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Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

Las normas de César Millán (23 page)

BOOK: Las normas de César Millán
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«Así pues, si le digo a Omaha “Ohm, ven aquí”, entiende que no es una orden sino una sugerencia. Y con mis perros me paso el 90 por ciento de las veces en “camelo del perro uno”. Por ejemplo, digamos que estamos en el sofá. Le digo “colega, Ohm, cálmate. Ohm, muévete en el sofá”. Y puede negarse. Mientras que si realmente quiero que lo haga le digo “Omaha, sentado”. En cuanto lo llamo “Omaha”, ya sabe que tiene que seguir la indicación siguiente. Sin excepción. Sin discutir, sin intimidarlo, sin obligarlo por la fuerza. Pero si digo “Omaha, sentado” en un abrir y cerrar de ojos se habrá sentado, y entonces repetirá el ejercicio hasta que se siente al oír una única orden. Es entonces cuando dejaré que siga con sus cosas. Eso es el “camelo del perro dos”. Dejar que el perro sepa que puede estar relajado casi todo el tiempo incrementa su grado de fiabilidad cuando lo necesitamos de verdad. Muchos padres lo hacen. Sobre todo en familias multilingües. De repente pasan del inglés al español. Sabes que están diciendo
Johnny, put that down
,
Johnny, don’t touch that
, “Johnny, siéntate”. Y en cuanto cambian de idioma el niño responde en el acto».

Solté una carcajada al oírlo porque es lo que sucede en mi familia.

«Por último, tenemos el “camelo del perro tres”, que es lo que hacemos cuando estamos en la tele o en la pista de obediencia. Si llamo a Omaha Wahoo, sabe que ha empezado el espectáculo, así que tiene que mirarme sonriente y con el rabo en alto. En ciertas ocasiones queremos que obedezca del mejor modo posible. Así que diferenciamos esos momentos llamando al perro de otro modo o dándole una orden distinta».

Sentado contra reclamo

Mientras estábamos en el parque Ian me mostró cómo usa a distancia un «sentado» sin vacilaciones para comunicarse con Dune cuando éste no lleva la correa. Prefiere enseñar a los dueños de mascotas a dominar perfectamente la orden de sentado antes de enseñarles el reclamo, que es más difícil. «Mi principal objetivo es que el dueño del perro pueda hacer que éste se siente sin vacilar en cualquier situación. Les enseño un sentado o un abajo de urgencia. Digamos que el perro está deambulando y aparece un niño. Si sus padres dicen que el perro se ha abalanzado sobre el niño, en ese mismo instante se convierte en una persona jurídica. Así que le digo “Dune, sentado”. Y puedo dejarlo ahí hasta que el niño se vaya. Se sienta y se queda quieto porque sabe que ésa es nuestra rutina: “Ian me dice que me siente y siempre hago lo mismo. Me siento porque siempre lo hago: me siento y juego, me siento y juego”. Así pues, la distracción, jugar o correr en general, es la recompensa que empleo para conseguir que se siente sin vacilaciones».

Pero Ian nos alerta sobre pasarnos de confiados aunque el adiestramiento haya sido a fondo. «Cuando dicen “Ah, me fío totalmente de mi perro”, me limito a sacar la cartera y digo “Vale. Tengo una prueba, cien dólares”. Y hasta ahora nadie ha pasado la prueba. Sólo hay que pedir al perro que se siente ocho veces seguidas pero en circunstancias extrañas. Le digo al dueño que se tumbe boca arriba o lo sitúo en un lugar donde no se le vea. Y no es más que una prueba para ver el grado de comprensión del perro respecto a “sentado”. El hecho es que muy poca gente sabe controlar a su perro si está de espaldas aunque se encuentre a un metro de distancia. Bueno, ¿y si el perro estuviera a treinta metros, de espaldas y persiguiendo a un niño o a un conejo? Aquí se ve el problema. El perro no conoce el significado de “sentado” si no puede ver a su dueño. Así que me gusta demostrar que no, que no se puede fiar de su perro. Y podemos trabajar mucho aquí mismo sin forzar demasiado al perro, ir demasiado deprisa y dejarlo suelto por el parque cuando está demasiado lejos de nosotros. Porque lo que no queremos es que al final nuestro perro falle. Queremos que la calidad de vida y la experiencia sean mucho mejores para el perro».

