Técnicas de la mujer vasca para la doma y monta de maridos (7 page)

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Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol,Isamay Briones

Tags: #Humor

BOOK: Técnicas de la mujer vasca para la doma y monta de maridos
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La correa extensible, que parezca que anda suelto

Atrás quedan aquellas correas de metal que dejaban a los pobres perros a la vera permanente de su dueño en el paseo diario. El olisqueo del árbol o la meada en la farola de turno se hacían difíciles y más si el asidor de la correa se paraba a charlar con un amigo y no se movía del sitio en un cuarto de hora. Ya podía el can hacer fuerza con el cuello para alejarse que luchar contra una conversación tontorrona a pie de acera era prácticamente imposible, salvo para el perro de envergadura. Por eso fue la correa extensible un invento que revolucionó el paseo canino y dotó al animal de compañía de una libertad fingida. El can se alejaba y se alejaba de su dueño creyendo que era quien dirigía la caminata hasta que un tirón en el cuello le recordaba que detrás venía su amo. Pero esos momentos en que él sentía que llevaba al amo de paseo a buen seguro eran impagables para el perro faldero. Pues bien, este mecanismo de ingeniería de la correa extensible funciona de igual modo en el matriarcado y consiste en dejar que el hombre crea que decide sus movimientos cuando en realidad eres tú la que lo lleva de un lado a otro. El secreto está en que le hagas creer que anda suelto, pero controles ese grado de libertad y pegues el tirón en el momento oportuno. Que no se aleje demasiado, pero lo suficiente para que vuelva a ti de nuevo. Por ejemplo, delante de sus amigos a veces será conveniente que le sueltes la correa para que sienta que él es quien manda, que por momentos se crea que sigue estando soltero y se olvide de que lleva una alianza de oro de dieciocho kilates en el dedo. Déjale que se apunte a todas las comidas y las cenas que quiera, que salga entre semana, que alquile un microbús para irse con la cuadrilla de bodegas por La Rioja, que ya harás tú que cene en casa muchos días y que se tome el vino tinto sin tener que viajar.

Siempre habrá épocas o momentos concretos en los que tendrás que soltarlo más la correa y otros en los que tendrás que pegar el tirón en seco. Aunque no se puede generalizar, la crisis de los 40 suele ser una época delicada para ellos, y más si va acompañada de marcadores físicos, como calvicie galopante, tripa, papada, bolsas en los ojos o descolgamientos varios. Seguro que intentará rescatar su juventud haciendo mucho deporte, saliendo más de la cuenta o buscándose algún lío fuera de casa. Entonces tendrás que atarlo en corto y andar ojo avizor, pero no te preocupes, que luego se le pasará. Uno de los periodos de suelta de correa por antonomasia será el de su jubilación, porque recuerda que se encontrará en el último tramo de la cuesta abajo de su vida y lo vas a tener pegado a ti todo el día. El hombre jubilado es un ser asustado y desconcertado que buscará tu protección permanentemente. En ese momento ponle la cuerda tan larga como la de las cabras de circo cuando las atan en el descampado: casi, casi, que se pueda escapar. Anímalo a hacer cursillos para jubilados y mucho
jogging
por los alrededores de casa, y de paso encárgale que de vuelta te traiga moras para hacer mermelada, así tendrá que trepar por alguna pared y ejercitará las piernas. En la séptima parte encontrarás una monografía sobre esa fantástica etapa que es la jubilación del marido.

Por si hubiera un varón leyendo

Te voy a hablar claro, amigo. Hasta esta página he dado una visión general del matriarcado; digamos que hemos sobrevolado la zona bombardeada. A partir de la siguiente página, el viaje se complica, vamos a aterrizar, y no te va a quedar más remedio que caminar por los escombros, ¿me explico? Vas a ver el detalle del sufrimiento, te puedes encontrar con tu propio cadáver saludándote con cara de circunstancia. Si no lo tienes claro déjalo, ya nos encontraremos en otro libro, el siguiente que escriba será de humor, lo prometo. Ha sido un placer.

