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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

Hijos de Dune (49 page)

BOOK: Hijos de Dune
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Tras un tiempo, se despertó en una deslumbrante oscuridad. Con un destello de consciencia supo donde estaba ahora su carne: sentada en la arena, a un kilómetro de distancia del risco que marcaba el extremo norte del sietch. Y ahora reconoció aquel sietch: era Jacurutu, por supuesto… y también Fondak. Pero era muy distinto de los mitos y leyendas y rumores difundidos por los contrabandistas.

Una mujer joven estaba sentada en una alfombra directamente frente a él, con un brillante globo anclado a su manga izquierda y suspendido directamente sobre su cabeza. Cuando Leto apartó la mirada del globo, vio estrellas. Sabía quién era aquella mujer joven: era la de su precedente visión, la que tostaba el café. Era la sobrina de Namri, tan dispuesta a usar el cuchillo como lo estaba el propio Namri. Había un cuchillo en su regazo. Llevaba un sencillo vestido verde sobre el gris destiltraje.
Sabiha
, este era su nombre. Y Namri tenía sus propios planes para ella.

Sabiha captó el despertar en sus ojos y dijo:

—Es casi el alba. Has pasado aquí toda la noche.

—Y la mayor parte del día —dijo él—. Haces un buen café.

Aquella afirmación la desconcertó, pero la ignoró con una inconsciente facilidad que hablaba de un duro adiestramiento y de instrucciones explícitas para aquella actual situación.

—Es la hora de los asesinos —dijo Leto—. Pero tu cuchillo ya no es necesario. —Miró al crys en su regazo.

—Namri será quien juzgue esto —dijo ella.

No Halleck, entonces.
Ella tan sólo había confirmado su conocimiento interior.

—Shai-Hulud es un gran recolector de desechos y un eliminador de evidencias indeseadas —dijo Leto—. Incluso yo lo he usado de esta forma.

Ella mantuvo la mano apoyada sobre el cuchillo, pero sin sujetarlo.

—Cuántas cosas quedan reveladas por dónde nos sentamos y cómo nos sentamos —dijo él—. Tú te sientas en la alfombra y yo sobre la arena.

La mano de ella se cerró sobre la empuñadura del cuchillo. Leto bostezó, un amplio y crujiente movimiento que hizo chasquear su mandíbula.

—He tenido una visión que te incluía a ti —dijo.

Los hombros de ella se relajaron ligeramente.

—Hemos sido demasiado unilaterales con Arrakis —dijo él—. Ha sido una barbaridad por nuestra parte. Hubo un cierto momento en el que estábamos actuando correctamente, pero ahora debemos deshacer parte de nuestro trabajo. Las escalas deben ser dispuestas de nuevo en su punto de mejor equilibrio.

Una arruga perpleja frunció la frente de Sabiha.

—Mi visión —dijo él—. Hasta que no restauremos la danza de la vida aquí en Dune, el dragón en la superficie del desierto ya no existirá más.

Al usar Leto el viejo nombre Fremen del gran gusano, ella tardó un momento en comprenderle.

—¿Los gusanos? —dijo luego.

—Nos hallamos en un corredor oscuro —dijo él—. Sin especia, el Imperio se derrumbará. La Cofradía no podrá moverse. Lentamente, los planetas irán olvidando sus recuerdos de los demás. Se replegarán cada vez más en sí mismos. El espacio se convertirá en una frontera cuando los navegantes de la Cofradía pierdan su poder. Nosotros nos aferraremos a nuestras dunas e ignoraremos todo lo que hay debajo y encima nuestro.

—Hablas de una forma realmente extraña —dijo ella—. ¿Cómo me has visto en tu visión?

¡Tiene fe en la superstición Fremen!
, pensó Leto. Y dijo:

—Hablo un lenguaje universal. Soy un jeroglífico viviente que registra los cambios que deben ocurrir. Si no los registrara, sentirías un tal dolor en tu corazón que ningún ser humano podría soportarlo.

—¿Qué palabras son éstas? —preguntó ella, pero su mano se relajó del cuchillo.

Leto giró su cabeza hacia los riscos de Jacurutu, observando el débil resplandor que indicaba que la Segunda Luna estaba a punto de ocultarse tras las rocas como preludio del alba. El chillido de muerte de una liebre del desierto penetró en él. Notó que Sabiha se estremecía. Luego llegó hasta ellos el batir de alas… pájaros predadores, criaturas de la noche. Vio el brillo de ascua de varios ojos cuando pasaron sobre él, camino de las hendiduras en las rocas.

—Debo seguir los dictados de mi nuevo corazón —dijo Leto—. Tú me miras tan sólo como un chiquillo, Sabiha, pero si…

—Me han prevenido contra ti —dijo Sabiha, y sus hombros se envararon de nuevo.

El captó el miedo en su voz y dijo:

—No me temas, Sabiha. Tú has vivido ocho años más que esta carne mía. Por eso te respeto. Pero yo poseo en mi interior miles de años de otras vidas, muchos más de los que tú hayas conocido. Así que no me mires como si fuera un niño. He visitado muchos futuros y, en uno de ellos, nos he visto a los dos amándonos. Tú y yo, Sabiha.