Mientras salíamos del parque con Dune Ian comentó que cada uno de nosotros tenía una relación muy especial con nuestros perros y se lamentó del hecho de que no haya más personas que hayan vivido las mismas experiencias maravillosas sin recurrir a la correa. «No hay tanta gente que pueda pasear con el perro correteando tras él, tal como haces tú con Junior o yo con Dune o Hugo. Sabemos que estos perros se sienten totalmente seguros entre personas, pero nos esforzamos mucho para conseguirlo».

Parecidos y diferencias

Cuando nuestra visita de dos días estaba llegando a su fin, Ian y yo abrimos un par de cervezas y nos sentamos a hablar de lo que nos unía, al igual que de algunos temas que podrían seguir distanciándonos. Está claro que compartimos una profunda afinidad por los perros y el deseo de enseñar a las personas a tratar mejor a sus perros. Los dos queremos que comprendan el mundo a través de los ojos de un perro, aunque no hagamos las cosas del mismo modo e incluso podamos chocar en algunos puntos. Ahora que había pasado un tiempo conmigo y había visto en persona cómo me relaciono con los perros Ian me habló de unos aspectos muy concretos que le gustaría que cambiara, sobre todo en el programa
El encantador de perros
. «Ya sabes, puede que no coincidamos en cosas, pero realmente no son muchas. Me gustaría que fueras más despacio con algunos perros, pero entiendo todo lo que tienes: hay un director, un productor, operadores de cámara, y todos intervienen. “Soluciónalo, haz algo. ¡Soluciónalo! Un poco de acción”. Te dan quince minutos y me gustaría ver que te tomas unos cinco minutos para lanzarles unas chucherías. Ver si puedes lograr que el perro coja una chuchería de tu mano. Creo que sería como un toque extra de magia. Y dado que tienes mucho talento para interpretar lo que quieren los perros, si ves que uno está disgustado, aprende de él. Quiero decir: lo más importante que he aprendido sobre el adiestramiento del perro no estaba en los libros, sino en los perros que fastidié a lo grande y con los que estuve en situaciones que me hicieron pensar: “Bueno, eso no lo vuelvo a hacer”».

Admiro a Ian Dunbar por todo lo que sabe sobre los perros y por su pericia con ellos, y aprendí muchas cosas del tiempo que pasé con él, que recuperaré e incluiré en mi propio trabajo. Con todo, aún hay áreas en las que nuestros estilos están muy alejados. Trabajar en silencio con un perro es algo que llevo tan dentro que no podría moverme entre los perros, tratando de ser tan extrovertido, exuberante y parlanchín como Ian, sin que notaran que estoy fingiendo. Sus técnicas le funcionan tan bien porque se muestra genuino al cien por cien; son métodos inventados por él y los lleva a cabo de manera brillante. Son como es él. Yo también creo que los perros se comunican mediante el contacto físico, así que cuando doy un toque firme —no violento— con un estado de ánimo sereno-autoritario y sin frustraciones, estoy usando una forma muy natural de redirigir la atención del perro. Ian no confía en el tacto de las personas y cree que el empleo del contacto físico conlleva un riesgo muy alto de malos tratos.

Pero todas esas ideas tan diferentes no hacen sino poner de relieve el mensaje de este libro: es crucial estar al tanto y poder acceder a muchas ideas, teorías y métodos diferentes. Tenemos que encontrar el que mejor se adapte a nosotros como personas, a nuestros valores y a nuestros perros.