Los que vengan detrás de mí serán condecorados con la cruz al mérito masculino, y algún día, en algún jardín del extrarradio de una ciudad importante, habrá un monumento recordando su valor.

Cuarta
parte
la
monta

A diferencia de otras especies animales para las que la doma precede a la monta, con el hombre ocurre al contrario: una monta satisfactoria asegura una doma fácil.

¿Cómo elegir a tu campeón?

Querida amiga, ahora que has decidido que vas a fundar tu propio matriarcado, lo primero que necesitas es a tu campeón. La buena noticia es que vas a poder elegir al ejemplar que te dé la gana, porque al igual que en la prehistoria él toma el papel de cazador, pero la que caza realmente eres tú. Te vas a sentir igual que un indio sioux delante de una manada de caballos salvajes, no vas a saber por dónde empezar a echar el lazo ante la abundante oferta. Si eres de las que disfrutan de los retos que entrañan cierta dificultad, la clásica mujer peleona, te recomendamos que vayas por el más salvaje, el que no para de brincar para demostrar su poderío, aquel que lleva la palabra «indomable» escrita en la frente. Además, cuanta más resistencia oponga en la captura y en la posterior doma, más manso será una vez domesticado. Si no eres aficionada al rodeo y prefieres un comienzo más sosegado, sin lazos ni coces, es preferible que elijas a uno del montón, que no destaque en nada en particular, salvaje pero con ganas de riendas. Los tendrás de todos los colores y tamaños, eso ya es cuestión de gusto, o el que mejor te combine con la silla de montar. Están, incluso los extremadamente dóciles que te comerán de la mano desde el primer día, es una opción respetable, pero una dosis de aroma silvestre, al principio, es más que recomendable. Ten en cuenta que una vez que aflore su mansedumbre ya no hay vuelta atrás, y no nos engañemos, un poco de ajetreo no le va a venir nada mal a tu cadera. También puedes elegir uno ya domado, del mercado de la segunda mano, es decir, que provenga de otro matriarcado, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes, más adelante hablaremos de ello. Cualquiera que sea la decisión que tomes será la acertada si sigues las instrucciones de este libro, nuestro objetivo es que goces de un matriarcado pleno y duradero.

L
O QUE DEBES SABER DE UN HOMBRE

El hombre es un complemento necesario para ti, ni más ni menos. No necesitas leerte un manual de instrucciones para conocerlo: es un libro abierto, de pocas páginas y encima tiene las letras gigantes. Lo único que debes saber es que cuando mejor va a estar
tu potro
es el día que lo conozcas, porque a partir de ahí va a experimentar un ciclo descendente irremediable. Desde ese «¿tienes fuego, preciosa?» de vuestro encuentro al día del entierro va a sufrir una caída en picado. En otras palabras: vas a ser espectadora de un declive, así que cuando os veáis por primera vez ya puedes ir despidiéndote de él durante toda la vida. Tú, en cambio, tendrás el recorrido de una noria, con subidas y bajadas: habrá épocas en que estarás más alegre, otras más triste, pero siempre resurgirás. A él su crisis de los 40 le durará hasta los 80, y tú a partir de los 40 cada vez te encontrarás más joven. Vas a ir a más.

Un pequeño detalle que has de tener en cuenta del hombre es que habla el mismo idioma que tú pero en un dialecto diferente; por tanto, en vuestra comunicación siempre habrá interferencias y malentendidos. ¿Recuerdas ese juego infantil del teléfono estropeado, donde uno comunica un mensaje rápido al oído al que tiene a su lado, y éste a su vez transmite lo que ha escuchado al siguiente, hasta que el último de la fila dice lo que le ha llegado? Pues con tu hombre te pasará un poco lo mismo: es como si tú hablaras quechua y él hablara quechua ayacuchano. No te fijes en la cara que te pone cuando le digas las cosas porque no te garantiza que te esté comprendiendo. En los bazares chinos también te dicen «sí» a todo lo que les pides y luego te traen una sartén en lugar de un mantel o una sombrilla en lugar de un cascanueces. Dicho lo cual, procura no hacerte mala sangre con el tema del lenguaje y nunca te llegues a preguntar qué quiso decirte el día de la boda con aquel «sí, quiero», porque vete tú a saber qué es lo que quería.