—¿Qué es…? Esto no… —se detuvo, confusa.

—La idea puede que vaya creciendo en ti —dijo él—. Ahora ayúdame a regresar al sietch, porque he estado en muchos lugares y me siento cansado de mis viajes. Namri debe oír dónde he estado.

Vio la indecisión en ella, y dijo:

—¿No soy acaso el Huésped de la Caverna? Namri debe aprender lo que yo he aprendido. Tenemos muchas cosas que hacer para evitar que nuestro universo degenere.

—No creo esto… esto que has dicho sobre los gusanos —dijo ella.

—¿Ni tampoco lo de nosotros dos amándonos?

Ella agitó la cabeza. Pero él pudo ver los pensamientos yendo a la deriva por su mente como plumas arrastradas por el viento. Las palabras de él la atraían y la repelían al mismo tiempo. Ser la consorte del poder era ciertamente algo embriagador. Pero habían de por medio las órdenes de su tío. Sin embargo, algún día aquel hijo de Muad’Dib podía llegar a gobernar allí en Dune y hasta en los más alejados confines de su universo. Allí encontró una profundamente Fremen aversión hacia un tal futuro. La consorte de Leto sería vista por todo el mundo, se convertiría en un objeto de habladurías y especulaciones. Sin embargo, también poseería riquezas, y…

—Yo soy el hijo de Muad’Dib, capaz de ver el futuro —dijo él.

Lentamente, ella volvió a introducir su cuchillo en la funda, se levantó ágilmente de la alfombra, se acercó a él, y lo ayudó a ponerse en pie. Leto se sintió halagado viéndola moverse a su alrededor, doblando cuidadosamente la alfombra y echándosela sobre el hombro derecho. La observó mientras ella medía la diferencia de sus estaturas, reflexionando en sus palabras:
¿Amándonos?

La estatura es otra cosa que cambia
, pensó Leto.

Ella lo sujetó del brazo, para ayudarlo y para controlarlo. Leto tropezó, y ella dijo secamente:

—¡Estamos demasiado lejos del sietch para
eso
! —refiriéndose al inesperado sonido que podía atraer a un gusano.

Leto sintió que su cuerpo era como un caparazón vacío abandonado por un insecto. Sabía cuál era aquel caparazón: la sociedad edificada sobre el comercio de la melange y su Religión del Elixir Dorado. Había sido vaciado por esos mismos excesos. Los altos fines de Muad’Dib se habían derrumbado en la brujería impuesta por el brazo armado del Auqaf. La religión de Muad’Dib tenía otro nombre ahora: era Shien-san-Shao, una etiqueta ixiana que designaba la intensidad de la locura de todos aquellos que habían creído que podían conducir al universo hasta el paraíso a punta de crys. Pero eso también podía cambiar, como había cambiado Ix. Habitaban tan sólo el noveno planeta de su sol, e incluso habían olvidado el lenguaje que les había dado su nombre.

—La Jihad fue una locura colectiva —murmuró Leto.

—¿Qué? —Sabiha estaba concentrada en el problema de conseguir que él anduviera arrítmicamente, ocultando así su presencia allá afuera, sobre la arena al aire libre. Por un momento se concentró en sus palabras, terminando por interpretarlas como otro producto de su evidente fatiga. Notó su debilidad, la forma como el trance lo había agotado. Aquello le pareció innecesario y cruel. Si debía ser muerto como había dicho Namri, entonces era mejor hacerlo rápidamente, sin toda aquella ceremonia. Leto, sin embargo, había hablado de una maravillosa revelación. Quizás era eso lo que Namri buscaba. Seguramente este debía ser el motivo de la conducta de la propia abuela de aquel chiquillo. ¿Por qué otro motivo hubiera decretado Nuestra Señora de Dune aquellas peligrosas pruebas con un niño?

¿Niño?

Reflexionó nuevamente en sus palabras. Habían alcanzado la base del promontorio y se detuvo, dejando que Leto descansara un momento allí, donde estaban al resguardo. Mirando hacia él a la débil luz de las estrellas, dijo:

—¿Cómo pueden dejar de existir los gusanos?

—Sólo yo puedo cambiar esto —dijo él—. No tengas miedo. Yo puedo cambiarlo todo.

—Pero es…

—Hay preguntas que no tienen respuesta —dijo él—. Yo he visto ese futuro, pero las contradicciones no harán más que confundirte. Este es un universo cambiante, y nosotros somos el cambio más extraño de todos. Resonamos a demasiadas influencias. Nuestros futuros necesitan constantes actualizaciones. Ahora hay una barrera que debemos eliminar. Esto requiere que realicemos cosas brutales, que van contra nuestros deseos más básicos y queridos… Pero deben ser realizadas.

—¿Qué es lo que debe ser realizado?

—¿Tú nunca has matado a un amigo? —preguntó él y, girándose, se dirigió hacia el interior de la hendidura que conducía hasta la entrada secreta del sietch. Se movió tan aprisa como se lo permitió la fatiga de su trance, pero ella corrió tras de él, tiró de sus ropas y lo detuvo.