Era como si Ian Dunbar y yo hubiéramos logrado algo importante juntos al abrir una línea de comunicación y mostrar al mundo que hay muchas opciones y múltiples posibilidades, y que los dos queremos lo mismo: perros pacíficos y equilibrados, y gente pacífica y equilibrada.

«Hemos de hablar entre nosotros. Porque lo que tenemos que enseñar, César, es realmente especial. Si te fijas, lo que más cuesta es llevarse bien con los demás. Ésa es la habilidad que podemos enseñarles porque tenemos que llevarnos bien no sólo con otros seres vivos, sino con otras especies. Creo que lo más importante es hablar con aquellos que no comparten tu visión, y eso es básico si quieres cambiar las cosas. Nunca he sido de los que rehúyen a alguien por el mero hecho de que no comparta mis ideas. Es esa la gente con la que quiero hablar en lugar de limitar mi público y de predicar para los convencidos. Se trata de dialogar. Y podríamos establecer una analogía entre esta diminuta parcela que es el adiestramiento de perros y el mundo. El mundo está compuesto de distintas personas que ven las cosas de forma diferente».

El regreso de El Rayo Junior

Antes de terminar mi visita de dos días en casa de los Dunbar pensé que tenía que corregir una idea errónea. No se trataba de mí ni de mis métodos o filosofías en cuanto al trabajo con los perros, sino de Junior. ¡La verdad es que no podía irme de Berkeley dejando que Ian Dunbar pensara que a mi brillante pitbull, a mi ojito derecho, le costaba mucho aprender!

Cuando Ian trajo la lechuga que sirvió de motivación para Claude y cuando habló de encontrar ese algo especial que anima a un perro se me encendió una bombilla. Hay algo ante lo que Junior siempre responde: una pelota de tenis. Salta tan alto como un canguro, excava en la basura como un bulldozer, bucea bajo el agua como un delfín y levanta tanto polvo como un coche de carreras con el único objetivo de controlar esa pelota de tenis que tanto codicia. ¿Y si pidiera a Ian que repitiera una vez más su secuencia de petición-señuelo-respuesta-recompensa con Junior, pero, en esta ocasión, en lugar de chucherías usando pelotas de tenis?

«El de hoy es un perro totalmente distinto», dijo Ian tras trabajar unos minutos con Junior usando mi nueva estrategia de las pelotas de tenis. Junior hizo sus series de sentado-de pie-abajo a la velocidad del rayo y a la perfección sin apartar la mirada de la pelota. «Sí, es un campeón. Creo que es el perro más rápido que he visto en mi vida».

«Sí, señor. Es El Rayo Junior», contesté, lleno de orgullo.