¿Q
UÉ NECESITA TU MARIDO DE TI
?

TODO. Hazte a la idea de que tu marido no se sabe valer por sí mismo, es un ser sietemesino y tú vas a hacer de incubadora, pero sin que se dé cuenta. Tu misión es que él sienta que tiene autonomía propia aunque esté enchufado a ti las veinticuatro horas del día. Para lograr este efecto es importante que le cedas ciertos terrenos, que sueltes la correa sin dejar de mantener el control sobre él. Dentro del hogar hazlo sentir como si fuera un invitado ilustre que está de visita, reservándole todos los lugares de honor: en la mesa de la cocina déjale la presidencia y la bendición de la mesa, que por mucho que rece tú vas a decidir a qué hora se come en esa casa y cuándo toca verdura al vapor. En cuanto al sofá de la sala, cédele el sitio que más cerca esté de la tele, como quien dice, que le eche el aliento al presentador del telediario; y si tenéis sillón orejero, que se lo quede para él solo. Aparte de estos enclaves, dale un lugar de esparcimiento donde él se regocije y pueda practicar sus
hobbies
favoritos, su pequeño Port Aventura. Así creerá que es el dueño y señor y estará feliz; mientras, te dejará tranquila haciendo tus cosas. Para decidir dónde le ubicas el parque temático antes tendrás que ver qué tipo de ejemplar has metido en casa.

E
IPOS DE MARIDOS SEGÚN SUS AFICIONES

—Si tienes suerte y tu campeón es de los que se pasan las horas viendo la tele, un tercio del sofá le pertenecerá (o el orejero), hecho que percibirás por la marca permanente de su culo en el cojín. El día que la gomaespuma del cojín ya no recupera su forma natural, tu marido lo habrá hecho suyo para siempre. No le pongas sofá en codo o con cheslón incorporado, que le dé para rumbarse estirado, porque de ahí no lo levantas y te dejará el almohadón como el interior de un sarcófago. Por lo demás, es una ventaja tener un hombre teleadicto, pues al pasar por la sala te parecerá que es un mueble más de la habitación, ni te vas a enterar de que lo tienes en casa, salvo porque de vez en cuando le escucharás hablar con el televisor —con el que, por cierto, charlará más que contigo—: «¡Arbitro, que eso no ha sido penalti!», «Cebra, corre, que el león te va a comer», «¡¿Otra vez anuncios?!».

—Si es de los que prefiere leer o coleccionar cosas pequeñas, sellos, posavasos, mariposas, una pequeña mesa en el despacho con una lucecita, libros, álbumes y lupas serán una gozada para él. El marido intelectual es un chollo porque todo el ruido lo mete él dentro de su cabeza. No se nota que está en casa, aunque esporádicamente saldrá de su ensimismamiento y se te acercará con un libro o una poesía para comentarlos, o con un sello o una mariposa africana para que observes la tonalidad de sus alas. Mira estos objetos como lo haría un bizco, sin fijar la vista, para que vea que estás a otras cosas, y comprobarás que enseguida volverá a su mesa con el libro, el sello o el lepidóptero. No lo incites con preguntas que comiencen por «¿Por qué…?». Te arriesgas a que te enseñe media docena de libros y te dé una explicación que ni en un sumario de Garzón.

—Si le gusta el tema del bricolaje, cuidado, pon las cosas claras desde el principio antes de que expanda sus herramientas por toda la casa o te encontrarás destornilladores hasta dentro del microondas. A este tipo de hombre has de habilitarle el trastero o un cuarto pequeño para que monte allá su utopía de madera y serrín. Si vuestra casa es pequeña, que se limite a hacer en la terraza marcos de madera para fotos, saleros de madera, llaveros de madera, que requieren de herramienta pequeña y poco voltio.

