugio: quizá no sea tan guapo o tan dinámico como un perro más joven o esté deprimido por encontrarse en un refugio a esas alturas de la vida, podría estar asustado por el entorno y ocultar su verdadera personalidad, podría no haber sido adiestrado para vivir en un hogar y por ello permanece sentado en la perrera, sobre sus propios excrementos, o podría enfrentarse al estrés desfogándose: ladrando, yendo de un lado para otro, gruñendo. Todas estas trabas para la adopción y otras se pueden tratar mediante el condicionamiento clásico y el adiestramiento básico. Un refugio puede resultar sobrecogedor tanto para el perro que vive en él como para la persona que va a visitarlo. Si los perros del refugio están limpios y se muestran serenos, tranquilos, accesibles y sociables, el refugio será más agradable para todos. Siendo realistas, un perro sólo tiene entre quince y treinta segundos para causar una buena impresión en la persona que tal vez lo adopte, para llamar su atención, ¡así que más le vale saber cómo causar una impresión inmejorable! En Open Paw lo primero que hacemos es reducir el estrés de nuestros perros tanto como sea posible para que puedan aprender. A un perro con un exceso de energía acumulada o estresado y en actitud de lucha/huida le costará mucho aprender, ya que en esas condiciones es prácticamente imposible asimilar nueva información. Enseñar al perro, mediante el adiestramiento por recompensa, a ofrecer una conducta sociable y atractiva para las personas, como acercarse a la puerta de la perrera, mover la cola, mirar a los ojos sin agresividad, sentarse correctamente, saludar agachando la cabeza, ofrecer la pata con suavidad levantándola hacia la verja, todo eso reduce el estrés del perro —un perro de refugio no necesita más estrés ni presión en su vida— y hace que aumente la probabilidad de que atraiga la atención del visitante».