Las siete normas de Ian Dunbar

  1. Al elegir a un cachorro de ocho semanas asegúrese de que está adiestrado para una vida doméstica y para no morder, ha aprendido a venir, sentarse, tumbarse y rodar a la orden, y ha conocido y lo han tocado al menos un centenar de personas.
  2. Al adoptar un perro adulto asegúrese de que todos los miembros de la familia
    prueben al perro
    . Dedique mucho tiempo a tratar al perro y sáquelo a dar largos paseos. Hay un perro adecuado para su familia, así que asegúrese de que escoge el suyo con cuidado.
  3. Desde el día que su cachorro o el perro que haya adoptado lleguen a su casa ponga en práctica un programa infalible de adiestramiento doméstico y que aprenda a no morder. Así evitará que llene la casa de tierra y muerda los muebles, que ladre demasiado y preparará a su perro para que disfrute de los inevitables momentos en que tiene que quedarse solo en casa. Para más información véase
    «Puppy Playroom and Doggie Den»
    [El cuarto de juegos del cachorro y la guarida del perrito], en Dog Star Daily.
  4. Nunca se deja de aprender a ser sociable. Haga que sus invitados ofrezcan siempre chucherías a su cachorro o perro, y enséñeles cómo indicar al perro que se acerque y se siente cuando lo saluden. Del mismo modo lleve encima unas cuantas chucherías por si un desconocido quiere saludar a su perro. Elogie a su perro y dele un par de chucherías cuando se cruce con niños o cuando suceda algo que le pueda asustar. De ese modo su mascota ganará en confianza y apreciará la compañía de las personas.
  5. No permita que su perro coma de un tazón (salvo que esté convencido de que es el perro perfecto para usted). Pese la ración diaria de albóndigas de su perro y emplee estos valiosos premios y señuelos de comida para enseñarle buenos modales y adiestrar su conducta. Por la noche humedezca las albóndigas, rellene con la pasta juguetes para morder y déjelos toda la noche en el congelador para dárselos en el desayuno. Un perro que come de un juguete para morder reduce sus ladridos en un 90 por ciento y atenúa la hiperactividad y la ansiedad.
  6. Adiéstrelo sin correa y ofrézcale señuelos y premios desde el principio. Jamás use una correa o toque a su perro para obligarlo a obedecer. Si no, su perro sólo responderá cuando lleve puesta la correa o cuando se encuentre al alcance de la mano. Por el contrario, use la mano para acariciar (premiar) al perro cuando obedezca.
  7. Intercale breves periodos de adiestramiento en los paseos y los juegos. Cada dos minutos más o menos pida al perro que se siente cuando está andando o que venga si está jugando, ofrézcale una chuchería y luego diga: «Vamos» o «a jugar». De ese modo el perro no dará tirones de la correa y tanto el paseo como el juego se convertirán en recompensas que benefician el adiestramiento en lugar de distracciones que lo perjudican.
7
Cómo lograr la obediencia básica
Instrucciones paso a paso
El paseo

Cualquiera que vea
El encantador de perros
sabe que me tomo muy en serio el concepto del paseo. Pasear a un perro es mucho más que hacer que haga ejercicio aunque el ejercicio es el primer y el más importante de los tres pasos de mi fórmula para la realización y una de las principales razones por las que paseamos a nuestros perros. Para mí, sin embargo, caminar juntos es también la actividad que forja la unión más profunda entre un ser humano y un perro. Es el núcleo de esa relación. Hace miles de años los humanos y los perros empezaron a caminar, cazar y migrar juntos y se convirtieron así en dos especies que evolucionarían una junto a la otra pero como compañeros independientes. Es una bonita historia, uno de los milagros de la madre naturaleza, y cuando estoy paseando con mi manada de perros por las colinas que hay tras el Centro de Psicología Canina de Santa Clarita me parece oír el eco de miles de años de historia humana y canina a cada paso que damos juntos.

Por eso una de las primeras cosas que hago en mi trabajo es asegurarme de que el cliente está paseando de forma correcta al perro.

Las normas de César para ser un maestro del paseo

  1. Salga y entre en su casa antes que el perro. En la manada la posición es importante.
  2. No deje que su perro salga de casa si está sobreexcitado. Antes de abrir la puerta asegúrese de que está tranquilo, sumiso y a la espera. Asegúrese de que es usted quien lo invita a salir y da comienzo a la actividad.
  3. Camine con el perro tras o junto a usted, no delante (aunque hay momentos y lugares para eso) y desde luego sin que él tire de usted o tense la correa.
  4. El paseo debe durar un mínimo de treinta minutos en el caso de perros más adultos, pequeños o con poca energía y cuarenta y cinco minutos en el de perros más grandes o con más energía.
  5. Camine como el líder de la manada, con la cabeza alta y la espalda recta. Su postura es parte del lenguaje no verbal que su perro observa para estimar su energía. Mantenga el brazo relajado y la correa floja, como si llevase un maletín.
  6. Alterne entre el paseo formal y estructurado y los desvíos para que el perro pueda orinar, olfatear y explorar, lo cual puede incluir hasta breves escapadas en que él camine por delante de usted. La clave es que sea usted el que dé comienzo y fin a éstas.
BOOK: Las normas de César Millán
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