—Si es de los que tienen
hobbies
fuera del hogar, estás de enhorabuena, no necesitas dotarlo de infraestructura, pero procura que no sean demasiados y que no conlleven muchos cacharros o te los irá dejando desperdigados por toda la casa, como el bricolajero. Prohibido el ala delta, por razones obvias, o la pesca submarina con arpón, sobre todo si tenéis suelo de tarima. Tampoco le permitas tener entretenimientos de riesgo en los que se pueda romper ligamentos o huesos enteros, porque un hombre lesionado es un hombre triste.

—Si lo suyo es la fotografía, eso te facilitará el orden en el hogar, ya que en la actualidad con las cámaras digitales no hacen falta álbumes de fotos ni cuartos de revelado. Pero si le escuchas mencionar la palabra «asociación», tiembla, pues se habrá unido a otros como él y se meterá en el mundo exposiciones fotográficas, lunchs y eventos varios. Vigila también si lo ves con un zoom 1200 gran angular enfocando hacia la ventana de la vecina: invítalo a que tome fotos de naturalezas muertas y paisajes solamente, con los de la asociación.

Los primeros encuentros

Una vez que hayas elegido a ese hombre que en el futuro ocupará ese tercio de tu sofá o que te dejará las herramientas tiradas por la casa, debes esmerarte para que vuestra unión salga adelante. Ya sabes que el noviazgo vasco es de larga duración y hasta llegar a intercambiaros los teléfonos habrán pasado un par de presidentes por la Casablanca y tres o cuatro asteroides al lado de la Tierra. Por eso es fundamental que cuides con paciencia los primeros acercamientos, que son los que determinarán si el noviazgo va a prosperar o no. Más que nada, para que no pierdas el tiempo. Si quieres ampliar información sobre este tema, los libros
Todos nacemos vascos
y
Ponga un vasco en su vida
hablan ampliamente de ello.

P
ROCURA QUE NO SE ASUSTE

Para empezar, tú nunca vas a ser novia; tú directamente eres la madre de tu novio, pero él no tiene que saber que eso es así, porque además de quedarse sin su papel masculino se asustaría y saldría corriendo cual caballo en la tormenta. Él no tiene que notar que tú llevas los pantalones en la relación, así que saca a pasear todas las faldas que tengas colgadas en el armario y no sólo en el sentido metafórico de la palabra, sé femenina para que él en ningún momento sienta que eres su amigo con tetas. Los amigos ya los tiene en la cuadrilla. Si necesitas inspiración, evoca a las mujeres polinesias de Paul Gauguin, a las Tres Gracias de Rubens, femeninas y dicharacheras ellas, o a cualquier otra que te venga a la mente. Que tienes que parecerte a una andaluza o a una fallera durante un tiempo, pues no pasa nada; ya sacarás tu verdadero carácter luego, cuando lo tengas cazado. Usa todas tus armas, repásate las mechas, cálzate tu medio tacón, maquíllate si quieres, pero cuidado con el colorete. Seguro que el cuerpo te pedirá ejercer de madre: echarle alguna regañina, castigarlo sin salir, mimarlo en tu regazo, pero aguántate las ganas, tendrás toda la vida por delante para ello. Juega al despiste o hazte la tonta, igual da, tú serás bien consciente de lo que quieres, todo lo contrario a él, que no sabrá dónde se está metiendo. Mientras os estáis conociendo y él se pregunta si te regalará una velita aromática o unos bombones en la próxima cita, si te llevará a un restaurante chino o a un asador, o si llevas braga normal o tanga, tú ya estarás preparándole en secreto la agenda para los próximos años: dónde quieres vivir, cuántos hijos vais a tener, cómo se van a llamar, si congelaréis el cordón umbilical de los críos, dónde vais a veranear, si la abuela vivirá con vosotros o no, qué tipo de seguro médico tendréis, si vais a tener mascota de las de jaula o de las que mean en la calle, etcétera.

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