—¿Qué es esto de matar a un amigo?

—Morirá de todos modos —dijo Leto—. No tengo que hacerlo yo personalmente, pero puedo impedírtelo. Si no lo impido, ¿no es acaso lo mismo que matarlo?

—¿Quién es… quién debe morir?

—La alternativa me obliga a callar —dijo él—. Podría verme obligado a entregar a mi propia hermana a un monstruo.

Se giró de nuevo, y esta vez, cuando ella tiró de sus ropas, se resistió, negándose a responder a sus preguntas.
Es mejor que no lo sepa hasta que llegue el momento
, pensó.

44

La selección natural ha sido descrita como un medio ambiente que criba selectivamente a aquellos que pueden tener progenie. En lo que concierne a los seres humanos, sin embargo, este es un punto de vista extremadamente limitativo. La reproducción a través del sexo tiende siempre a la experimentación y a la innovación. Esto plantea muchas cuestiones, incluyendo aquella tan antigua acerca de si el medio ambiente es un agente selectivo que actúa después de que la variación haya ocurrido, o si el medio ambiente juega un papel preselectivo determinando las variaciones que desea producir. Dune no respondía realmente a esas cuestiones; simplemente planteaba nuevas cuestiones a las cuales Leto y la Hermandad hubieran intentado responder en el transcurso de las próximas quinientas generaciones.

La Catástrofe de Dune
, según H
ARQ AL
-A
DA

Las desnudas y herrumbrosas rocas de la Muralla Escudo se diseñaban en la distancia, visibles para Ghanima como la encarnación de aquella aparición que amenazaba su futuro. Permanecía de pie al borde del jardín en el tejado que remataba la Ciudadela, con el sol a su espalda. El sol arrojaba un resplandor profundamente anaranjado a través de las nubes de polvo, un color tan intenso como los bordes de la boca de un gusano. Ghanima suspiró, pensando:
Alia, Alia… ¿Tu destino es también el mío?

Sus vidas interiores habían incrementado sus clamores recientemente. Había algo en el condicionamiento femenino en una sociedad Fremen… quizá fuera una auténtica diferencia sexual, pero de todos modos las mujeres eran más susceptibles a aquella marea interior. Su abuela le había prevenido al respecto mientras trazaban sus planes, buceando en la acumulada sabiduría de la Bene Gesserit pero previniéndola acerca de los peligros de tal sabiduría dentro de Ghanima.

—La Abominación —había dicho Dama Jessica—, nuestra definición para prenacido… tiene una larga historia de amargas experiencias tras ella. Parece ser que ello es debido al hecho de que las vidas interiores están divididas. Se agrupan en benignas y en malignas. Las benignas son siempre tratables, útiles. Las malignas parecen unirse en una única y poderosa psique, intentando imponerse a la carne viviente y a su consciencia. Sabemos que el proceso necesita un tiempo considerable, pero los síntomas son bien conocidos.

—¿Por qué habéis abandonado a Alia? —había preguntado Ghanima.

—Huí aterrada ante aquello que yo misma había creado —había dicho Jessica en voz muy baja—. Me alejé. Y ahora mi pesar es… que quizá me alejé demasiado pronto.

—¿Qué quieres decir?

—No puedo explicarlo aún, pero… quizá… ¡No! No quiero darte falsas esperanzas.
Ghafla
, la abominable perturbación, tiene una larga historia en la mitología humana. Ha sido llamada de muchos modos, pero principalmente
posesión
. Esto es lo que parece ser. Tú pierdes las riendas en medio de la malignidad, y esta toma posesión de ti.

—Leto… temía a la especia —había dicho Ghanima, dándose cuenta de que podía hablar de él sin estremecerse. Qué terrible precio habían tenido que pagar!

—Y hacia bien —había dicho Jessica. Y no había querido decir más.

Pero Ghanima se había arriesgado a una exploración de sus memorias internas, escrutando tras el extraño y turbio velo que envolvía la causa de los temores Bene Gesserit. La explicación de lo que le había sucedido a Alia no la tranquilizaba en absoluto. La acumulación de experiencia Bene Gesserit mostró un camino para eludir la trampa, y cuando Ghanima aventuró aquella coparticipación interior, primero apeló al
Mohalata
, una asociación con las vidas benévolas que podía protegerla.

Apeló a aquella coparticipación mientras permanecía de pie a la luz del atardecer, en el borde del jardín superior de la Ciudadela. Inmediatamente sintió la presencia-memoria de su madre. Chani estaba allí, una aparición entre Ghanima y los distantes riscos.

—¡Entra aquí y comerás el fruto del Zaqquum, el alimento del infierno! —dijo Chani—. Cierra esta puerta, hija mía; es tu única salvación.

El clamor interno se alzó en torno a la visión y Ghanima huyó, aferrando su consciencia al Credo de la Hermandad, reaccionando más por desesperación que por fe. Recitó precipitadamente el Credo, moviendo sus labios, reduciendo su voz a un rápido susurro:

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